Michel Foucault: una vida con "una coherencia bella, con coraje y hegemonikon". |
Por Luis
Diego Fernández
"Foucault es Nietzsche 100 años después",
dijo Tomás Abraham. Y es cierto.
El 25 de junio de 1984 Paul Michel Foucault -hijo
de una burguesa familia católica de Poitiers- muere en París. En el hospital
de La Salpétriére. Irónicamente, el establecimiento que había
analizado brillantemente en la Historia de la locura. 25 años luego
de su muerte muchas cosas se han dicho o escrito. Tal vez la constatación más
evidente hoy -que las pasiones se han aquietado- sea que debemos estudiar el
pensamiento de Michel Foucault.
Su vigencia es radiante y radical -sólo basta
ver el auge de la filosofía biopolítica italiana, todos herederos de su matriz
de análisis. Y aún queda mucho Foucault por descubrir: de los 13 cursos de que
dictó en el College de France solo han visto la luz 8; es
decir, restan todavía 5 tomos por leer.
Quizá el mejor ejercicio para pensar a Foucault sea
replicar su método en la Historia de la locura o el Nacimiento
de la Clínica: pensar lo mismo desde lo otro. El "afuera" de la
razón. O bien como se postula en Las palabras y las cosas -algo
así como "La crítica de razón pura" del siglo XX-: viendo las
condiciones de posibilidad de su existencia.
En principio, debemos decir lo que no fue Foucault:
1) Foucault no fue de izquierda -pese a una breve afiliación al PC parisino,
esto queda claro-, 2) Foucault no fue ni un téorico del poder, ni
un historiador, ni un sociólogo, 3) Foucault no pensó "el poder", 4)
Foucault no fue un "posmoderno. Foucault fue moda o divulgación
(periodistica), pero ya no lo es. Foucault fue apropiado por la "teoría
literaria" y por los "estudios de género", pero ya no lo es.
Resulta que Foucault, y hoy lo podemos ver claramente, fue, básicamente, un
filósofo, y uno bien clásico. Un filósofo, al modo de los estoicos o epicúreos
-y esto lo definió claramente su gran amigo Paul Veyne. Foucault siempre adscribió
al proyecto inaugurado por Immanuel Kant -algo que queda registrado en el
artículo del Diccionario de filósofos que el propio pensador
escribió bajo seudónimo. Esto eso es un principio ilustrado, moderno: el
estudio de las condiciones de posibilidad de conocimiento, en su caso, en el
marco de una analítica de la finitud. Por otro lado, Foucault, contrariamente a
lo que se cree, fue un filósofo de la subjetividad. El apotegma de la
"muerte del hombre" lanzado en Las palabras y las cosas es
la continuidad de la "muerte de Dios" nietzscheana. Pero esa
"muerte" era la piedra de toque para pensar otra subjetividad, ya
liberada del sueño antropológico de la modernidad. Foucault no fue un filósofo
sistemático en sentido estricto, pero si observamos toda su obra linealmente
podemos ver claramente dos períodos muy nítidos: 1) de 1954 a 1969, lo que se
conoce como la fase arqueológica, 2) de 1969 a 1984, el período genealógico
-que también puede desdoblarse en un tercer período final ético. Ambos con
largas pausas en el medio. Tres períodos, tres libros centrales: Las
palabras y las cosas (1966), Vigilar y castigar (1975), Historia
de la sexualidad (1976-1984). Tres períodos, tres temas: 1) saber, 2)
poder, 3) placer. A grandes rasgos, si en un su fase inicial Foucault desgrana
lúcidamente el saber a través de los sistemas de enunciados -el archivo-, en la
segunda, vemos la ligazón de ese saber -"verdad" histórica- en
relación con la genealogía del poder, pero un poder productivo, un poder
multipolar, que crece de abajo hacia arriba, un poder micro. Bien lejos de la
lectura freudo/marxista del poder represivo y en manos de unos pocos. Será el
propio filósofo quien nos diga que la lectura sistemática de Nietzsche lo
despertó del "sueño dogmático" de las 3 H: Hegel, Husserl y
Heidegger. Algo muy propio de la zeitgeistparisina.
La vida de Foucault fue una obra de arte. Como
Sócrates, vivió una vida filosófica: con una coherencia bella, con coraje
y hegemonikon. Consecuente con el principio que expuso en El
uso de los placeres y La inquietud de sí, son célebres las
anecdotas que se repasan en sus tres biografías más importantes -Didier Eribon,
David Macey, James Miller: su dandismo, el Jaguar que manejaba en Suecia, sus
experiencias sadomasoquistas en los saunas gay de California, el ácido en el
Death Valley en 1975, su curiosidad por el budismo zen, su apasionamiento por
la revolución iraní de Khomeini, sus batallas dialécticas con Jean Paul Sartre
-"el representaba todo lo que yo odiaba"-, su amistad con Gilles Deleuze,
su elegancia, su hedonismo, su derrumbe final a causa del SIDA. Pero más allá
de las instancias biográficas, la distancia nos va a otorgar más plenitud para
leer y colocarlo en el gran banquete de los filósofos como un clásico de la
historia de la filosofía.
Es evidente: Michel Foucault fue, junto a Martin
Heidegger y Ludwig Wittgenstein, el filósofo más grande del siglo XX. Y su
legado sólo tenía un misión: hacernos más libres, mostrarnos que las cosas, las
relaciones, nuestra identidad, es producto de determinadas circunstancias que
siempre se pueden modificar, resistir desde "dentro". Y moldear
nuestra existencia como marcas en la arena.
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Cadencia / Agensur.info
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