sábado, 18 de noviembre de 2017

Empiezan a hablar las voces de la corrupción

Vandenbroele, el "arrepentido"

Por Héctor M. Guyot

La verdad empezó a subir como una napa de agua sucia en la que flotan desperdicios. Es como si un dique de contención se hubiese resquebrajado. El secreto pujaba por salir y se abrieron fisuras en la superficie oscura del silencio. Por esas fisuras, las voces hablan. Lagomarsino, Vandenbroele, Burzaco desde el norte, De Vido con sus cartas desde la cárcel. Son voces afiebradas que saben más de lo que dicen, que revelan y ocultan, pero que rasgan, bajo la presión de las circunstancias, el velo que cubre lo que se ha tratado de ocultar.

Aparecen fragmentos, escenas inverosímiles, datos que provocan escozor. Son muchas historias y cada una de ellas es una novela, pero pronto se advierte que en verdad todas son parte de lo mismo, un solo relato, que no es precisamente el que urdía la lengua suelta de una presidenta que fue por todo y cayó en desgracia, sino aquel que se desplegaba en los sótanos del poder mientras afuera se simulaba la revolución. Esas húmedas galerías subterráneas están conectadas y conducen todas al mismo sitio. Ahora que las voces hablan, ahora que han empezado a hablar, sólo hay que saber escuchar.

Hay alguien que no habló y se quitó la posibilidad de hacerlo. La voz de Burzaco, desde el norte, lo delató. Lo expuso. Sacó a la luz el pecado, la plata mal habida, el acto de corrupción, la coima, y el hombre no lo soportó. Saber que los demás saben. O el peso de la culpa. Lo ganó la desesperación y salió a la calle en la tarde de Lanús. Dirigió sus pasos hacia el tren. En ese momento, una formación corría hacia Remedios de Escalada. El maquinista advirtió su presencia en las vías, pero no pudo frenar y lo arrolló a la altura de Oncativo. Así lo contó en este diario Gustavo Carabajal. Fue a las 19.26 del martes. Habían pasado sólo dos horas y media desde de que el hombre tuvo noticia de esa declaración que lo incriminaba en un tribunal en Nueva York. Su vida había terminado con ella. Cerca del cuerpo, la policía encontró una carpeta con algunos papeles y una nota escueta: "Los amo. No puedo creer". Tenía esposa y cuatro hijos. El mal se fagocita a los hombres.

La voz del norte está causando estragos. Habla. Lleva días hablando. Suelta nombres como antes soltaba dinero, a diestra y siniestra. Un dinero que hubiera convenido no tomar. Pero eso se sabe ahora. Cuando Burzaco lo repartía se vivía la fiesta de la impunidad y los millones corrían por los sótanos como el carbón en las entrañas de una mina que trabaja 24 horas al día. La plata que fue la felicidad de tantos hoy es un veneno. Por ella han pedido la indagatoria de Aníbal Fernández, Mariotto, Abal Medina y Pablo Paladino, ministros o agentes estatales de Fútbol para Todos, una gesta que proponía devolverle al pueblo los goles secuestrados y que en ocho años se tragó más de 10.000 millones de pesos. En ese festival de coimas y sobreprecios, una tajada quedaba registrada con el nombre de pila de la ex presidenta. Aunque ella, aclaró la voz del norte, nunca recibió sobornos de modo directo.

Como la de Burzaco, la voz de Lagomarsino se quebró varias veces durante su maratónica declaración. También rompió en llanto. Habló durante casi diez horas, pero entre dientes. No estaba allí por decisión propia, sino como acusado de ser partícipe necesario en el homicidio del fiscal Nisman. Habló mucho y dijo poco, pero sigue hablando. Al menos, dentro de su cabeza. Y lo mismo le pasa a De Vido, que suelta parte de lo que oye en su mente en esas cartas que redacta desde sus horas vacantes en el penal de Marcos Paz. Mensajes en clave a los que saben todo lo que sabe. Otro que escribe desde el ostracismo es Aníbal. Sumó su voz a los que apuntan contra ella.

Vandenbroele también tuvo sus diez horas. Pero, dicen, ni se quebró ni lloró. "Arrepentido", aportó documentos y describió su participación en las tres causas que comprometen a Boudou: la deuda de Formosa, Ciccone y el lavado. Pero al ex vicepresidente eso "no le importa". Pidió salir de la cárcel para seguir el juicio oral por Ciccone y en los tribunales se encontró con su compinche Núñez Carmona, también detenido. Almorzaron juntos una milanesa con papas fritas. Sonrientes, según las crónicas.

Acaso Boudou sea incorregible. Acaso esté nervioso. Las voces son muchas y juntas van dando traza a un rompecabezas que devela la verdadera Argentina kirchnerista y el lugar que cada cual ocupó en ella. Los que se llevaban la parte del león ya no están entre nosotros. Debieron haber tenido la oportunidad de presenciar este espectáculo en el que el agua sube trayendo la suciedad a la superficie. A fin de cuentas, en buena parte lo montaron ellos.


© La Nación

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