Por Román Lejtman |
La pericia de la Gendarmería Nacional demostrando
que Alberto Nisman fue ejecutado a sangre fría, coloca a Cristina
Fernández, César Milani y Diego Lagomarsino como piezas fundamentales
de la investigación que busca encontrar a los asesinos del fiscal federal.
Cristina había sido denunciada por Nisman
como encubridora de los terroristas de la AMIA, Milani contralaba
al fiscal desde la jefatura del Ejército y Lagomarsino entregó la
Bersa 22 que gatillaron los sicarios.
La pesquisa será extensa, engorrosa y plagada de
chicanas, pero en su debido momento la ex presidente de la Nación, el teniente
general y el técnico informático comparecerán frente al juez Julián Ercolini y
el fiscal Eduardo Taiano para declarar qué saben sobre la ejecución de
Nisman.
La denuncia de Nisman aseguraba que CFK había
firmado el Memo con Irán para garantizar la impunidad de los terroristas de
la AMIA, a cambio de un negocio millonario vinculado al comercio de petróleo y
de granos.
Nisman es asesinado al poco tiempo de esta
denuncia, tras sufrir una persecución mediática y política coordinada desde
la presidencia de Cristina y ejecutada desde los medios de comunicación
públicos y privados que respondían a la Casa Rosada. Hasta el momento de la
denuncia, pese a que perseguía a los autores del ataque a la AMIA, el fiscal
muerto jamás había recibido una sola agresión física realizada por imputados
locales o iraníes.
Cuando CFK firma el Memo con Irán, todos los fondos
de la SIDE que se usaban para investigar la causa AMIA, fueron trasladados bajo
el control de Milani. Este general de acceso directo a la entonces presidente y
hoy detenido por crímenes de lesa humanidad controlaba los movimientos
de Nisman, su familia, sus amigos y sus empleados de la fiscalía.
Milani aparece en múltiples llamadas horas antes de
conocerse oficialmente la muerte del fiscal, y esas comunicaciones se dirigían a importantes
funcionarios políticos del aparato de inteligencia que Cristina manejaba a
través de Oscar Parrilli.
Lagomarsino entregó el arma que usaron los asesinos
de Nisman. Jura que se fue del edificio Le Parc antes de su muerte y que el
fiscal le pidió esa Bersa 22 para proteger a sus dos hijas. El técnico
informático no tiene coartada: las hijas de Nisman estaban en Europa y
nunca tuvo permiso oficial para portar armas.
A Nisman lo asesinaron dos sicarios que entraron
sin obstáculos al departamento del fiscal. Las cámaras que vigilaban el
complejo Le Parc no funcionaban. El gobierno de CFK envió a
importantes funcionarios al escenario del crimen que, pese a su
experiencia, alteraron su disposición original. Estos hechos
preconfiguran una hipótesis de zona liberada y la posibilidad
de la destrucción dolosa de la prueba para montar una operación de
encubrimiento de los responsables del asesinato de Nisman.
En este contexto, Ercolini y Taiano reunirán la
evidencia necesaria para acercarse a los posibles autores ideológicos,
partícipes necesarios y encubridores del asesinato. Y cuando esas
evidencias tracen un panorama serio de sospecha, no dudarán en citar a
Cristina, Milani y Lagomarsino, tres protagonistas clave de un expediente que
se destrabó por la pericia de la Gendarmería.
La persecución recién empieza y tiene una
dificultad básica: muchísimas pruebas fueron alteradas y destruidas,
mientras los amigos, socios y empleados de Cristina aseguraban que Nisman se
había suicidado.
© Infobae
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