viernes, 27 de octubre de 2017

No es el fin del peronismo pero sí de los liderazgos paternalistas

Por Giselle Rumeau
Es un clásico de la política. Cada vez que una derrota estrepitosa deja al peronismo roto y en la lona, se suscita una pregunta inevitable: ¿es éste el inicio del fin? Los adeptos a esta fuerza dirán que se trata de un planteo gorila. Pero lo difícil de entender es como hizo un partido en todos estos años para conservar intacta esa capacidad de reciclarse al punto de las contradicciones extremas.

Con la excusa de ser un movimiento, hace rato que el peronismo se transformó en una cáscara vacía que se rellena con el relato que mejor convenga a la ocasión. De las conquistas sociales de Perón y Evita a la violencia de los 70. Del neoliberalismo de Carlos Menem y Domingo Cavallo al populismo de los Kirchner y el pensamiento duro de Carlos Zannini y Axel Kicillof. No importa el discurso, ni las ideas, que perdieron terreno frente a la codicia. Lo que vale es la capacidad para fabricar votos y la tremenda vocación de poder que los lleva a sancionar la Reforma del Estado menemista, como lo hicieron Miguel Angel Pichetto u Oscar Parrilli, y años después, apoyar la expropiación de YPF con la misma cara de nada.

Precisamente porque las reglas de su credo no son eternas, resulta aventurado hablar hoy del fin del peronismo. El planteo sobre el futuro de la fuerza debería ser otro: ¿el domingo pasado se terminó el ciclo del liderazgo tradicional peronista? El del cacique territorial que piensa que el poder está en movilizar a las masas, el del líder paternalista, que hace que aún hoy hablemos de peronismo y no de partido Justicialista, o de kirchnerismo en lugar de Frente para la Victoria. ¿Está agonizando esa especie personalista? ¿O el contundente triunfo de Cambiemos obedece a una foto del momento, simplemente porque es lo que hay?

Los ingredientes que llevan a los pronósticos agoreros para el peronismo son varios:

- En la provincia de Buenos Aires, incluso en los distritos más populares, el peronismo en su versión kirchnerista perdió cuatro elecciones de las cinco que hubo a partir de 2009.

- Pichetto -el hombre que se propone como el conductor de la transición- ya dijo que el PJ atraviesa "una crisis profunda, una de las más importantes desde el retorno de la democracia". Y le achacó a la ex presidenta Cristina Kirchner gran parte de la responsabilidad por la debacle.

- No existe hoy un dirigente capaz de reunir las partes en las que quedó fraccionado el peronismo. Y para peor, la sindicada como la culpable de esa crisis fue la peronista más votada en los comicios del domingo, pese a su rotunda derrota frente a Cambiemos en la Provincia. Mientras las causas que se le siguen por corrupción no avancen al punto de hacerle perder la libertad, Cristina seguirá siendo un escollo para la unidad deseada. Antes de las elecciones, la intención de Picheto, Florencio Randazzo y Juan Manuel Urtubey era encarar la reconstrucción de la fuerza y aislar a la ex presidenta con el objetivo de volver a ser un partido de centro nacional. Hoy son conscientes de que ella se transformó en la jefa de la oposición y mientras eso le siga conviniendo al Gobierno, el 2019 podría encontrarlos en el llano.

- La UCR nunca pudo generar un líder propio después de sufrir las consecuencias por la hiperinflación de Raúl Alfonsín y el helicóptero de Fernando de la Rúa. ¿Podría pasarle lo mismo al PJ por el espanto que generó el kirchnerismo, hoy con sus principales figuras desfilando por tribunales?

Las opiniones varían entre los expertos consultados.

Para el sociólogo Marcos Novaro, la fuerza no atraviesa una crisis terminal. "El peronismo tiene hoy un problema de liderazgo, algo fácil de recomponer porque es una cantera de líderes y tiene bases sólidas. Ha perdido votos en varios lugares del país, pero sigue siendo competitivo. No sacó el 2% como Leopoldo Moreau en 2003. La del PJ es una crisis acotada en relación con otras más agudas como las de los 70, que logró sobrellevar. No es comparable con el 2001, que fue una crisis de representación y sepultó al radicalismo. La UCR tiene un problema estructural. Acá sólo hay un cambio de opinión de sectores que quieren un país más moderno, más capitalista, menos populista", explica.

El analista cree que el principal escollo de la fuerza es que tiene actores institucionales pero sin figuras descollantes. "Pichetto no posee votos ni arrastre personal. Es un hombre de partido y respetado por eso. Puede cumplir una función institucional, ligar actores diversos y generar confianza, a la espera de que surja una figura. Él apostaba a Urtubey y, con la derrota del gobernador en su terruño, eso naufragó. Pero por ahora. Hay que ver qué pasa más adelante", remarca Novaro.

Sergio Doval -director de Opinión Pública de la Universidad Abierta Interamericana y titular de la consultora Taquión- coincide en que es apresurado hablar del fin del movimiento. Pero cree que el peronismo deberá construir otro tipo de liderazgo si no quiere desaparecer. "A comienzo de los 90, con el cambio tecnológico, se inició en marketing lo que se llama el consumo por demanda. Algo que en la política se fue profundizando. Ya no hay más partidos tradicionales sino frentes electorales. El PRO primero y después Cambiemos registraron esa tendencia y se comenzó a investigar las necesidades de la sociedad. Se las apropiaron y se pararon adelante de lo que el pueblo quiere. El peronismo funciona al revés. Bajo la lógica de mover a la gente para poder tener poder sobre ellos, los junta y le dice lo qué tienen que demandar y pensar. Es una construcción desde arriba hacia abajo. Si el peronismo no cambia esta lógica, claramente va a tener un problema", afirma el analista.

Para Doval, los males y dolencias que padece hoy el peronismo se arrastran desde antes, porque nació como un modelo personalista. "Se sigue diciendo peronismo o kirchnerismo. El macrismo se llama Cambiemos. Ese dato es muy significativo. Hay una lógica distinta. Y esa diferencia te indica como es la organicidad. El líder unívoco genera que lo ames o lo odies. Además de Mauricio Macri, Cambiemos tiene cuatro interlocutores fuertes con María Eugenia Vidal, Elisa Carrió, Marcos Peña y Horacio Rodríguez Larreta", insiste.

Julio Bárbaro -cuya autoridad para opinar sobre el peronismo es innegable- habla directamente del fin de los partidos y el triunfo de la no política. Considera que el PJ, al igual que el radicalismo, nunca volvió al debate de ideas y proyectos y los operadores de negocios ocuparon el lugar de los cuadros políticos. "Después de la derrota frente a (Raúl) Alfonsín, el peronismo quedo sin rumbo. La coordinadora radical parecía la dueña del futuro y engendró como espejo a la renovación peronista. Esa generación fue la responsable del fracaso de la democracia. Los peronistas retrocedieron a Menem y los radicales, a De la Rúa, y así se profundizo la decadencia iniciada en la dictadura. Terminamos en (Daniel) Scioli y Macri, dos aficionados a la política, porque el resto de los cuadros se había dedicado a los negocios.

En esa línea, Bárbaro considera que el peronismo fue, junto con el Movimiento de Integración y Desarrollo, el último intento de debatir un lugar en el mundo a partir de una identidad cultural. "El resto no llega a tomar los problemas centrales de la democracia", afirma.

Según el dirigente, el futuro de lo que quedó del peronismo está ahora ligado a la suerte del Gobierno. "Después de una derrota no hay jefes ni promesas. Y el proceso de reconstrucción depende esencialmente de los logros o fracasos del PRO. El PRO es infinitamente mejor que los Kirchner, pero lejos está de tener un vuelo y una conciencia política como la necesaria en esta coyuntura. La suma de economistas más encuestadores no da una clase dirigente, sirve para administrar rumbos, jamás para generarlos", concluye.

Algo es claro. Más allá de las profecías sobre el futuro del peronismo, está claro que el país necesita líderes dispuestos a pensar en el futuro colectivo por encima de la codicia individual.

© El Cronista

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