Por Carlos Pagni
Mauricio Macri se cansó de escuchar, desde que llegó a la
Casa Rosada, la cautelosa lección de Jaime Durán Barba: "Debes ser
prudente. Tenemos el gobierno, pero todavía no tenemos el poder". Desde
que aparecieron señales de que la recuperación económica es irreversible y,
sobre todo, desde que Cambiemos obtuvo un triunfo contundente en las elecciones
primarias, Durán podría autorizar un poco más de audacia.
La vida pública
argentina está operando sobre la hipótesis de que Macri, además de terminar su
mandato, podría hacerse reelegir. Con independencia de su mayor o menor
verosimilitud, esa expectativa rige hoy los comportamientos de los principales
actores en escena. El Presidente no necesitó convalidar su éxito el 22 de
octubre. Muchos jueces, sindicalistas, senadores o gobernadores del PJ se le
subordinan sin esperar ese resultado. Algunos kirchneristas, propietarios de
medios de comunicación, se están sumando a la carrera. La dirigencia nacional,
con su irrefrenable propensión caudillocéntrica, respira aliviada. Encontró en
Macri un nuevo jefe.
Macri no demora en asumir el lugar que le asignaron. Como
cuando conminó a los "jueces amigos" de Julio De Vido a avanzar sobre
el ex ministro, ayer estuvo a punto de atribuirse la caída judicial del
sindicalista Juan Pablo "el Pata" Medina. Ante un grupo de
industriales, aclaró lo que era obvio: "Lo que ocurrió ayer en La Plata no
es un accidente; es parte central de aquello por lo que estamos
batallando". En la sala aplaudía un empresario farmacéutico ultrakirchnerista,
que compartió algunas aventuras inmobiliarias con Amado Boudou. El
inconfundible fervor de los que acaban de enamorarse del cambio.
El Presidente aludió a algo casi obvio. Al tétrico Medina se
le acabó la protección. El prepotente imperio de este gremialista aumentó en
los últimos años al amparo de magistrados polémicos, como el desplazado César
Melazo. Tuvo afinidades policiales gracias a que su esposa, Fabiola García,
perteneció a la bonaerense. Y disfrutó de la complicidad de los políticos. En
especial del ex intendente Pablo Bruera. Y del quinto candidato a diputado de
la lista de Cristina Kirchner: Daniel Scioli. Medina, igual que el empresario
Diego Buraco, era uno de los nexos de Scioli con el negocio de la construcción.
A Medina le pasó algo peor que quedar a la intemperie. Fue
puesto en la mira por los nuevos titulares del poder. En marzo del año pasado,
María Eugenia Vidal notificó al secretario general de la Uocra, Gerardo
Martínez, que con "el Pata" se había terminado la tolerancia.
Martínez, conteniendo la sonrisa, aclaró que no tenía motivos para defenderlo.
Hoy Martínez relevará la conducción de la seccional platense de su gremio.
Sería un error, sin embargo, atribuir a Vidal la embestida
contra Medina. ¿Influyó en que la peripecia del sindicalista no fuera "un
accidente" la vieja simpatía de Macri con el juez federal Luis Armella,
que ordenó la detención? El Presidente conoció a este magistrado cuando era
jefe de gobierno. Armella, antiguo ahijado del duhaldista Eduardo Caamaño,
investigaba irregularidades en la agencia que administra la cuenca
Matanza-Riachuelo, de la que la ciudad forma parte. El juez todavía agradece el
llamado solidario que recibió de Macri la vez que Cristina Kirchner lo vapuleó
por cadena nacional.
Con independencia de la simpatía de Macri con Armella, el
jefe de la seccional platense de la Uocra es uno de los cinco blancos
sindicales que el Gobierno ya se había fijado en marzo de 2016. Los otros eran
Hugo Moyano; Omar "Caballo" Suárez, también en prisión; Roberto Baradel
y Víctor Santa María. Dos dirigentes aseguran que José Luis Lingeri, "Mr.
Cloro", fue informado sobre estos objetivos por su antigua amiga Silvia
Majdalani, segunda de la AFI. Para Macri el caso Medina llegó al límite hace
una semana, cuando su funcionario preferido, Marcos Peña, debió suspender una
recorrida por obras de La Plata para evitar ser agredido por las bandas del
sindicalista.
Antes de ver a Medina, rodeado de policías y fumando su
narguile, muchos sindicalistas ya se habían allanado al nuevo poder. El más
precipitado fue Lingeri. Apenas Macri le quitó el control de las obras
sociales, "Mr. Cloro" emitió un aviso publicitario con alabanzas al
Gobierno. Ayer, mientras su compañero Medina caía preso, él participó de un
acto de campaña con el Presidente y la gobernadora. Pasado mañana quizás
aparezca en un timbreo. Lingeri es la estrella de Belén que guía a toda una
corriente: detrás de él van los sindicalistas del transporte, de comercio,
sanidad y el resto de "los Gordos". "Cloro", sin embargo,
tiene una motivación particular: el temor a quedar salpicado por los oscuros
contratos de Odebrecht en la empresa AySA, que él controló durante el
kirchnerismo. Es posible que Macri termine influyendo en las derivaciones
judiciales del escándalo Odebrecht, que inquieta a su primo hermano Ángelo
Calcaterra. Sobre todo, si las causas se unifican en el juzgado de Marcelo
Martínez de Giorgi. Hoy ese juez comparte las investigaciones con dos colegas
antipáticos para el oficialismo: Daniel Rafecas y Sebastián Casanello. Martínez
de Giorgi, otro adelantado, pidió el control total del caso, en coincidencia
con la Oficina Anticorrupción. En Comodoro Py atribuyen el monitoreo de estos
movimientos al penalista Alejandro Pérez Chada. Es el abogado del Presidente;
del director de la AFI, Gustavo Arribas, y de Daniel Angelici. Lo llaman
"el ministro". Habladurías.
Aunque los resultados electorales permitieron a muchos
jueces reorientar las velas en dirección al nuevo viento, Macri no es el factor
determinante de la dinámica de Comodoro Py. Esos movimientos se entienden mejor
a la luz de la interna peronista. Temerosos del Presidente, pero, en especial,
de una Elisa Carrió fortalecida, los magistrados buscan protección en el PJ
antikirchnerista. Es el que lideran Miguel Pichetto. Juan Urtubey, su hermano,
el senador Rodolfo, y Diego Bossio, entre otros. Esos dirigentes tienen la
llave del Consejo de la Magistratura, donde se decide la suerte de los jueces.
A magistrados como María Servini, Rodolfo Canicoba, Claudio Bonadio o Ariel
Lijo les resulta comodísimo entenderse con esos dirigentes peronistas. Ellos
provienen, por distintas vías, de la misma agrupación. Si no existiera esa
afinidad, Pichetto y su grupo cuentan con otra llave para los tribunales
federales: Javier Fernández, el representante del PJ parlamentario en la
Auditoría General de la Nación. Fernández ha sido un decisivo gestor en
Comodoro Py en los últimos 25 años. Había quedado sin jefe cuando la señora de
Kirchner jubiló al tenebroso Antonio Stiuso.
Esta alianza parlamentario-judicial es importantísima. La
interna peronista se libra, antes que nada, en los tribunales. El senador
Pichetto es el rival más visible de la futura senadora Kirchner. La ex
presidenta podría mirarse en el angustiante espejo de Julio De Vido. El ex
ministro advirtió el desamparo hace un par de meses. Fue cuando el juez Lijo,
hermano de Alfredo Lijo, que fue su principal gestor en los tribunales, comenzó
a derivar hacia otros juzgados las causas que lo tenían a él como acusado. De
Vido llegó a la conclusión que se le escuchó una tarde ya lejana al célebre
"Beto" Imbelloni en la ranchada de Devoto: "El problema de tener
amigos jueces es que los jueces fallan".
De Vido, tal vez, cometió el error de no acercarse al nuevo
fogón del peronismo, como sí lo hizo el ex titular de la Aduana Ricardo
Echegaray, a través del ex senador Nicolás Fernández. Este divertido
santacruceño es un viejo amigo de Ricardo Lorenzetti. La señora de Kirchner
debería preocuparse por la cercanía de Echegaray con sus rivales internos.
Echegaray es un archivo que camina. Aunque ella enfrenta un peligro más
inmediato: la aceleración de las causas por el acuerdo con Irán y la muerte de
Alberto Nisman. ¿Puede algún juez pedir al Senado que la ex presidenta no asuma
su banca antes del 10 de diciembre?
La judicialización de la puja peronista puede ser un
problema para Macri. Por un lado, porque le impide controlar la situación de
una aliada tácita pero indispensable, como Cristina Kirchner. Por otro, porque
los peronistas antikirchneristas, con los que está negociando su agenda
económica, bloquearán cualquier renovación en los tribunales. Es decir: harán
que Macri no pueda satisfacer la mayor demanda de la hoy poderosísima Carrió.
La adaptación de la elite a un nuevo mando también se
verifica en el negocio de los medios. Cristóbal López estaría por vender su
conglomerado, con C5N a la cabeza, a los Terranova. Es la familia mendocina de
Orly Terranova, militante de Pro muy vinculado a Nicolás Caputo, el mejor amigo
del Presidente y un viejo negociador con López, sobre todo en materia de juego.
Los Terranova controlan un portal de noticias. Y avanzan en licitaciones de
obra pública con su constructora. López y su socio, Fabián de Souza, están
envueltos en una pesadilla judicial. Como Echegaray, no están para
solidaridades con su antigua jefa. Además, en Chubut, siempre fueron radicales.
Sarmiento sostuvo en el Facundo que, lo que en otras
sociedades se conoce como "sistema", en la Argentina es uno que manda
y los demás que obedecen. Con la consolidación de Macri, sindicalistas, jueces
y empresarios están reencontrando el centro de gravedad. La casa está en orden.
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