Por Gustavo González |
El video fue filtrado de inmediato a los medios: Amado
Boudou recién despierto en su casa, en jogging, descalzo, escuchando de pie
ante las cámaras de quienes lo iban a detener y luego obligado a posar esposado
junto a ellos.
La humillación no fue al ex funcionario todopoderoso. Al
candidato a vicepresidente que obtuvo el 54% de los votos en la anteúltima
elección presidencial. Ni al ex ministro de Economía temido por los
empresarios.
Tampoco fue la humillación que para cualquier persona lleva
implícita una acusación por corrupción,
sobre todo cuando la Justicia investiga en el momento en que esas acusaciones
tienen lugar. En tiempo real.
No fue eso. Se trató de una humillación innecesaria.
A quien se humilló ayer fue a la leña del árbol caído, al
tipo al que ni sus ex camaradas apoyan, al que hasta su ex jefa denigra. El
resultado no pareció muy heroico.
Durante los años de kirchnerismo fuerte, la mayoría de los
jueces, empresarios, medios y políticos estaban lejos de querer, ya no
humillar, sino incomodar a un funcionario. Tampoco había una mayoría social que
lo exigiera.
Pero hace tiempo que todo empezó a cambiar, se dejó de mirar
para otro lado en los Tribunales y las causas por corrupción se aceleraron. En
buena hora.
La tendencia se hizo explícita cuando la era K entró en
decadencia, se profundizó tras el triunfo presidencial de Macri y adquirió la velocidad
del rayo tras la pasada derrota de Cristina.
Esta semana, el Colegio de Abogados de Buenos Aires presentó
una investigación sobre el desempeño de los jueces.
Relevaron juzgados donde hay causas dormidas durante años,
donde aun con requerimientos fiscales y denuncias públicas, los jueces jamás
llamaron a indagatoria a los imputados. Uno de los casos mencionados es el de
Ariel Lijo, el juez que ayer ordenó la detención de Boudou.
Según este Colegio, detectaron 28 causas en las que el
magistrado no habría cumplido con el llamado a indagatoria de un solo imputado.
Algunas causas tienen más de una década.
Ahora, el argumento de la detención es el temor a que este
ex funcionario, con su poder e influencia, pueda interferir con la Justicia. El
mismo argumento que se usó con De Vido y otros.
Puede ser atendible, pero no deja de resultar curioso que
los mismos funcionarios que cuando tenían un poder de verdad absoluto ni
siquiera eran molestados por la Justicia, ahora resulten tan peligrosos.
Ayer se vivió un clima de celebración en las redes y en
medios anti K. Grieta a full: cuando Boudou estaba en el poder humillaba a
todos, ahora tiene lo que se merece, como otros kk.
Fue un día de batalla campal entre el sector A y el sector B
de los agrietados. El odio es recíproco. Están convencidos de que el otro es el
enemigo. Y al enemigo ni Justicia, ni ayer ni hoy.
Boudou, De Vido, Jaime, Baratta, López, Báez y Minnicelli ya
están presos. Y pronto vendrán otros.
Ese no es el problema. El problema es que todo resulta
demasiado tarde, demasiado al ritmo del poder de turno, demasiado obvio.
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