"La prensa
rigurosa está siendo suplantada por un montón de manipuladores y
demagogos"
Pérez-Reverte: "Las redes sociales van a matar el periodismo". |
Por Virginia Drake
Si nuestra revista cumple tres décadas, también lo hace la carrera
literaria de Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951). Hace 30 años, Arturo
acababa de publicar su primera novela, El húsar, mientras cubría
los conflictos bélicos para RTVE y empezaba a dar contenido a El
maestro de esgrima.
De sus inicios como novelista, de su encuentro
con XLSemanal hace 25 años, de las redes sociales y del paso
del tiempo contemplado desde la atalaya de un hombre maduro, hablamos con él.
XLSemanal. La vida de XLSemanal y la de Arturo
Pérez-Reverte novelista nacieron a la vez. Se puede decir que estamos de doble
celebración.
Arturo Pérez-Reverte. Curiosamente, así es. En 1987 fue la primera
vez que empecé a escribir con la consciencia de estar haciendo una novela. Por
esa época empezaba ya a sentirme novelista.
XL. ¿Qué retrato haría de la España de aquel año?
A.P.R. No podría hacerlo. Solo en 1987 fui reportero en casi una decena
de países. Pasaba la mayor parte del año fuera. Hasta el 94, en que me retiré,
nunca tuve una mirada directa sobre España. La veía desde fuera.
XL. Su salida de TVE estuvo acompañada de un cierto desencuentro: «¡Que
os den morcilla!», escribió en su carta de despedida.
A.P.R. En 1993 me pidieron que dejara de cubrir guerras para hacer un
programa de sucesos que se llamaba Código uno. El programa lo
colocamos número 1 de audiencia, pero a mí no me gustaba. En una conferencia en
Pamplona dije que era basura y decidí dejarlo y volver a la guerra, con gran
disgusto para TVE.
XL. Acababa de empezar su etapa de columnista en XLSemanal.
A.P.R. Yo no me considero columnista. Un columnista es alguien que opina
de manera directa sobre hechos políticos y sociales concretos e inmediatos. Yo
soy un escritor que escribe artículos literarios en los que narra recuerdos,
guiños a los amigos, anécdotas personales…
XL. Y usted ¿cómo ha evolucionado?
A.P.R. Al principio era un reportero que acababa de dejar de serlo. Tenía
los instintos profesionales mucho más en carne viva. Ahora soy un escritor
sexagenario largo y mi mirada es más reflexiva. He cambiado en ciertas cosas,
como todas las personas mayores.
XL. ¿En qué, por ejemplo?
A.P.R. Sobre todo, se ha acentuado mi desprecio por la estupidez. Si
antes la maldad, la guerra o el dolor me irritaban y me hacían darle a la tecla
con furia, con los años he descubierto que peor que todo eso es la estupidez.
La estupidez humana -española y no española- me enfurece.
XL. ¿Se ha hecho más intransigente?
A.P.R. Con lo único con lo que me he vuelto intransigente es con la
estupidez. Yo puedo discutir, dialogar e incluso aprender de un malvado si es
inteligente, pero con un estúpido no hay nada que hacer. Gran parte de los
males de la sociedad española actual provienen no de la maldad, sino de la
estupidez. Lo he dicho alguna vez. si juntas a un malvado con mil idiotas,
obtienes mil y un malvados.
XL. ¿Y cómo cree que ha cambiado nuestra revista en 30 años?
A.P.R. Ha evolucionado al ritmo de la sociedad: se ha perfeccionado, se ha
depurado, se ha modernizado y ha ido abordando líneas editoriales y de
reportaje muy diversas. Creo que ha evolucionado muy bien, mientras que otros
suplementos se han quedado viejos y caducos o han hecho reformas
artificiales. XLSemanal ha evolucionado de forma natural, poco
a poco; siendo el mismo, pero a la vez cambiando a mejor. Y esta modernización
me gusta mucho porque ha mantenido el vínculo con el viejo periodismo que se
hacía en la época en la que yo empecé en él y, sin romperlo, lo ha ido
desarrollando hacia territorios nuevos, adaptándose a los nuevos tiempos.
XL. Sin duda, el gran cambio de estos tiempos son las redes sociales.
A.P.R. A mí las redes no me han cambiado mucho porque soy de la vieja
guardia y en mi vida pesa más mi biblioteca, como en buena parte de mi
generación.
XL. Pero usted es activo en las redes…
A.P.R. Por eso puedo hablar con autoridad. Son un medio de comunicación
muy potente, por eso las utilizo. Lo que no hago es vivir ‘en’ las redes
sociales: viajo sin Internet, llevo un teléfono antiguo sin conexión a la Red,
me conecto solo cuando estoy en un hotel tranquilo o en mi casa, y poco más.
XL. ¿No mantiene relación con sus lectores?
A.P.R. Sí, en la medida que puedo. A través de las redes doy información
y les contesto cuando me hacen consultas ortográficas y gramaticales o incluso
cuando me piden ayuda con perros abandonados… Y lo hago con mucho gusto.
XL. ¿Para usted la Red es más un aliado o un estorbo?
A.P.R. Es un aliado que, cada lunes, hace que mi artículo del XLSemanal llegue
a cualquier parte del mundo. Pero yo soy muy prudente porque las redes sociales
son muy peligrosas: por ellas fluye mucha información, pero no discriminan, no
jerarquizan y no filtran. En la Red, tanto peso puede tener una opinión de
Vargas Llosa como la de un analfabeto populista. De la cultura del receptor y
de su capacidad de filtrar depende todo.
XL. Entonces, ¿cuál es su veredicto?
A.P.R. En un mundo como este -inculto, complejo, lleno de ruido y con muy
poco criterio-, las redes sociales crean mucha confusión porque no siempre el
receptor filtra adecuadamente; y, por eso, en los últimos tiempos me he vuelto
más prudente. Yo antes conversaba con los tuiteros que me seguían -ahora me
siguen 1.900.000- y al día siguiente leía titulares fuera de contexto en la
prensa. Descontextualizada, la red social es muy peligrosa.
XL. ¿Cómo evitar que una información falsa se convierta en creíble a través
de la Red?
A.P.R. Ese es el problema y es gravísimo. La prensa rigurosa está siendo
sofocada y suplantada por un montón de aficionados, manipuladores y espontáneos
que forman un grupo heterogéneo en el que prima la ausencia de rigor. Ese rigor
que se le exige al periodista, y que él se exige a sí mismo, pierde la batalla
frente al populismo, a la demagogia barata, a la noticia sin confirmar y al
sensacionalismo fácil de las redes sociales. Este es un territorio muy
peligroso. Al final, la gente se está comportando, está votando y está pensando
más según lo que le ofrece la red social populista, desordenada o irresponsable
que lo que le ofrece el medio riguroso y contrastado. La información veraz ha
sido sustituida por el ruido y el rumor de las redes sociales.
XL. Es paradójico que un invento que revoluciona el siglo sea una
amenaza.
A.P.R. Igual que el turismo masivo va a matar la cultura en Europa, las
redes sociales van a matar el periodismo.
XL. ¿Le queda algún gramo de optimismo por alguna parte?
A.P.R. Sí; el conocimiento que te dan los libros, la observación y el
sentido común permiten no arreglar el mundo -que no tiene arreglo-, pero sí al
menos comprender por qué ocurren las cosas. La cultura es un analgésico, no
quita la causa del mal, pero ayuda a soportarlo. La cultura es la aspirina de
la vida y más en tiempos turbulentos como estos.
XL. ¿No vamos a mejor?
A.P.R. Yo pasé buena parte de mi vida en el mundo real, que es la guerra
y es donde la gente sufre, se mata, roba, depreda, muere… Pero la gente ha
vivido en un mundo irreal por creer que habíamos resuelto el problema de la
vida, que todo iba a ser ya estupendo para siempre: derechos del hombre,
confort, economía… Algunos advertimos durante estos 20 años que esto era un
puro espejismo, anunciamos la crisis cuando nadie la veía y nos llamaron
‘agoreros’, sin aceptar que estábamos inmersos en una burbuja falsa. Después,
la realidad terminó imponiéndose; y descubrimos que ni seguridad ni economía
boyante ni nada. que vivimos en un lugar muy peligroso, muy cambiante, en el
que únicamente la cultura, el coraje, la dignidad y el valor te pueden ayudar,
al menos, a soportarlo.
XL. ¿Qué futuro nos augura?
A.P.R. A mí el futuro no me preocupa, porque yo no voy a estar aquí. Que
cada uno haga su trabajo y asuma su cuota de responsabilidad.
XL. Pero tiene una hija…
A.P.R. Yo he educado a mi hija para que sea culta, para que pelee, para que
esté bien formada, hable muchos idiomas, conozca el mundo, tenga una gran
biblioteca… He hecho bien mi trabajo. Ahora es ella la que tiene que pelear por
su trabajo y por su futuro.
XL. Parece que le pesan los años.
A.P.R. Hacerse mayor tiene muchos inconvenientes, pero también una gran
ventaja. te va creando una saludable indiferencia. No es que sea indiferente
del todo porque soy humano, tengo sentimientos, amistades, amores, odios… pero
llegar a cierta edad me va distanciando. Saber que tu plazo es limitado hace
que todo sea más fácil de asumir y mucho más confortable. Incluso no tienes que
preocuparte ni siquiera por ahorrar porque no vas a estar aquí dentro de 30
años.
XL. ¿Pensar que su futuro es así de corto no le desasosiega?
A.P.R. Al contrario, pensar que tu futuro son 10 o 15 años ayuda una
barbaridad, al menos a mí. Me consuela muchísimo, me llena de un estoicismo
útil para soportar las adversidades y, sobre todo, me deja dormir por las
noches en vez de estar angustiado pensando en el futuro. Digamos que yo ya
estoy en la fase de observación. Observar cuando las viejas pasiones se alejan,
observar cuando los viejos impulsos ya no te zarandean, observar cuando tienes
la vida resuelta, observar cuando lo único que te preocupa es contar historias,
es un privilegio. He tenido mucha suerte de llegar hasta aquí de esa manera. Me
gusta mucho observar y es a lo que me voy a dedicar hasta que acabe: a observar
y a navegar, que es mi otra vida.
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