Por Ernesto Tenembaum
La Argentina ha vivido en estos últimos 18 meses un
experimento político sumamente exótico. Asumió un nuevo Gobierno. La mayoría de
las medidas que tomó ha tenido, como mínimo en el corto plazo, efectos dañinos
sobre el nivel de vida de la sociedad.
La brusca devaluación con la que arrancó
produjo un salto inflacionario sin suficiente compensación salarial, al menos
hasta el día de hoy. Eso redujo drásticamente el consumo, con lo cual se
resintieron también los niveles de actividad y empleo. Para colmo, a todo eso
le agregó un brusco aumento del precio de la electricidad, del combustible, del
transporte, del gas. Y el costo de vida se fue a las nubes.
La teoría política tradicional sostiene que si un Gobierno
toma esa batería de medidas debería pagar costos políticos de alguna magnitud.
El pueblo saldría a las calles a protestar, primero. Y luego lo pasaría por
encima en la primera elección disponible.
Sin embargo, el domingo pasado, el presidente Mauricio Macri
sorteó con éxito su primer test electoral después de haber llegado al poder. La
vida te da sorpresas: ocurrió exactamente lo contrario al infierno tan temido.
Macri obtuvo más votos aun que hace dos años. Es cierto que su apoyo no incluye
a la mayoría de la población: supera apenas el 36%. Pero enfrenta a una
oposición atomizada y sin liderazgos claros, y logró vencer incluso en
territorios inexpugnables, controlados desde hace décadas por clanes familiares
o caudillos eternos. El panorama aparece ahora tan favorable a él que empieza a
hablarse seriamente de la posibilidad de que sea reelecto de aquí a dos años.
Macri es un personaje rarísimo para la historia política argentina.
Es el primer presidente surgido de las familias más ricas del país, desde
Marcelo Torcuato de Alvear, o sea, desde 1922, casi un siglo. Es el primer
presidente de la historia democrática que proviene de uno de los grupos
económicos más concentrados. Es el primero que fue presidente de un club de
fútbol, el primero que no pertenece a un partido tradicional, que no es radical
ni peronista, el primero de centro derecha que llega por vía democrática, el
primer ingeniero. Si todo marcha como hasta ahora, y no hay motivos para
afirmar lo contrario, será el primer presidente democrático no peronista que
termine su mandato con normalidad... ¡desde 1928!
Naturalmente, hay distintas especulaciones sobre las razones
profundas que explican esta excepcionalidad. La caída en el nivel de vida es un
hecho indiscutible. Pero, al mismo tiempo, hay diferentes puntos de vista
acerca de quién tiene la culpa de la situación actual y en qué proporción: si
el Gobierno anterior o el actual. Además, también se discute quién está más
capacitado para solucionar los problemas. Con lo cual, al menos por ahora, hay
un sector muy importante de la sociedad que respalda a Macri: porque cree que
recibió una pesada herencia, porque no quiere volver a los tiempos de Cristina
Kirchner o porque considera que Macri conduce una transición dolorosa hacia
tiempos mejores.
¿Cuánto durará ese respaldo?
Nadie lo sabe.
Pero, por ahora, se mantuvo pese a que su periodo de
Gobierno ha sido muy duro.
El Gobierno intentará demostrar ahora que el paso por el
desierto ha sido necesario y es hora de cosecha. La argentina es una sociedad
con una altísima proporción de pobres, cerca de un 30%, y con serios problemas
de déficit fiscal que se financia con un endeudamiento que crece a paso
redoblado. El Gobierno cree que cada año la economía crecerá un poco más, el
déficit caerá y la inflación bajará, en un círculo virtuoso que se irá
acelerando a medida que pasen los meses. Sus críticos más pesimistas opinan que
los niveles de endeudamiento y déficit empujarán al país a una nueva crisis sin
retorno: cada vez se necesitará más endeudamiento, los intereses incrementarán
el déficit, habrá más necesidad de financiarlo, hasta que los capitales huyan
despavoridos y todo explote por el aire.
Se trata de la Argentina: basta mirar la historia para
concluir sobre quién tiene más posibilidades de acertar el pronóstico. Contra
ese fatalismo, deben competir todos los gobiernos.
En uno u otro caso, Macri ha conseguido este último fin de
semana mayores márgenes de maniobra. Como mínimo, la mecha del barril de
pólvora sobre el que está sentado, se ha alargado. Como máximo, tendrá tiempo
para poder apagarla a tiempo.
"Empezaron los mejores veinte años de la historia
argentina", celebró el domingo. Es muy curioso lo que puede llegar a decir
una persona, cuando está embriagada de felicidad.
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