Por Fernando Laborda
Un nuevo interrogante surge en el tramo final de la campaña
para las PASO: ¿puede ganar los comicios en la provincia de Buenos Aires una
postulante que casi no habla en público? La estrategia del silencio elegida por
Cristina Kirchner aspira a mostrarla como un vehículo para transmitir el
fastidio de ciudadanos que se declaran heridos por el supuesto
"ajuste" del gobierno macrista.
Apunta a que los voceros de la acción
proselitista de la principal fuerza opositora bonaerense no sean sus candidatos
a cargos electivos, sino, precisamente, las aparentes víctimas de un proceso
inflacionario de cuyas causas profundas el kirchnerismo pretende desentenderse.
En tanto, la ex presidenta busca mostrarse como una mujer común y corriente
dotada de una especial sensibilidad para percibir penurias de la gente que
muchas veces, como mandataria, se negó a escuchar. Como cuando, producida la
tragedia ferroviaria de Once en 2012, prefirió refugiarse en El Calafate para
no tener que recibir a los familiares de las víctimas.
El silencio de Cristina Kirchner se extiende a la mayoría de
los integrantes de su lista, incluyendo su primera precandidata a diputada, la
economista Fernanda Vallejos, a quien se intimó desde el propio comando
kirchnerista a callarse la boca luego de que, en una de sus primeras
apariciones públicas, defendió públicamente al procesado ex vicepresidente
Amado Boudou. No menos sorpresa provoca la desaparición de los medios de Daniel
Scioli, el más conocido de todos los postulantes del frente Unidad Ciudadana, fuera
de su jefa política. Quien sí habló fue el ex intendente de La Matanza y
postulante a diputado Fernando Espinoza, quien señaló que Cristina Kirchner,
como el peronismo, corrigió errores y "ahora escucha lo que la gente
dice".
La actitud del kirchnerismo ha desacomodado algo al
oficialismo, que por momentos insinúa cierta desesperación para forzar a
Cristina a hablar más. "¿Por qué si supuestamente tiene tanto apoyo en la
gente no recorre más la provincia y mira a los ojos a los bonaerenses?",
la desafió la gobernadora María Eugenia Vidal.
La ex presidenta trata de persuadir al electorado de que
durante su gobierno la población estaba mejor que ahora. El oficialismo busca
convencerlo de que el crítico presente de los venezolanos hubiera sido lo que esperaba
a los argentinos de haber triunfado el kirchnerismo en 2015.
El arte de hacer la plancha en el que Cristina se ha vuelto
de repente especialista puede obedecer a que confía en que sólo con su voto
cautivo estaría en condiciones de ganar la elección, algo que resulta más que
discutible. A menos que el voto no kirchnerista se fragmente demasiado entre
Cambiemos y la coalición liderada por Sergio Massa, Cristina necesitaría sumar
algo más para obtener el primer puesto. Y el problema de quien es muy conocido
es que no resulta fácilmente creíble cuando pretende exhibir una imagen
diferente.
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