sábado, 23 de septiembre de 2017

POSELECCIONES / Huracán Lilita

Amigos y denunciados temen que Carrió rompa el actual silencio estratégico. Ruidos con la Corte.

Por Roberto García
Expectante, caminando en puntas de pie para no irritar indecisos, Elisa Carrió sueña con ser Cristina de Buenos Aires. Una meta verosímil en números: alcanzar más de 50% de votos porteños. Dirá la candidata, por supuesto, que sólo en porcentajes se la puede comparar a la viuda de Kirchner que, en el orden nacional, arañó 54% en 2011 para convertirse en una suerte de emperatriz. 

Aunque Carrió, de ganar por un margen semejante, puede arrogarse también un título nobiliario: La Reina del Plata.

En su caso, al revés de la Cristina de entonces, concurre a la justa del 22 de octubre sin herencia sanguínea ni sucesión familiar, sin duelo ni luto que la beneficie, compitiendo –eso sí– con rivales de mediano fuste para la ocasión como en aquella porfía presidencial. A la distancia, Binner y Alfonsín se reducen a la categoría de pesos plumas, poco diferentes a un Filmus sin convicción por el hábito de la derrota y a un Lousteau consagrado como hombre light en el exclusivo distrito universitario. Pista libre, entonces, para el triunfo atronador. Se entiende, con estos datos, la razón por la cual Carrió se ha vuelto conservadora, preocupada más por no disminuir su caudal que por lograr nuevas adhesiones: vendrán solas al panal, supone la abeja reina.

De ahí que la concursante hable más de temas nacionales –echarles la culpa a los Kirchner por el crimen de Nisman, según la versión del peritaje de Gendarmería– que de la alambrada Capital en la que disputa, donde Rodríguez Larreta gana sin competir y es intocable hasta por sus opositores.

Se preserva hasta ahora Carrió de otras peripecias temáticas que sensibilizan a la clase media, espacio en el que recluta sus votos. Por ejemplo, la discutible toma de colegios, allí votan padres, alumnos, docentes. Más repartidas las opiniones, al menos frente a la condena general al kirchnerismo. Además, Carrió ha visto ocupaciones estudiantiles desde el pleito laica y libre del frondizismo y no ignora que la discusión actual pertenece al siglo XIX, cuando Mitre auspiciaba el bachillerato que hoy rige mientras Roca y Urquiza proponían enseñanzas que combinaran educación con trabajo. Por lo tanto, mejor correrse; a menos que las encuestas demanden algo distinto. Obvia estrategia hasta el 22, pero el enigma de lo que hará después no se aclara.

Lo que viene. La impasse electoral, el conveniente silencio de Carrió no disipa temores, al menos para el elenco tradicional de sus denunciados u observados, cercanos o no al Presidente. Todos miran de reojo, incluido Macri: quizás se preparan para sufrir el huracán Lilita una vez que pasen los comicios. De los amigos, Angelici no sabe lo que puede caer del cielo, igual que Arribas; ni hablar del pariente Calcaterra que navega a ciegas con Mindlin, Ghella, Odebrecht, Lewis. No es el único primo carnal afectado: Jorge Macri mantiene un ojo abierto, sabe que las mujeres no olvidan y ella lo anotó varias veces. Hay ministros que también perciben una sirena de alarma. Mientras, ella no sólo ha bajado el tono para los de adentro, lo hizo inclusive con los de afuera. Esa omertà preelectoral incluyó al titular de la Corte, Lorenzetti, a quien en el Gobierno le agradecen su contribución en el futuro juzgamiento del juez Freiler. Un emisario que viajó al lugar en el mundo de Carrió, en Exaltación de la Cruz, parece que temporariamente la convenció de la inutilidad de esa ofensiva. Si bien Perón repugnaba por aquello de que en política cada tanto hay que tragarse un sapo, en este caso el enviado fue persuasivo con argumentos digeribles: se le reconoce talento, hace varios meses que le van a quitar una función, siempre permanece y alguien superior le encomienda misiones reservadas. Además de alabar la nueva conducta de Lorenzetti por orden de su mandante, el gestor recordó que hay abundantes casos para resolver en el cuerpo, vitales para el Gobierno, y que no se modificaron con la incorporación de Rosenkrantz y Rosatti. Por el contrario, en algunos casos se ha revuelto el avispero.

Tal lo que ocurre con Rosatti, quien dicen llegó a la Corte recomendado por Carrió. ¿O alguien puede suponer que Macri lo designó porque había escrito dos tomos sobre la historia de Boca Juniors? No parece tan superficial el ingeniero ni todos son el canciller Faurie, a quien conoció el día de su asunción en la Casa Rosada. A Rosatti ni siquiera hoy lo conoce, mientras la candidata porteña lo bendice desde que lo trató durante la Reforma Constitucional del 94.

Ruido en palacio. Influencias aparte, la relación de Rosatti con el Gobierno se espesó desde que el subjefe de Gabinete, Lopetegui, quiso arrancarle una venia para aumentar las tarifas sin audiencias públicas. Y mucho más compleja se transformó la relación desde que se expidió sobre el 2x1 junto a Highton de Nolasco y Rosenkrantz, contra Lorenzetti y Maqueda, decisión que el Congreso luego volteó por una algarada en la calle. Ahora, con relación al tema del 2x1, le atribuyen a Rosatti y Highton la voluntad para discutir uno de los 12 expedientes que quedaron en el limbo luego de la fulminante ley. Algunos mentideros oficiales sostienen que Rosatti se acercó a organismos de derechos humanos, en especial a uno de sus principales delegados que odia el Gobierno.

Ruido conspirativo en el Palacio, Carrió ya advirtió que sería difícil para Rosatti comulgar con esas organizaciones: a él justamente lo atacan por sus opiniones sobre el aborto, las organizaciones sindicales y hasta en algún medio lo ubicaron como miembro del Opus Dei (justo a un divorciado). Imagina la candidata que el rumoreo proviene de una reyerta en la misma Corte, en la cual asocian a su presunto protegido con Highton, pero no con Rosenkrantz. Sería imposible: a este ministro, en broma, lo consideran un desaparecido laboral. El nombre del conflicto siempre es Lorenzetti, por lo cual se desprende que nada está concluido entre Carrió y el titular de la Corte. Y que luego del 22, se reanimará el culebrón.

Para entonces, no se sabe quién será el enfermero a designar para que le aplique un sedante a la Cristina de Buenos Aires.

© Perfil

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