El fallo de Bonadío rozó el nervio óptico del sistema
político. Entre el Lawfare y la
supervivencia.
Por Ignacio Fidanza |
El fallo del juez Claudio Bonadío encadenó una serie de
teorías conspirativas con un denominador común: el temor de la política ante un
poder judicial que da señales de haber iniciado un proceso de autonomía en sus
decisiones, que activa el temor -en unos y otros- a un Mani Pulite real.
Por eso, la ola de pánico que tuvo su epicentro en el
kirchnerismo llegó como grave preocupación a la Casa Rosada.
En ese trayecto se
superpusieron distintas interpretaciones de lo ocurrido, lo que ofrece como
dato central el desconcierto tanto del oficialismo como de la oposición.
En el Gobierno, algunas fuentes consultadas por LPO, no descartaron que se trate de un
derivado de la feroz interna que sacude al peronismo. Son conocidos los
vínculos de Bonadío con el jefe del bloque de senadores peronistas, Miguel
Angel Pichetto. Tienen amigos en común y suelen compartir los escasos espacios
en los que se atreven exponer su pensamiento.
El golpe demoledor sobre la ex presidenta coincidió con la
ruptura de la bancada peronista en el Senado y objetivamente colocó su libertad
bajo la voluntad de Pichetto, que con sus 25 senadores tiene la llave para
quitarle los fueros. "Si se trató de un ejercicio de disciplinamiento
legislativo, fue bien ejecutado", reconoció a LPO un peronista que sigue de cerca los movimientos del poder.
Pichetto fue el miembro informante del Senado que defendió
la aprobación del Memorándum con Irán, como bien le recordó Cristina con un
video. Es decir, si es su mano la que mece esta cuna, es probable que todo el
rédito político que buscaba ya se ha capitalizado.
"Cristina tiene que morirse para que nazca algo nuevo
en el peronismo", afirmó a este medio uno de los hombres más importantes
del espacio peronista que con tanta dificultad tratan de articular Pichetto,
los gobernadores y un puñado de diputados. Hablaba en términos políticos, pero
la definición sorprendió por su crudeza. Sobre esa premisa se mueve el jefe de
los senadores del PJ.
La tensión del jueves llegó a tal extremo que minutos antes
de la conferencia de prensa de Cristina se mencionaba que la ex presidenta
analizaba renunciar a la banca y pedir que la detengan en ese momento, frente a
las cámaras, para generar una conmoción social aún mayor.
Pero Cristina y Pichetto no son los únicos actores en juego.
En la Casa Rosada tampoco descartan que detrás de Bonadío se esté jugando una
pulseada mayor de supervivencia de personajes claves del mundo judicial, que le
pegan al kirchnerismo para que se asuste el Gobierno.
El mensaje del fallo es en ese sentido clarísimo: cualquier
decisión del poder político, incluso aquellas que pertenecen a su esfera de
exclusividad como la política económica y las relaciones exteriores, puede ser
revisada judicialmente y motivar la prisión. Dólar futuro y Memorándum con
Irán, son en ese sentido un antecedente posible de Lebacs y acuerdo con Qatar,
como bien señaló el juez Rafecas.
"El fallo de Bonadío significa que cualquier
funcionario puede ir preso por las decisiones que toma", exageró un hombre
del Gobierno. Es exagerado, pero la Argentina es un país de desbordes. Y no es
un secreto que la administración de Macri ya tiene sobre sus espaldas más de 70
causas penales.
El presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, tiene
una alianza sólida con el camarista Martín Irurzún, autor de la "Doctrina
Irurzún", que permitió el desafuero y la detención de Julio de Vido, Amado
Boudou y ahora Carlos Zannini y Luis D´Elía.
Tiene también Lorenzetti buenas relaciones con varios de los
jueces federales que instruyen las causas de corrupción y comparte con ellos
una enemiga común: la diputada Lilita Carrió, que mantiene un pedido de juicio
político en su contra.
Si Carrió es el instrumento de Macri para condicionar a
Lorenzetti y Comodoro Py, los jueces acaso han encontrado en la prisión de
kirchneristas un mensaje de la misma contundencia para condicionar al Gobierno.
"Hoy son ellos, mañana puede ser ustedes", es el subtexto, si se
quitan los nombres y se miran los argumentos legales.
Si este fuera el caso, lo que estamos viendo sería apenas el
principio de un proceso mucho más amplio. Es decir, después de Brasil, para que
un Mani Pulite sea creíble, hay que incluir a empresarios y funcionarios en
ejercicio. Además de expandirlo a nivel provincial y hasta municipal.
Por eso, el gobierno ahora habla de enviar un proyecto para
regular -limitar- la prisión preventiva. Un placebo: hace mucho tiempo que se
sabe que la ley dice lo que los jueces dicen que dice.
Bonadío por otro lado, comentan los que lo conocen, vio
desde el principio en la causa del Memorándum, la llave para ensayar una salida
del poder judicial por la puerta grande, que borre de la memoria colectiva la
servilleta de Carlos Corach, su pasado menemista y la gran cantidad de pedidos de
juicio político que acumula. Esa sería la explicación personalísima de lo que
ocurrió.
Cristina, amante de la sociología de izquierda, está
fascinada con el concepto de "Lawfare" o guerra legal que acaba de
descubrir, que significa la utilización combinada de manipulación judicial y de
medios de comunicación, para demoler carreras políticas e inviabilizar
candidaturas.
Y por último tenemos la versión kirchnerista más lineal:
detrás del fallo de Bonadío está el director de orquesta Macri, que si fuera
verdad, habría adquirido una pasión irresistible por jugar a la ruleta rusa con
cinco balas en el cargador.
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