Incidentes,
heridos y la vuelta de los "cacerolazos" en
una jornada violenta en
el país.
Por Federico McDougall
Fue una jornada negra. Mientras dentro
del Congreso los
diputados iniciaban una sesión maratónica de debate, afuera comenzaba una
verdadera batalla campal.
Una batalla que dejó como saldo unos 160
heridos y más de 50 detenidos y que generó escenas
de pánico, como las que se vivieron en el subte, cuando comenzó a
filtrarse gas lacrimógeno.
Una batalla que además provocó graves daños materiales.
La plaza del Congreso, por
ejemplo, que hacía menos de tres meses que había sido renovada y que demandó
una inversión de $59 millones, quedó totalmente destruida.
A esto se sumaron destrozos de comercios o
locales que debieron resignarse y mantener cerradas las puertas durante todo el
día, lo que provocó, según CAME, "importantes pérdidas",
especialmente en la previa a las fiestas de fin de año, un momento decisivo
para la facturación de las empresas.
Para completar el cuadro, se sumó el malhumor de
aquellos que habían planificado viajes y se toparon con todos los vuelos
suspendidos. El saldo fue de más de 60.000 pasajeros varados,
que ahora deben reprogramar sus viajes.
Pero, cuando parecía que la jornada iba a concluir
sin mayores novedades y a la espera de la definición en Diputados, empezaron
a sonar cacerolas y bocinazos.
Así, uno de los símbolos más emblemáticos de
quienes durante su momento se opusieron a las políticas del kirchnerismo, ahora
empezaron a sonar en contra de la reforma
previsional impulsada por Cambiemos.
Al principio fueron grupos pequeños. Pero, con el
correr de la noche, fueron creciendo. Y si bien no llegaron a ser masivos, sí
se vieron múltiples focos de protesta en
diversos puntos de la Ciudad y del Conurbano.
Incluso, hubo una concentración frente
a las puertas de la Residencia de Olivos, una escena que, por
cierto, no se veía desde las épocas en que Cristina estaba en
el poder.
La imagen, impensada hace escasas semanas,
especialmente luego de que el macrismo refrendara su gestión en las urnas,
intentó ser capitalizada por figuras del kirchnerismo, que siempre
denostaron este tipo de protestas.
Agustín Rossi afirmó que "la gente está
saliendo a la calle a manifestarse con cacerolazos" ante
"un Gobierno que va a un callejón sin salida".
Incluso, figuras públicas hicieron referencia al
hecho. Como el productor televisivo Claudio Villarroel, quien lanzó una chicana
cuando recordó que antes los golpes a las cacerolas se usaban
para poder "comprar dólares y viajar a Punta"
y que ahora son "para defender a nuestros
viejos".
Batalla campal, miles de pasajeros varados, una
ciudad arrasada, cacerolas. Todas postales inimaginables para
cualquier analista o incluso para el propio oficialismo, que ahora ve cómo le
surgió un "cisne negro" que nunca estuvo en sus
cálculos.
Durante meses, el macrismo estuvo
trabajando política y mediáticamente en la reforma que suponía
iba a enfrentar la mayor resistencia: la laboral, que
se tratará recién en marzo de 2018.
La visión de los expertos es que, en su obsesión
por garantizarse el apoyo de sindicatos, cámaras empresarias y gobernadores
para este tema, se confió en que la aprobación de la
"otra" reforma, la previsional iba a
ser rápida y expeditiva. Pero se equivocó.
Andrés Hatum, profesor de la Universidad Torcuato
Di Tella, abona esta hipótesis: "Al Gobierno le apareció un cisne
negro. Fue un evento inesperado que, sin dudas, termina
afectando al macrismo".
Sin embargo, con la crisis ya consumada,
los analistas empiezan a encontrar diversos errores de
diagnóstico que llevaron a Cambiemos a
tropezar con un "trámite" que presuponía muy
sencillo.
Esta es la conclusión a la que llega el
analista Rosendo Fraga, para quien "hubo un clarísimo
error de diagnóstico. El Gobierno pensaba que en esta
época del año cualquier cosa pasaría de largo. Pero no. No vio que el
tema jubilados genera una sensibilidad enorme y
que hay mucha cantidad de gente afectada por esto".
"Calcularon mal. Pensaron que, como
había salido tan fácilmente en Senadores iba a ser así de sencillo en Diputados. Pero
está claro que no fue así y la gente terminó manifestando su reprobación",
completa, en referencia a los cacerolazos que sonaron en diversos puntos.
En este mismo sentido, el sociólogo Marcos Novaro
afirma a iProfesional que el macrismo leyó mal el impacto
de esta reforma en la opinión pública: "El Gobierno equivocó el orden de
la secuencia de las reformas. Colocar la de los jubilados en
primer lugar fue un grave error”.
En diálogo con este medio, Ricardo Rouvier,
sociólogo y director de Rouvier & Asociados, plantea que el Ejecutivo no leyó bien el
"pulso" social antes de avanzar con la decisión.
Según el experto, había indicios que no
fueron tenidos en cuenta por el Gobierno: "La opinión
pública mayoritariamente está en contra de la ley de reforma jubilatoria".
"Lo hemos medido: el 76% de
la población se opone", plantea de manera contundente el
experto, dejando en claro que no todos los que se
manifestaron pacíficamente son necesariamente opositores a
Macri.
El analista político Sergio Berensztein, en tanto,
señala que hubo otro errorde diagnóstico: sobrevalorar el
peso de los gobernadores que, más allá de los votos que le
pueden acercar, no suman desde el consenso social.
"El Gobierno prometió diálogo y consenso pero
solo pactó con gobernadores, que son necesarios pero no suficientes. La mayoría
de ellos no son jefes de sus partidos. El macrismo tuvo una estrategia política
que no fue tan fuerte como para enfrentar este tipo de reacciones",
afirma.
Y coincide con Fraga en que el Ejecutivo eligió
el mes menos propicio para debatir este tipo de temas: "Debería
haber considerado que en diciembre hay un momentum muy poco
propicio para esta clase de discusiones".
Por eso, considera que "era fundamental haber
llegado a esta instancia con una construcción política distinta".
Repensar la gobernabilidad
A la hora de trazar el recuento de daños,
los expertos plantean que la peor consecuencia para el
Gobierno es que, con este tropiezo, no hizo más que calentar la previa de
cara a otras reformas que se anticipan complejas, como
la laboral, que ahora promete fuertes debates en marzo del año próximo.
Para Fraga, a medida que los cacerolazos se
fueron multiplicando y que por la noche fue creciendo la concentración de gente
que, de forma pacífica, se juntó frente al Congreso, ha ido
quedando en claro que Macri terminará con magullones.
"El Gobierno va a tratar de sacar adelante
la ley de reforma
previsional sí o sí. Pero lo logre o no, igual va a pagar
un costo político", afirma.
Según el analista, si hay luz verde, entonces se
potenciará el rechazo social y envalentonará a la oposición.
En tanto que si no puede aprobar este proyecto, entonces
terminará dejando en evidencia su debilidad política.
Cualquiera de los dos escenarios, según
Berensztein, obligará al Gobierno a repensar su estrategia de
cara a la agenda parlamentaria del 2018 si es que no quiere
ver cómo se sigue diluyendo su poder electoral.
"La calle generó cuestionamientos y
le provocó dudas al macrismo sobre la estrategia política.
Ahora, está obligado a rever cómo garantizar la gobernabilidad a
largo plazo y cómo reaccionar frente a un segmento de la oposición que
aprovechó sus errores no forzados", apunta.
Coletazos para la CGT
En este contexto, Berenztein observa que otro actor clave que también terminó mal parado es parte del sindicalismo, corporizado en la CGT.
Según el experto, "demostraron que tienen
un problema de representatividad muy
fuerte".
"Este triunvirato ha perdido
peso. La reacción fue muy clara. Algunos de estos dirigentes percibían que
había un movimiento bastante amplio de rechazo a esta ley y no querían quedar
superados por estas fuerzas de izquierda. Prefirieron ser parte de esta protesta. La CGT llegó tarde
y mal", señala.
En este contexto, el triunvirato debió salir con un
comunicado en el que afirmó que "no participa ni comparte la
violencia como forma de protesta y
deslinda toda responsabilidad con los hechos de público
conocimiento".
Sin embargo, esto no alcanzó para
cerrar una grieta que creció desde el propio seno de la
organización y que amenaza ahora con fracturarla.
El antagonismo que despertó la reforma
previsional derivó en que el secretario de Acción Social de la central
sindical, José Luis Lingeri, saliera a cuestionar duramente el
llamado a un paro general.
Para el dirigente, hubiese sido más productivo
convocar a una "mesa de trabajo" con el
Gobierno para analizar el futuro de la cuestión jubilatoria.
En paralelo, frente al temor de quedar pegados a
los incidentes del lunes, la Unión Tranviarios Automotor (UTA)
resolvió no adherirse al paro decidido por el triunvirato,
asegurando un servicio de colectivos "normal" para este
martes.
Una vidriera "manchada"
Además de los problemas en el "frente
interno", una de las cosas que más preocupa al macrismo por
estas horas es la imagen que está dando al mundo.
Macri viene de haber cerrado con éxito –al menos
desde el punto de vista organizacional- la Conferencia de la
Organización Mundial del Comercio (OMC) pero ahora tiene todas sus
fichas en la gran Cumbre del G20, que en noviembre del año
próximo reunirá a los presidentes de las principales potencias en Buenos
Aires.
Sin embargo, no se trata de un único evento: la
Argentina, al ejercer la presidencia del G20, durante todo 2018 deberá
coordinar unas 50 reuniones en diversos puntos del país, las
cuales convocarán a un total de 20.000 participantes, entre
expertos y funcionarios extranjeros.
Lo que sucedió en la plaza del Congreso y
en la 9 de Julio, para Berensztein plantea serias dudas sobre la
capacidad que tiene el Gobierno para gestionar una crisis.
"Todo esto dejó en evidencia los problemas a
la hora de manejar las fuerzas de seguridad. En términos prácticos, esto degrada muchísimo
la imagen de la Argentina. La pregunta que ya se
está haciendo el mundo es: `¿acaso el país está preparado para la cumbre del
G20?`", dispara ante la consulta de iProfesional.
No se trata de un tema menor, dado que el macrismo
desde el primer día de gestión puso gran parte de sus esfuerzos en el
reposicionamiento internacional como una condición clave para atraer
inversiones.
Y este tipo de eventos violentos, claramente
puede espantar a los capitales externos.
Esta advertencia, cabe destacar, no proviene de
boca de ningún experto. Lo señaló el propio Macri a fines de
marzo, justo antes de encarar su viaje por Holanda.
En ese momento, afirmó que la conflictividad
social en las calles del país "influye" en la
demorada promesa de arribo de inversiones.
La visión, además, es compartida por
el sector privado.
Días atrás, unas 80 entidades empresarias que
integran el Foro de Convergencia Empresarial (entre las que
figuran la Asociación Empresaria Argentina, la UIA y la Cámara de Comercio de
los EE.UU.) lanzaron una declaración conjunta por este tema.
En la misma afirmaron que las "vergonzosas
imágenes" de violencia frente al Congreso ocurridas
la semana pasada, "afectan las decisiones de inversión,
generación de empleos y la mejora general de la economía del país".
Sobre este punto, Rouvier señala a iProfesional que las postales
que circularon por el mundo, tendrán un costo: "El capital es
muy asustadizo, muy miedoso. Indudablemente esto no
favorecerá la llegada de inversiones”.
Novaro, en tanto, plantea matices: "Si el
Gobierno sale adelante con su proyecto, entonces podrá demostrar que,
si bien le está costando implementar sus políticas, hay decisión de avanzar con
una reducción del déficit".
"Macri necesita sostener la confianza de los
inversores. Es imprescindible porque sabe que los tiempos no
pueden estirarse. Los mercados ya advirtieron que hay un límite para
el endeudamiento y ese límite está cerca", advierte.
Frente a esto, el experto señala que el Ejecutivo
enfrenta dos escenarios por demás difíciles: "Uno es que no
prospere el ajuste que plantea. El otro, que sí logre
avanzar, pero con conflictos en la calle".
Así, en lugar de un fin de año tranquilo, el
macrismo ahora debe lidiar con un escenario que no imaginaba: una Navidad con
"trineos" tirados por cisnes negros.
© iProfesional
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