Por Ernesto
Tenembaum
En el comienzo del proceso electoral de este año,
diversos sectores políticos se esperanzaron con que fuera el final de una
guerra política que sacude al país desde hace, por lo menos, diez años. Unos
imaginaban que, debido a las políticas económicas puestas en marcha en
diciembre de 2015, Macri recibiría un castigo ejemplar y solo le quedaría
arrastrarse con dificultad hasta el final de su mandato, cuando debería
devolverle el bastón presidencial a su archienemiga.
Otros sostenían lo contrario: que sería el entierro definitivo de Cristina Kirchner como dirigente político, el escenario donde finalmente se expresaría el rechazo social que provoca.
Ninguna de las dos cosas sucederá.
Mauricio Macri saldrá muy fortalecido de las
elecciones de octubre.
Y Cristina Kirchner emergerá con suficiente fuerza
como para no descartar una candidatura presidencial en 2019.
La batalla continuará.
Basta mirar algunos números para entender esta
dinámica. En estos días, los principales empresarios del país, y los
comandos electorales de los partidos, recibieron el último estudio de una de
las encuestadoras tradicionales que, encima, estuvo bastante precisa al
pronosticar el resultado del 13 de agosto: le concedió un triunfo a CFK por una
décima. En ese trabajo, se refleja un crecimiento de las fórmulas de Cambiemos
y de Unidad Ciudadana en la provincia de Buenos Aires, con un resultado claramente
abierto.
Los números fríos de ese sondeo sostienen que
Esteban Bullrich obtendría el 38,4 por ciento contra el 36,8 de Cristina
Fernández. Si se eliminan del conteo los votos en blanco, la diferencia se
extiende apenas una décima. Bullrich trepa a 40,4 y Cristina a 38,7. Para
ambos, son números espectaculares: se acercan al 40 por ciento en la provincia
más poblada del país, el sueño del pibe para cualquier político.
Esa diferencia no puede ser tomada como definitiva.
Vale un ejemplo: en la noche del 13 de agosto, las mesas testigos de Cambiemos
en la provincia de Buenos Aires, que son un muestreo mucho más abarcativo y
serio que cualquier encuesta, otorgó a Bulltich 3 puntos de ventaja. O sea, que
un 1,7 es cualquier cosa menos un tema terminado.
Es cierto, de cualquier manera, que al día de hoy
las encuestadoras que acertaron el resultado de agosto -Synopsis, Opina
Argentina, Aresco- ubican todas al tope a Bullrich y solo disienten en cuál
será la diferencia.
Macri sale fuerte gane o pierda en la provincia de
Buenos Aires por algo que ocurrirá, ese mismo día, fuera de ese territorio: el
resultado nacional que obtendrá el Gobierno puede ser abrumador.
Pocas personas repararon en que los números
nacionales que obtuvo el Gobierno en agosto son aún más abultados de lo que
parecen. Eso por una sencilla razón: en una elección general, los votos en
blanco o anulados desaparecen del conteo general, por lo cual los porcentajes
de cada fuerza crecen.
Cambiemos obtuvo, sin retirar los votos en blanco,
cerca de 37 por ciento de los votos nacionales: eso surge de computar la suma
de los votos a diputado nacional en todo el país, contra el total. Si se
retiran del cómputo los votos en blanco, la suma supera los 38 puntos.
A eso se le agrega que, los principales estudios de
opinión registran las semanas post-PASO un crecimiento de todos los indicadores
de imagen oficial: el indice de confianza en el Gobierno creció, por ejemplo,
un 13 por ciento y se acerca al que recibía Cristina cuando obtuvo el 54 por
ciento de los votos.
En este contexto, es posible que Cambiemos sume más
de 40 puntos a nivel nacional, un número sorprendente desde cualquier punto de
vista. Desde que se aprobó la nueva Constitución y con ella se impuso el
mandato presidencial de cuatro años, dividido por una elección legislativa
intermedia, solo una vez el oficialismo ganó esa elección y superó los 40
puntos: esa hazaña la logró el kirchnerismo en 2005.
Menem perdió las legislativas en el 97, De la Rúa
en el 2001, y Cristina en 2009 y 2013. Macri ganará ahora pero con un agregado
que le suma curiosidad. En el 2005, el kirchnerismo triunfó luego de un
dramático crecimiento económico, que había arrancado a mediados del 2002.
Ahora, Cambiemos hará lo propio después de dos años de alta inflación y caída
de la economía.
Con un cuarenta por ciento en todo el país, el
único escollo que le queda por vencer se llama Cristina Kirchner. Pero, aun
perdiendo por poco con ella, si se dan esos números, se podrá decir que un
resultado similar, en 2019, le aseguraría a Macri la reelección. Ni en
los mejores sueños esperaba un resultado así.
En charlas privadas, altos funcionarios oficiales
se ilusionaban con llegar al 33 o 34 por ciento de los votos, arrimar a la
elección de primera vuelta del 2015. La superarán, ampliamente.
La fortaleza macrista, sin embargo, no ha logrado
colocar a Cristina al borde del abismo. Los distintos estudios pronostican que ella
se acerca al 40 por ciento de los votos en la provincia de Buenos Aires.
Si es así, habrá demostrado que tiene más votos que
el peronismo: más que Aníbal en 2015, más que Insaurralde en el 2013, y más
incluso que la boleta que encabezaron Néstor Kirchner, Daniel Scioli y Sergio
Massa en 2009. El peronismo se acercó el 40 por ciento en la provincia de
Buenos Aires con ella como candidata a senadora en 2005, con ella como
candidata a presidente en 2011 y 2015 y lo haría ahora: siempre con ella en la
boleta. Sin ella, nunca llegó del 35.
En un contexto donde caen todos los líderes
alternativos del peronismo -Juan Schiaretti, Sergio Massa- difícilmente se
puede decir que hacer una buena elección, aun perdiendo por poco, sea una
partida de defunción. El 23 de octubre ella mirará al resto del
peronismo y le preguntará, aun perdiendo, quién puede mostrar algo mejor a lo
que tiene ella.
Ni que hablar si llega a ganar.
Un defecto muy habitual del análisis político
consiste en tratar de adivinar cómo termina la película en base a la foto que
se obtiene de las elecciones. El pasado reciente de la Argentina no aconseja
esa aventura. Sergio Massa fue la estrella del 2013, Francisco De Narváez la
del 2009, Graciela Fernández Meijide en 1997, Antonio Cafiero en 1987: ninguno
llegó a la Presidencia. Nadie hubiera imaginado en 2001 que Kirchner sería
presidente en 2003. En 1981 pocos hubieran pronosticado que volvería rápido la
democracia, pero nadie se hubiera fijado en el líder de la minoría radical,
Raúl Alfonsín como presidenciable. Pensar en 2013 que Macri sería presidente en
2015 era delirante.
O sea: los resultados de las elecciones intermedias
no permiten pronosticar nada.
Con su cuarenta por ciento en la provincia de
Buenos Aires, un hábil político podría tejer alianzas para construir una
candidatura presidencial potente y competitiva. ¿Será capaz de eso Cristina?
Si no lo es, su notable capacidad de permanencia
puede dividir al peronismo, como siempre lo hizo. En ese contexto,
la situación podría beneficiar, y mucho, a Macri. Con repetir la elección de
este año, estaría al borde de la reelección.
Claro, en el medio está un país que requiere de un
buen gobierno.
Finalmente, ese es siempre el centro de la
historia.
Faltan solo seis semanas para la elección. El
tiempo pasa rápido. Todo el contexto favorece más al oficialismo que en
agosto: la economía crece, la inflación baja, no suben la nafta ni las
prepagas, el dólar está quieto, se ha fortalecido mucho la imagen presidencial.
Todo parece sonreirle al Gobierno, menos ese hueso duro de roer que se llama
Cristina Kirchner.
En este panorama, los expertos notan que ha tenido
poca influencia el caso Maldonado. Ayer, en el diario La Nación, Eduardo Fidanza
lo explicó con estas palabras: "A diferencia de lo que les sucede a las
elites y al público politizado, no hay evidencia de que se juegue algo vital
para el resto de los argentinos por el caso Maldonado. Lo que muestran las
encuestas es, en primer lugar, que dos tercios de la población está preocupado,
pero apenas uno cree que se trató de una desaparición forzada por las fuerzas
de seguridad; en segundo lugar, prevalece una fatal desconfianza: muchos
sostienen que algo se está ocultando, y la mayoría está convencida de que
Maldonado nunca va a aparecer o aparecerá muerto. En realidad, las opiniones se
explican antes por la adhesión o el rechazo al Gobierno que por la naturaleza
del hecho. Quienes lo apoyan lo absuelven de responsabilidades; los que lo reprueban
le cargan la muerte del artesano".
¿Dónde está Santiago Maldonado? es una pregunta
angustiante, pero que no define qué piensa cada cual del Gobierno. En el fondo,
más allá de cualquier episodio, hace una década que la política argentina está
marcada por la intensa pelea entre los dos dirigentes más importantes que tiene
el país, que no podrían, al mismo tiempo, ser más antagónicos.
Macri vs. Cristina.
Cristina vs. Macri.
No parece que esa cansadora historia vaya a
terminar en octubre.
© Infobae
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