En el gobierno
esperan un triunfo que los ubique en
los 40 puntos a nivel país.
Por Ignacio Fidanza |
La Argentina siempre tan afecta a las desmesuras, ahora
empieza a metabolizar en su sistema político una convicción: Macri está
iniciando una nueva hegemonía que incluye su reelección y acaso una continuidad
posterior con uno de los tres integrantes de su mesa política más gravitante.
Las encuestas que Durán Barba suministra a la Casa Rosada
indican que Cambiemos se estaría imponiendo a nivel nacional por cuatro a cinco
puntos más de los que sacó en las primarias, lo que lo ubicaría en torno al 40
por ciento.
Con un escenario similar en provincia, con la posibilidad de una
Cristina Kirchner perdiendo, en lugar de sumar votos. Pero esa es la foto hoy
de un proceso de corrimiento en curso.
"Si esta tendencia se acentúa podríamos terminar
sumando hasta ocho puntos o incluso más a nivel país", afirmó a LPO un
agudo dirigente macrista al tanto de los últimos números, que anticipa el
vértigo de lo que viene: "Si se consolida ese resultado van a estar
imbancables".
Imbancable es el argot porteño que anticipa los efectos más
inmediatos sobre el ciudadano, de una situación de hegemonía política. Una
realidad transitoria que se puede extender durante años y en contadas
experiencias históricas por décadas -el PRI mexicano-, que el macrismo empieza
a otear en el horizonte.
La acumulación de recuperación económica, triunfo electoral
y fractura peronista, permite a Macri soñar con el inicio de un nuevo ciclo
dominante en la política argentina. Un país en el que los consensos de
"sentido común" se reemplazan con una facilidad desconcertante. El
mismo hombre que "no entendía nada", ahora es un político vivísimo,
que sabe manejar el poder como pocos.
La parábola instantánea del Pata Medina que pasó de sitiar
las calles de La Plata a entregarse sin tirar ni una piedra apenas unas horas
después, es leída como un dato definitivo de ese redescubrimiento del ahora
excelso manejo del poder de Macri.
Como suele suceder, en un ciclo que revela la estructura pre
republicana que sigue predominando en la Argentina, empresarios, periodistas,
políticos y sindicalistas, sienten correr el frío por la espalda y se apresuran
a destacar las virtudes del nuevo jefe, no sea cosa que los ponga en la mira.
Misma desmesura que vivieron Menem, Kirchner y por un tiempo Cristina, hasta
que decidió la extravagancia de ubicarse en la oposición, desde el poder.
Como toda hegemonía que se inicia, el proceso nace con la
semilla de su destrucción, que en nuestro país suele cruzar dos elementos: La
pelea por la sucesión y la voracidad que despierta saberse poderoso al punto de
rozar una impunidad, que se cree eterna.
Las fintas florentinas que bajo la mesa cruzan Larreta,
Marcos Peña y Vidal, son tan elocuentes como la desembozada expansión de
"Nicky" Caputo sobre sectores claves como energía, construcción,
finanzas y medios. Luego de una penitencia de dos años, el mejor amigo del
presidente parece haber llegado a la conclusión que ya no hay moros en el
horizonte.
Lo interesante del experimento macrista es que tiene en su
núcleo un factor inestable: Lilita Carrió. La diputada entró en una fase de
docilidad política que contradice su historia. En el PRO sostienen que es el
otoño de la alguna vez volcánica mujer que durante décadas sacudió desde sus
cimientos el sistema político, el preludio de una jubilación cercana. En los
próximos meses se verá si es un dato más que consolida la ya proverbial
"suerte" de Macri o apenas otra muestra de wishful thinking.
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