Por Guillermo Piro |
Tengo mucho respeto por los idiotas. Los idiotas son meros
errores de la madre natura, no agradecer su existencia equivale a rechazar la
utilidad de los errores. La naturaleza, que no es infalible, avanza y crece en
base a la prueba y el error. Los idiotas son esas pruebas, los errores sin los
cuales no podrían existir los aciertos posteriores.
La frenología es una
pseudociencia según la cual las funciones psíquicas de los individuos dependen
de zonas particulares del cerebro y de la conformación exterior del cráneo. Sus
cultores, los frenólogos, son justamente quienes se dedicaron en la segunda
mitad del siglo XIX al estudio de la relación entre la anatomía y la psiquis.
Idiotas.
Antes de que cayera en el olvido y fuera mundialmente
desacreditada, la frenología sirvió para desarrollar teorías delirantes como la
de Cesare Lombroso en Italia, Paul Julius Moebius en Alemania y Louis Allen
Vaught en los Estados Unidos, cuyas investigaciones, básicamente, los llevaron
a considerar que un criminal era tal en virtud de su conformación física, y que
por lo tanto cualquier rehabilitación o cualquier intento de volverlo inocuo
para la sociedad era imposible. En 1902, Vaught publicó Vaught’s Practical
Character Reader, un libro ilustrado con el que pretendía explicarle al mundo
los principios básicos de la frenología y, por lo tanto, compartir el difícil
arte de juzgar a una persona por sus rasgos físicos. Vaught citaba cuarenta
rasgos característicos de las personas y el modo en que ciertas formas del
cráneo y del rostro los hacía manifiestos.
En el libro, por ejemplo, explica que el rostro de una
persona puede dividirse en tres, frente, nariz y mentón, y que el desarrollo de
cada parte individual corresponde a un cierto rasgo particular de la persona:
la frente alta para una persona intelectual, la nariz grande para una persona
fuerte, el mentón prominente para alguien que goza de buen apetito. Pero las
descripciones poco a poco se vuelven más minuciosas e implican cosas como la
distancia entre la nariz y el labio superior, la forma de las cejas o cierta
curvatura de la nariz. La frenología puede tener poco rigor científico, pero es
muy divertida: dice Vaught que la inclinación de las cejas sugiere inclinaciones
criminales y el corte de la nariz puede indicar cierta idoneidad en
determinadas áreas particulares del quehacer humano, como por ejemplo en la
contaduría.
Vaught trabajó toda su vida en el Instituto de Frenología de
Chicago. En determinado momento de su vida, a comienzos del siglo XX, poco
después de haber publicado de su propio bolsillo esa obra maestra llamada
Vaught’s Practical Character Reader, quiso conocer a Mark Twain y estrechar su
mano. Twain pasaba en aquellos años una época de depresión profunda: en 1896,
su hija Susy había muerto de meningitis; su esposa había enfermado en 1903 y se
trasladaron a Italia, buscando un clima más cálido que el de Riverdale, Nueva
York, donde habían vivido hasta entonces; se hospedaron en Villa di Quarto, en
las afueras de Florencia, hasta que su hija Olivia falleció en 1904 de un paro
cardíaco. Ese mismo año, pocos meses después, se presentó Vaught para
entrevistarse con Twain. Es probable que a pesar de haber sido publicado sólo
dos años antes el escritor conociera el Vaught’s Practical Character Reader,
porque a través de un mensajero le hizo saber al frenólogo que no pensaba
recibir en su casa a semejante imbécil. Eso entristeció mucho a Vaugth, que no
se consideraba imbécil en absoluto. Pero lo tranquilizó analizar sus propios
rasgos y descubrir que bajo la espesa barba el hoyuelo en la barbilla denotaba
cierta inclinación a la melancolía y la tristeza. Con lo cual se quedó
tranquilo.
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