Margarita Stolbizer, un capital político basado en la confianza. |
Por Laura Di Marco
El sol empezaba a caer el domingo del 13 de agosto en el
búnker del Frente Renovador, mientras llegaban los primeros resultados adversos
a Sergio Massa. Hasta aquel punto de inflexión el líder bonaerense había
apostado a la ancha avenida del medio, definitivamente sepultada por el magro
porcentaje de la elección y el clima mortuorio que rondaba en el búnker de
Tigre.
Fue entonces cuando un ladero del ex intendente empezó a entonar la
marcha peronista. Margarita Stolbizer, la socia del Frente 1 País, quedó muda,
como ajena dentro de aquella postal extraña.
¿Qué hace Margarita con Massa? El tigrense planea un nuevo
giro peronista de cara a octubre, mientras su socia está convencida de que las
elecciones no se ganan abrazándose a la foto de Evita. ¿Entra en crisis esa
alianza o se resetea? ¿Resulta políticamente viable la mixtura entre el
progresismo socialdemócrata y el peronismo camaleónico de Massa? ¿O acaso la
líder del GEN se acercó al hombre equivocado, como perciben muchos votantes de
Cambiemos que la visualizan más cerca de Mauricio Macri y María Eugenia Vidal?
Ninguno de esos interrogantes habita el mundo intelectual de
Margarita. A 46 días de las elecciones de medio término, su paradigma es otro.
"Hay que sanear y reconstruir el espacio del progresismo popular, que fue
bastardeado por el kirchnerismo. No me gusta la idea de la ancha avenida del
medio. No quiero estar en el medio. Con Sergio buscamos representar el espacio
de los progresistas legítimos. Cristina no puede ser oposición. No puede ser quien
controle a Macri, por eso quiero reemplazarla".
¿Es progresista Massa? Stolbizer analiza el reordenamiento
de la política argentina desde una perspectiva clásica. El tigrense es
progresista, dice, por su agenda social, que incluye a los jubilados, las pymes,
la baja de los precios y de ganancias. El Presidente, desde la otra vereda,
amasó su perfil dentro de la incubadora empresarial. Tiene puesta la camiseta
de un solo color. Es neoliberal. Cree en la teoría del derrame. Se crió
haciendo negocios con el Estado. Le reconoce, sin embargo, la paradoja de haber
modernizado una fuerza política conservadora. ¿Y María Eugenia Vidal, a quien
fue a buscar personalmente a su casa de Morón, después de haber ganado
inesperadamente en 2015? Siempre la diferencia personalmente de Macri, aunque
en el fondo está convencida de que la gobernadora es un clon político de su
jefe. "María Eugenia es Macri", sintetiza con un déjà vu
kirchnerista.
A los 62 años no se ve liderando personalmente una
alternativa política a futuro. No construye para octubre, tampoco para el GEN,
una fuerza excesivamente "margarito-dependiente". Diseña en el largo
plazo con una meta arquitectónica ambiciosa: la modernización del espacio
progresista, cuyo timón deberá tomar, en 2019, su socio de 45 años. ¿Massa
sería la etapa superior del margaritismo?
El tigrense nunca fue aceptado en el peronismo como un líder
ordenador. Sin embargo, después del traspié en las Paso, un grupo de
gobernadores empezó a frecuentarlo en sus oficinas de la zona Norte. Está
probado que la desesperación, a veces, produce confusiones. ¿Podría
reunificarse el peronismo en el futuro alterando los planes de la líder
socialdemócrata? En una conversación privada que mantuvieron después de las
primarias, Massa le comunicó a su socia que la "peronización" de su
campaña será, más bien, discursiva, retomando la idea de "ascenso
social", históricamente encarnada por el peronismo.
¿Qué decimos cuando hablamos? Vale la pena detenerse en la
idea de "ascenso social". La rigurosa investigación que llevó
adelante en Conurbano Infinito un grupo de académicos independientes, liderados
por el cura jesuita Rodrigo Zarazaga, corrió velos y enfocó las heridas
verdaderas. La provincia de Buenos Aires -que el peronismo gobernó durante los
últimos treinta años- concentra el 40 por ciento de los pobres de la Argentina.
La mitad de los bonaerenses trabaja en negro. El salario de los trabajadores
informales es un 40 por ciento más bajo del que perciben sus pares, amparados
en la formalidad. Datos oficiales del Plan Nacional del Agua revelan que, de
los 43 millones de habitantes de la Argentina (2015), casi el 42 por ciento
carece de cloacas, un porcentaje que es sensiblemente superior en el conurbano.
Las cloacas no son de izquierda ni de derecha.
Otro término que se volvió confuso es el de progresismo.
¿Significa lo mismo para Margarita -o para la clase política- que para el
ciudadano común? En 2007, la consultora González&Valladares midió la
cualidad progresista de los candidatos porteños, según la opinión del
electorado. En aquella medición, se llevaron una sorpresa porque, a ese podio,
la gente integró a Mauricio Macri, supuestamente ubicado en la góndola de la
política como un líder de centro derecha. ¿Qué había pasado? Los electores
habían asociado progresismo con progreso.
Uno de los hallazgos teóricos más importantes del
"duranbarbismo" es la idea de círculo rojo (que no sólo incluye al
establishment sino que abarca a la ciudadanía politizada). Se trata de dos
miradores -dos lenguajes- paralelos completamente diferentes. Jaime Durán
Barba, el consultor presidencial, suele chicanear con que el círculo rojo vive
en un tupper, desconectado de lo real. Un diagnóstico que, muchas veces, es
acertado.
"Estos no están haciendo nada. Es puro marketing... Pero,
ojo, que nosotros tampoco hicimos nada", se sinceraba esta semana el líder
de una poderosa organización social de la provincia de Buenos Aires, en medio
de las tensiones con un Gobierno que se planta más firme, después de las Paso.
La teoría del líder piquetero resume un consenso que circula en la intimidad
del peronismo. ¿La sociedad argentina ve lo mismo o se trata de una
interpretación del círculo rojo peronista?
Una encuesta nacional, realizada en agosto por Isonomía,
reveló que el 55 por ciento de la sociedad argentina constató la puesta en
marcha de obra pública nueva en el lugar donde vive. En la provincia de Buenos
Aires, ese porcentaje trepó al 62 por ciento y subió al 68 en el conurbano
bonaerense. Una mayoría social percibe que se está avanzando.
Es que, en el imaginario colectivo, la ciudadanía no asocia
al progresismo con la centroizquierda sino con la esperanza de la modernidad:
una ilusión -una demanda- que Cambiemos supo captar en su oferta política,
independientemente de que, efectivamente, sea capaz de cumplirla. "La
demanda electoral es lo que ordena al Gobierno, y no al revés. El jefe es el
ciudadano", desliza el jefe de Gabinete Marcos Peña, en la intimidad de su
despacho.
Las expectativas desmedidas suelen ser resentimientos
anticipados. Tal vez por eso Massa se desmoronó emocionalmente con el 15,5 por
ciento que obtuvo en las Paso. Está claro que su ambición política esperaba
mucho más. Su socia, en cambio, apenas lo vivió como una vicisitud. Su propia
vida le enseñó a ordenar las prioridades y, sobre todo, a distinguir los malos
momentos de las tragedias. Cuando tenía 29 años vivió una verdadera tragedia,
que formateó definitivamente su modo de encarar la vida y la política. Asistió
a la agonía de su mamá, fruto de la explosión de una garrafa en la casa donde
ambas vivían solas en Castelar. Dos meses más tarde, como consecuencia de aquel
estrés, se le desató el trastorno neurológico de Guillain-Barré, que le dejó
secuelas permanentes en sus ojos y su boca. El resultado de las primarias fue
tan sólo un pequeño obstáculo en el largo proceso de construcción de un espacio
alternativo de poder. Otra diferencia entre los accionistas principales de 1País.
Massa tiene, además, un problema de credibilidad: un déficit
que aparece en la mayoría de los focus group y que debilita sus promesas.
Margarita, en cambio y como principal denunciante de Cristina Kirchner, fue
construyendo un perfil opuesto. Un capital político, basado en la confianza,
que podría ponerse en peligro, dentro de una pareja confusa y despareja.
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