Por Guillermo Piro |
Hubo un tiempo en que John Irving daba clases de Escritura
Creativa en la Universidad de Viena. En alguna entrevista recuerda esos años y
un consejo: Irving solía decirles a sus alumnos que un buen modo de capitalizar
narrativamente las experiencias vividas consistía en dar cuenta de ellas, pero
de un modo desfasado, o, si se quiere, lateral.
Por ejemplo, si sufriste un
accidente en auto, capitalizarás las experiencias si narrás no un accidente en
auto, sino un accidente, para poner un ejemplo, en avión. De ese modo evitarás
el error tan común que consiste en saltarte los detalles. Cuando rememoramos
cosas vividas, volvemos a verlas, pero eso no es garantía de que consigamos
hacer que los demás también las vean. Más bien lo contrario. Lo mejor es vertir
la experiencia en la narración de un accidente de otra índole, de modo que
estemos obligados a ver por primera vez y por lo tanto a prestar atención a los
detalles.
En el diario británico The Guardian hay una sección llamada
“Experience”. Consiste en la descripción de algo muy extraño que le sucedió a
alguien, y esa narración está hecha en primera persona. Pero lo que se cuenta
suelen ser cosas muy, pero muy extrañas. Por ejemplo, un tipo que sin haberlo
planeado se encuentra criando en su departamento junto a su pareja un cerdo
gigante (escribieron un libro contando su historia: Esther, una cerdita
maravillosa); una chica que desde hace diez años se alimenta solamente de papas
fritas; un campesino escocés a quien en un momento de distracción su perro le
roba el tractor; un camionero que por una buena razón provoca un accidente en
la autopista de Norwich; un tipo que es un Jedi, pero que nunca vio Star Wars.
Todas son sorprendentes, pero ninguna como la de Paul Templer, un organizador
de excursiones en kayak por el río Zambeze, en Zimbabue, a quien se lo tragó un
hipopótamo. Una tarde, volviendo de una de esas excursiones con algunos
turistas y tres asistentes, una de las canoas fue levantada en el aire por un
hipopótamo. Templer les indicó a los otros a dónde dirigirse para ponerse a
salvo y luego trató de alcanzar con su kayak a Evans, uno de los guías que
también había terminado en el agua. Lo que sigue es su relato: “Me acerqué para
aferrarlo del brazo, pero cuando estaba a punto de tocarle los dedos fui rodeado
por una oscuridad total. No hubo transición. Ninguna sensación de peligro. Era
como si de pronto me hubiera vuelto sordo y ciego. Entendía que mis piernas
estaban en el agua, pero mi torso estaba casi seco. Era como si estuviera
atrapado en algo viscoso. Había un terrible olor sulfuroso, como a huevos
podridos, y sentía una fuerte presión en el pecho. Tenía los brazos atrapados,
pero conseguí liberarlos y con la palma de la mano toqué los pelos de la trompa
del hipopótamo. Recién entonces comprendí que estaba debajo del agua atrapado
hasta la cintura en la boca de un hipopótamo”.
Templer cuenta que consiguió liberarse y trató de alcanzar
la canoa, pero que el hipopótamo siguió atacándolo. Nuevamente fue mordido y
arrastrado bajo el agua. Templer sintió cómo su cuerpo era masticado por el
hipopótamo, pero lo único que consiguió hacer fue contener la respiración y
esperar a que el animal aflojara la mordida. En un momento, el hipopótamo tuvo
que subir a la superficie para respirar, y allí Templer fue recuperado por otro
guía y llevado a la orilla. Tenía profundas heridas en todo el cuerpo y un
agujero en la espalda por donde se podía ver un pulmón. En el hospital le
dijeron que probablemente iban a tener que amputarle los dos brazos y una
pierna, pero al final sólo perdió el brazo izquierdo. Sigue organizando
excursiones en el río. Yo le preguntaría a Irving qué cosa cree que Templer
podría utilizar para narrar su historia.
0 comments :
Publicar un comentario