Por Guillermo Piro |
Como todo buen intelectual –es decir como toda persona que
lee con el lápiz en la mano– soy desconfiado y previsor. Es por eso que antes
de romper la monotonía y correr en dirección a un cine –cosa que suelo hacer,
como mucho, dos veces por año–, me documento e investigo. Dado que mi hija
quería ir a ver Emoji. La película, y dado que ir al cine significa para mí una
tortura y trato de disuadirla de todos los modos posibles, se me ocurrió leer
críticas aparecidas en ocasión de su estreno en los Estados Unidos y leérselas
a ella. (Creo en la lectura en voz alta solamente con fines disuasivos.)
Emoji. La película habla de la vida de algunos emoji que
viven dentro de un smartphone, en la ciudad de Textópolis, y de uno de ellos,
Gene –un emoticón Meh, o sea “cara de nada”–, nacido con una falla técnica, lo
que le permite cambiar de expresión descontroladamente, que debe viajar por el
smartphone en busca del código que ponga fin al problema y evitar así que su
dueño reformatee el sistema, acabando con emojis, ciudad y todo.
Rotten Tomatoes es un famoso sitio que agrupa las reseñas de
las películas hechas por críticos profesionales. Alfonso Duralde, de The Wrap,
tituló su artículo Sin palabras, y dijo esto: “Emoji. La película es un
deprimente desastre que no es divertido, no tiene ideas, no tiene estilo
visual, no tiene actores que hagan cosas interesantes, no tiene un punto de
vista ni ninguna de las otras características que podrían volverla algo
distinto a una completa pérdida de tiempo”.
Matt Singer, de Screen Crush, escribió: “Hay muchísimas
palabras con las que se puede describir esta película. Estas son algunas: no
divertido, empalagoso, insensato, doloroso”.
Emily Yoshida, de Vulture, fue más allá y escribió: “Es una
de los más terribles y desconcertantes películas que haya visto en mi vida”.
En realidad Yoshida no fue tanto más allá, Lizzie Plaugic en
su artículo para The Verge la supera: “No creo que pueda decir nada divertido
sobre esta película, sólo me hizo desear la muerte”.
Charles Bramesco, del Guardian, dijo que la película es
“engañosa y malvada”, y la definió como “un ejercicio de clickbait empresarial
que finge ser una película para chicos, pero que en realidad lo que quiere es
venderles aplicaciones a los preadolescentes”.
Johnny Oleksinski, del New York Post, escribió: “Por favor,
restauren mis ojos a la programación de fábrica. Vieron Emoji. La película, un
nuevo ejemplo de branding sin alma dirigido a los más pequeños”.
En IndieWire, Dave Ehrlich se mete con los detalles: “Emoji.
La película, es muy, muy, muy mala (se trata de un hiperactivo producto de
propaganda empresarial en el que Spotify salva al mundo y un sorete habla con
la voz de Patrick Stewart). Toy Story alentaba a los niños a usar la
imaginación; esa película los alienta a usar la tarjeta de crédito de sus
padres”. (Detalle encantador: en la versión doblada que se puede ver en la
Argentina la voz de Patrick Stewart es reemplazada por alguien que habla con
acento argentino.)
Alissia Wilkinson escribió en Vox un artículo titulado: “No
vayan a ver Emoji. La película” y en el copete aclara: “Es una gigantesca
publicidad disfrazada de entretenimiento familiar. Todos los que trabajaron en
ella deberían sentir vergüenza”. Y luego, en el artículo: “Más que una película
es un insulto.”
Darren Franich, de Entertainment Weekly, escribió: “Ver
Emoji. La película es como mirar adentro de un abismo existencial”.
Así fue como mi hija y yo nos quedamos en casa viendo otra
vez Megamente. Un caluroso y sincero agradecimiento a todos los anteriormente
citados.
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