Por Manuel Vicent |
Los postulados de Euclides, padre de la geometría, se siguen
estudiando en las universidades después de 2.300 años de historia, y sus
elementos de rectas, segmentos y equidistancias son aplicados hoy por
ingenieros y arquitectos de forma inalterable a su trabajo. Según Euclides, la equidistancia es una relación fija en la
mitad justa entre dos puntos extremos de un segmento.
Este postulado que en
geometría es la consecuencia de una creación elegante y sutil de la mente, en
cambio en la política y en muchos comportamientos sociales es un término sumamente
denostado porque se considera una representación tibia, débil y cobarde entre
los dos extremos del segmento de ideas.
Este desprecio viene de lejos. Ya en el Apocalipsis dice
Yahvé: “Y así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi
boca”.
Ser equidistante entre la izquierda y la derecha, el
independentismo y la unidad de la patria, el capitalismo y el comunismo, la
libertad de expresión y su control, es sinónimo de blandenguería, de falta de
compromiso y decisión, pese a que en realidad es todo lo contrario.
Si la equidistancia geométrica en arquitectura permite que
la clave del arco absorba y distribuya las fuerzas de modo que las casas y los
puentes no se caigan, aplicada al humanismo consigue que toda nuestra sociedad
se mantenga en un sutil pero firme equilibrio desde que dejamos atrás a
nuestros abuelos primates.
Hay que tener mucha fortaleza interior para ser un
equidistante. Esta dura conquista del espíritu se ve hoy muy escarnecida, pero
de la equidistancia deriva la moderación, el rechazo instintivo a cualquier
verdad absoluta e incluso el sentido del humor.
Deja que los servidores fanáticos de Yahvé, de uno y otro
extremo, te insulten. La equidistancia te hará escéptico y amable; es el eje de
acero esencial para que no te derrumbes por dentro.
0 comments :
Publicar un comentario