Por Manuel Vicent |
Este ciudadano corriente durante el almuerzo tiene un grave
problema: no sabe si debe coger los espárragos con los dedos o hay que tomarlos
con cuchillo y tenedor. Mientras se debate en esa duda vuelve los ojos hacia el
televisor donde en ese momento el exgeneral bosniocroata Slobodan Praljak, con
pinta de un fiero y barbado Agamenón, se suicida en directo tomándose la cicuta
con determinación después de soltar una agónica soflama ante el tribunal de La
Haya que lo acaba de condenar a 20 años por crímenes de guerra.
Meterse un trago de veneno entre pecho y espalda como un
brindis airado tiene mucha más fuerza que cualquier tragedia de Esquilo,
Sófocles y Eurípides. Este ciudadano corriente y sus compañeros de mesa saben
que a estas alturas no hay ficción dramática que pueda superar a un telediario
vulgar.
En las tragedias griegas se requería que los dioses
estuvieran implicados en las pasiones de los humanos; en cambio las grandes
hecatombes modernas hoy se sirven entre plato y plato sin que ninguna sea tan
importante como una buena digestión. El ciudadano corriente ha resuelto el
problema cogiendo los espárragos con la mano.
La agradable conversación de sobremesa la interrumpe ahora
la noticia del último proyectil lanzado por Corea del Norte, que ha alcanzado
los 4.475 kilómetros de altura. Este misil intercontinental es capaz de
trasportar una cabeza nuclear y dejarla caer sobre Washington o Nueva York.
El gordinflón Kim Jong-un, que en televisión no se distingue
de un muñeco de dibujos animados, puede poner el mundo patas arriba, pero este
ciudadano corriente tiene otro problema no menos grave. No sabe si pedir el
solomillo al punto o poco hecho, casi sangrante. Esta duda en la mesa se ha
convertido en un tema de debate. ¿Y el Apocalipsis? De postre, con un poco de
nata, por favor.
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