Tras las elecciones de octubre, el Gobierno impulsará una
nueva reforma jubilatoria. La cuestión de asegurar ingresos para los mayores en
la Argentina se ve atravesada por la situación fiscal y la informalidad
laboral, en lo inmediato, y por el crecimiento económico y la demografía, a
mediano plazo.
Al igual que otros países de la región, la Argentina aún es joven: tiene un alto porcentaje de población en edad de trabajar y con capacidad de generar ahorro. Esta etapa, conocida como "bono demográfico", les permite a los países aumentar la inversión y así ingresar en una senda de crecimiento sostenido. Para ello, "hay que generar las condiciones institucionales, financieras y fiscales que promuevan este mayor ahorro y lo canalicen hacia la inversión, de forma de aumentar la productividad de la economía y sostener el crecimiento del PBI per cápita una vez alcanzada la etapa del envejecimiento", explica un documento de CEPAL de Rafael Rofman, Verónica Amarante e Ignacio Apella, publicado el año pasado.
Al igual que otros países de la región, la Argentina aún es joven: tiene un alto porcentaje de población en edad de trabajar y con capacidad de generar ahorro. Esta etapa, conocida como "bono demográfico", les permite a los países aumentar la inversión y así ingresar en una senda de crecimiento sostenido. Para ello, "hay que generar las condiciones institucionales, financieras y fiscales que promuevan este mayor ahorro y lo canalicen hacia la inversión, de forma de aumentar la productividad de la economía y sostener el crecimiento del PBI per cápita una vez alcanzada la etapa del envejecimiento", explica un documento de CEPAL de Rafael Rofman, Verónica Amarante e Ignacio Apella, publicado el año pasado.
Inestabilidad
jubilatoria
¿Por qué el sistema jubilatorio argentino va de reforma en
reforma? "Las continuas reformas están asociadas al cortoplacismo crónico
argentino y su insostenibilidad", evalúa Santiago Urbiztondo, economista
jefe de FIEL. De un régimen de solo reparto, que surgió a mediados del siglo
pasado, se pasó a otro de reparto con capitalización en 1993 y luego en 2008
hubo un regreso al reparto puro. En todos los casos, las reformas estuvieron
asociadas a la disponibilidad o no de caja en cada coyuntura.
La reforma de 1993, que creó un régimen de capitalización
con las AFJP adicionado al de reparto opcional, implicó una férrea disciplina
fiscal en el otorgamiento y cálculo de las prestaciones, al no poder usar para
el pago de beneficios los aportes personales, que pasaron a ser administrados
por las AFJP. "Ese período de disciplina fiscal resultó de una forzada
visión de largo plazo ante la imposibilidad de continuar con la generosidad
previsional anterior", describe Urbiztondo.
La inestabilidad del sistema previsional provocó un esquema
de impuestos al trabajo y aportes previsionales crecientes, que fomentan la
informalidad, y un lento deterioro en términos financieros, de justicia y de
equidad del sistema previsional, que dañó las posibilidades de asegurar
ingresos en la vejez de manera acorde con los aportes realizados en la vida
activa, agrega el economista jefe de FIEL.
En todos los sistemas y en todos los tiempos, la extensión
de la expectativa de vida hace que se necesiten aumentos de los aportes (es
decir, subas de las tasas de aporte o de los años con contribuciones o ambas
cosas) o de la edad mínima para el retiro; o reducciones de la tasa de
reemplazo (relación entre la pensión y el salario promedio); o un combo de todo
esto. Otra opción es recurrir a fuentes de ingreso externas al sistema:
impuestos.
Sin embargo, en el caso argentino, para el economista jefe
de FIEL, la informalidad laboral es más grave que el problema demográfico.
"Hay que establecer una relación razonable y continua entre los aportes y
los beneficios jubilatorios a lo largo de la vida de cada individuo y sus
dependientes", sostiene.
Por otra parte, Urbiztondo propone no acentuar los
requisitos mínimos a cumplir para obtener beneficios regulares. "La alta
chance de incumplimiento a lo largo de una vida laboral activa previsiblemente
azarosa induce a una mayor informalidad y lleva al crecimiento de prestaciones
universales financiadas con la reducción de las prestaciones efectivas a los
cada vez más escasos aportantes", considera.
Viejos problemas
"El sistema previsional argentino viene con problemas
desde hace cuatro décadas porque el sistema de reparto antiguo contemplaba
beneficios previsionales que no se condecían con la realidad demográfica,
laboral y de administración del régimen", coincide Marcelo Capello,
presidente del Ieral de la Fundación Mediterránea. "No se trató sólo de
envejecimiento poblacional, sino también del aumento en la informalidad
laboral, que en alguna medida fue consecuencia de las altas contribuciones
establecidas para financiar beneficios previsionales muy ambiciosos, al menos
en la ley, y de una administración demagógica del sistema, con períodos en que
se concedían con demasiada facilidad beneficios previsionales antes de la edad
legal de retiro, o en que se aprobaban privilegios especiales para algunos
subsistemas", agrega.
Luego, con la creación del sistema mixto en la década del
90, la transición fue fiscalmente muy costosa y, cuando estaba comenzando la
reducción del déficit, se tomó la decisión oportunista de estatizarlo, luego de
haber asumido todos los costos del pasaje de régimen, describe.
Según estimaciones del Ieral, el sistema actual, si bien ya
no promete una tasa de reemplazo del 82% del salario en actividad, a través de
las moratorias previsionales y el plan de reparación histórica, está llevando
el gasto previsional a cerca del 10% del PBI, un porcentaje muy alto para
América latina.
"El sistema de pensiones actual no cuenta con una
fuente de financiamiento genuina, sólo cubre con impuestos al trabajo el 70% de
los gastos previsionales actuales, y requiere del financiamiento de impuestos
generales: porcentajes de impuestos específicos, y detracciones de la
coparticipación de IVA, Ganancias, y de la masa general", precisa Ariel
Barraud, presidente del IARAF. Con la informalidad, el dinamismo y la rotación
que experimentan los trabajadores, el sistema no parece sostenible en el largo
plazo. Además, la tasa de reemplazo es, en promedio, inferior al 40% de la
remuneración.
Desafíos
A mediano y largo plazo, los desafíos demográficos y los e-
conómicos son mayores, subraya Barraud. Por el lado de la demografía, caerá la
tasa de crecimiento de la población y esto, agudizado por mercados informales o
más dinámicos, se traducirá en una caída del crecimiento de la población
aportante. Este escenario se agravará financieramente ante el incremento de la
esperanza de vida de la población, que extiende el plazo promedio de
dependencia de las personas y, en consecuencia, incrementa los fondos
necesarios.
El ¿fracaso? chileno
En los 90, el modelo a imitar en materia previsional era
Chile, pero ya no. "El fracaso del modelo chileno es relativo",
sostiene Urbiztondo. Sus indicadores de rentabilidad (el valor de los fondos
acumulados en relación con los aportados) han sido altísimos y, para quienes
aportaron regularmente, las prestaciones respecto de los aportes realizados son
excelentes, apunta.
"El problema es que los aportes realizados fueron muy
bajos y no se incluyó un pilar de beneficio universal que complementara los
ahorros personales de los trabajadores de menores ingresos y con menor
regularidad de aportes, por lo cual surgió una insatisfacción importante entre
los aportantes de menores ingresos o con aportes más irregulares a lo largo de
la vida laboral activa", describe.
En Chile, los aportes al sistema han sido históricamente del
10% del salario. La "crisis del sistema" se resolvió con un incremento
en las tasas de contribución de cinco puntos. De todos modos, las tasas
chilenas aún resultan inferiores a las de la Argentina.
Capello coincide con Urbiztondo. "No se puede decir que
el modelo chileno fracasó, ya que cumplió uno de los objetivos que era volver
sustentable el gasto previsional", afirma. El nivel relativamente bajo de
las prestaciones se debe a que en Chile los aportes al sistema previsional, en
porcentaje del salario, equivalen a casi la mitad que en la Argentina. Esto
favorece la contratación de mano de obra, pero genera beneficios previsionales
relativamente bajos con relación a los salarios en actividad.
Además, la informalidad laboral, bastante menor que en la
Argentina pero aun así alta con respecto a países industrializados, junto al
nivel de las prestaciones, condujo a la necesidad que el Estado asegurara
montos mínimos de prestación para un sector de la población. "No obstante,
se trató de una solución mucho más racional que la implementada en Argentina
con las moratorias previsionales", considera.
"El sistema de capitalización, como el de Chile, no es
una solución definitiva al problema por la variabilidad del rendimiento, la
incertidumbre y el riesgo inherente al sistema financiero", enfatiza
Barraud. En Chile, un exagerado optimismo en los rendimientos futuros puede
haber llevado al establecimiento de un porcentaje de aportes obligatorios muy
bajos (10%) que también terminan otorgando una tasa de reemplazo baja, sobre
todo en los casos en que no se complementó de manera voluntaria.
Otros modelos
"No hay evidencia definitiva sobre qué modelo de
pensión es más exitoso", señala Barraud. Los países desarrollados que
agotaron su bono demográfico, algo que se prevé que suceda en 2035 en la
Argentina, van en dirección a garantizar una jubilación mínima universal para
todos los ciudadanos que cumplen las condiciones de edad. Además, dan aumentos
marginales a los individuos en función de sus años de aporte y estimulando, vía
beneficios impositivos, el ahorro previsional voluntario, para que cada persona
ahorre para su retiro el monto que considere conveniente, describe el
presidente del IARAF.
"Cada modelo depende del contexto en que se aplica,
tanto actual comoe sperado", enfatiza Barraud.
En la región (Colombia, México, Brasil y Chile) hay un
aumento de los esquemas que posibilitan e incentivan fiscalmente el ahorro
previsional voluntario. Esto permitió en algunos países el incremento de la
tasa de ahorro y el desarrollo de un mercado de capitales más fuerte, lo cual
baja el costo del capital y aumenta la inversión, el crecimiento y el empleo.
"En Brasil, la inviabilidad del sistema previsional,
principal fuente de déficit primario, es mucho más marcada e inminente que en
la Argentina, por lo cual se requiere un aumento de los años con aportes y de
la edad mínima para el retiro, actualmente en torno a los 50 años o no
exigible", considera Urbiztondo.
En la Argentina, la reforma necesaria y eficiente es muy
distinta que la del país vecino. "Hay que contribuir a reducir la
informalidad laboral, aumentando la correlación entre aportes y beneficios con
reglas cumplibles que flexibilicen la decisión de la fecha de retiro sin que
ello signifique imponer cargas al sistema, y evitando que algunos ciudadanos
con regímenes especiales, como los autónomos y monotributistas, obtengan
beneficios financiados con impuestos y aportes en exceso exigibles a otros
ciudadanos", opina el economista jefe de FIEL.
Según Barraud, para la Argentina, el desafío es diseñar un
sistema inclusivo no sólo de los trabajadores formales, sino también del resto
de los trabajadores, aunque con la meta de generar los incentivos para una
mayor formalización del mercado laboral.
De las experiencias internacionales, habría que tomar
elementos que puedan adaptarse y complementar al esquema actual de reparto puro
con un fuerte componente de subsidios y asistencialismo.
"El país está, desde mediados de los 90, pasando por el
bono demográfico, que le permitiría una mayor tasa de ahorro, impulsada por una
relativamente mayor oferta de trabajo y menor tasa de dependencia. Es
fundamental hacer efectivo este ahorro y canalizarlo de forma eficiente de cara
a la etapa de envejecimiento poblacional", resalta Barraud y concluye:
"El desafío central es que la Argentina sea un país rico antes de ser un
país viejo".
Extensión de la edad
jubilatoria
En cuanto a permitir la extensión de la edad de retiro que,
en forma voluntaria, figuraría en la iniciativa del Gobierno, en los países en
que se implementó se lo hizo de manera muy gradual, subraya Barraud. Por
ejemplo, en el Reino Unido, el aumento de la edad jubilatoria de 65 a 68 años
para los varones terminará de implementarse en 2039 y afectando a los nacidos
entre 1970 y 1978.
"Sería conveniente que se pueda elegir el momento de
retiro, ajustando la tasa de reemplazo (mayor prestación previsional mientras
más tarde se produzca el retiro, y viceversa)", sostiene el presidente del
Ieral. "Inclusive debería darse a las personas la posibilidad de retirarse
antes de la actual edad legal de retiro, siempre que se cumpla con los años
mínimos de aporte al sistema y que se esté dispuesto a cobrar una jubilación
proporcionalmente menor", agrega Capello. Esto facilitaría la entrada de
jóvenes al mercado laboral.
Para Urbiztondo, es una cuestión de incentivos.
"Extender la edad jubilatoria de forma voluntaria es razonable si esa
opción está acompañada de una consecuencia lógica en la relación entre los
aportes totales realizados y los beneficios previsionales esperados dada la
expectativa de vida al momento de iniciar el retiro", señala.
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