Por Daniel Muchnik
El apresamiento del ex vicepresidente Amado Boudou tuvo un
formidable efecto psicológico por varios motivos. En primer lugar, porque hasta
ayer el ex vicepresidente representaba a "el hombre impune", que
participa cuando y como quiere de manifestaciones políticas; aunque lo hacía
cada tanto, con barba a la moda.
Tal era el nivel de rechazo de los que antes
lo rodeaban que terminó en la periferia última de la militancia supuestamente
kirchnerista: se integró a la bailanta que formalizaban D'Elía y Esteche; luego,
este último, acusado de ser un espía de los servicios, se tomó la de San Diego,
aunque antes fue apaleado en la calle por los suyos.
Boudou vivía en Puerto Madero, sin compañías que lo
molestaran y juntando el odio de vecinos y políticos. Como si nada pasara. Como
si no llevara una mochila de deudas con la sociedad que le rompía la espalda.
Hubo muchos misterios en su vida. Del DJ de pelo largo de
Mar del Plata, militante de la vida nocturna, a la economía, a la vida
financiera y a su inserción dentro de la administración kirchnerista, donde
todo fueron elogios para él y de su parte, una inamovible verticalidad. Lo
pusieron a cargo del Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses),
una gran caja de caudales, un agujero negro del cual nunca rindió cuentas. La
Anses, el Banco Nación y el Banco Provincia fueron los grandes prestamistas de
la administración Kirchner para cubrir los agujeros del déficit fiscal.
Lo interesante de su personalidad es que siempre obedeció
órdenes sin chistar. Sus maniobras espurias para quedarse con la casa fábrica
de dinero del Estados fueron seguidas paso a paso por el periodismo de
investigación, que lo señaló, dio datos y lo investigó hasta el final. ¿Actuó
solo en esa maniobra o tan sólo representó un capricho del ex presidente
Kirchner, ávido de cajas fuertes, chicas o grandes? Es una pregunta todavía sin
respuesta.
A Boudou el juez Ariel Lijo lo hizo detener a José María
Núñez Carmona, uno de sus amigos y representantes, y citó a declaración
indagatoria a su ex novia Agustina Kämpfer, que amaneció un día con un
departamento nuevo a su nombre. ¿Como muestra de amor? Es posible.
Muchas son las preguntas que nadie ha podido responder en
los últimos años. ¿Fue elegido como vicepresidente por Cristina Fernández por su
lealtad, por su arrogancia, por su percha o por su devoción a maniobrar
especulativamente? ¿Por qué él en medio de otra gran cantidad de operadores
leales y de buen nivel intelectual?
Por supuesto que Boudou ha manifestado que su apresamiento
es antijurídico. Para el juez la detención resulta imprescindible a fin de
recuperar activos que desaparecieron entre los dedos de la mano del acusado.
Por supuesto que su ingreso a la casa penitenciaria es un golpe contra
Cristina, quien lo había borrado de su lista de contactos. La deja más frágil e
indefensa. Expuesta a que también la encarcelen a ella. Pero en el círculo rojo
imaginario que trazó el presidente Mauricio Macri y en Casa de Gobierno hay
miedo de que eso ocurra por temor a convertirla en víctima. Dios dirá qué
ocurrirá.
Bandolerismo y asalto al poder: esa fue la clave para
quedarse con las arcas del Estado. Ese absceso ha drenado con la detención sin
vueltas de las manos derechas de Julio de Vido y con el mismo ex ministro de
Planificación. La sociedad dice: "Se está haciendo justicia". Por
primera vez en gran parte del último siglo.
Quedan preguntas sin contestar: ¿Por qué la Justicia apuró
trámites guardados demasiado tiempo para caer sobre los victimarios? ¿Esperaba
el resultado de las elecciones? ¿Si el Gobierno perdía, nada de lo que estamos
viendo hubiera existido? Es un tema que amerita una polémica seria: el papel de
la Justicia recostada bajo el sol de la conveniencia política del momento.
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