Por Gustavo González |
En realidad, Mauricio Macri estuvo en contra
desde el principio de que se lo echara de Diputados. Le parecía injusto
que alguien que había sido elegido democráticamente fuera despedido por sus
pares.
Creía que, por más rechazo moral que sintiera, se debía respetar la
decisión de los votantes que lo hicieron diputado.
También Esteban Bullrich se mostró tajante: “Todos los que cometieron delitos deben ser condenados, pero debe ser la Justicia la que los condene, que es la encargada de juzgar en una democracia representativa”.
Como contrapartida, el kirchnerismo siempre estuvo a favor de votar su
expulsión. Esa es la verdad. Por lo menos en 2005 ésa era la verdad.
Aquel año, Macri, Bullrich y los otros miembros del PRO perdieron
la votación contra la amplia mayoría peronista, y Luis Patti terminó siendo expulsado. El ex
comisario había obtenido 400 mil votos y no se le permitió asumir su banca.
En aquel tiempo, el PRO contaba con pocos legisladores y no logró
imponer una lógica según la cual, aun siendo muy probable que Patti fuera
condenado por delitos aberrantes cometidos durante la dictadura, los
diputados no podían anticiparse a un fallo que aún no existía. No se
trataba sólo de lógica jurídica, sino institucional: prohibirle a alguien que
ocupe un cargo para el que fue electo porque una mayoría circunstancial así lo
decide, y sin mediar una condena judicial, puede colocar a cualquier minoría en
posición de indefensión por el simple hecho de no contar con los legisladores
suficientes para defenderse políticamente.
Los argumentos que esta semana esgrimió el PRO se
parecieron mucho a los que el kirchnerismo utilizó para echar a Patti. De la
misma forma que los argumentos que ahora usó el kirchnerismo para rechazar el
despido de De Vido se asemejaron a los del PRO en aquel momento.
Es que la verdad se volvió tan relativa últimamente.
El fin y los medios. ¿Cuál de los dos PRO es más genuino? ¿Cuál de los
dos kirchnerismos lo es? ¿O es que la política en general y la campaña
electoral en particular convierten a todos en sofistas capaces de demostrar una
hipótesis con la misma vehemencia con la que tiempo después se demuestra la
contraria?
Puede que el Gobierno supiera de entrada que no tendría los votos
suficientes para echar a De Vido y que aun así siguiera
adelante para reinstalar una vez más el tema de la corrupción y lastimar a un
adversario que es experto en la materia. Y hasta puede ser entendible la
desesperación electoral de un partido por vencer en octubre a una candidata que
dejó el poder con 30% de pobres. Pero hasta qué punto eso justifica hacer algo
en lo que el PRO antes no creía.
Ricardo Alfonsín piensa que “el fin no justifica los medios ni podemos convertirnos
en caníbales”. Asegura que le teme tanto “a la corrupción como a la
violación constitucional, el imperio de la ley no es para respetarlo sólo
cuando la ley nos conviene”.
El artículo 66 de la Constitución es el que dice que se puede expulsar a
un miembro del cuerpo “por desorden de conducta en el ejercicio de sus
funciones o por inhabilidad física o moral”.
El problema es que, en este caso, esa “inhabilidad moral” se refiere a
la supuesta comisión de delitos de “corrupción”. Son acusaciones concretas que
recién se convertirán en delitos cuando la Justicia las corrobore.
No es lo mismo que cuando en 2002 se echó a la diputada peronista Norma
Ancari por insultar a periodistas. También sería debatible esa expulsión, pero
al menos se trataba de un hecho que no requería un proceso probatorio (además,
sus palabras habían quedado grabadas en un video).
En marzo de 2003, el kirchnerismo, de la mano de Diana Conti y Cristina
Kirchner, intentó echar a Luis Barrionuevo del cuerpo. La lógica que siguió fue
la que ahora critica y la que enarbola el PRO: el sindicalista estaba
inhabilitado moralmente para ser diputado por “quemar urnas en Catamarca para
impedir una elección”. El punto, otra vez, era que se trataba de una denuncia
no probada por la Justicia. Barrionuevo siguió en su cargo.
Justicia por mano propia. Uno de los legisladores que votó contra De Vido
sintetizó la lógica oficial: “Debe ser echado por corrupto, esto no va en
contra de lo que luego pueda fallar la Justicia”. El razonamiento lleva
implícita su propia refutación: “De Vido debe ser echado por un delito que
todavía no lo es”. Es la negación de un principio aristotélico clásico: algo no
puede ser y no ser al mismo tiempo. Una persona no puede ser culpable de
cometer un delito y al mismo tiempo no ser culpable. Porque la única forma de
que en este sistema político un delito sea tal es a través de un fallo
judicial. Sí puede alguien estar acusado y aún no estar condenado. Sí puede
alguien haber sido El Cajero de una matriz corrupta estatal sustentada en la
obra pública durante 12 años y sólo es cuestión de tiempo para que vaya preso.
También alguien puede haber robado y que la Justicia nunca consiga las
pruebas suficientes para probarlo y, por el viejo axioma de que se es inocente
si no se demuestra lo contrario, no ir a la cárcel. Esta última opción habrá
sido la que llevó a un legislador que apoyó la destitución a decir: “Si
esperamos los tiempos de la Justicia, entonces no actuamos nunca”.
Los periodistas estamos tan agrietados que tenemos un poco quebrado
nuestro pensamiento crítico, porque el colega que lo entrevistaba siguió
preguntando como si no hubiera escuchado a un legislador diciendo que no se
debía esperar los fallos de la Justicia para actuar. Eso se llama
“justicia por mano propia” y se lo considera un delito. Lo mismo que
la instigación.
Si nos guiáramos por el razonamiento de ese legislador de Cambiemos de
actuar antes que la Justicia, Macri habría sido echado como jefe de Gobierno
porteño cuando se lo procesó por escuchas ilegales. Y, claro, nunca hubiera
podido asumir como presidente. Habría sido un error, en particular porque seis
meses después de haber asumido, la Justicia lo halló inocente.
Y Cristina, procesada por delitos varios, podría ser destituida apenas
jure como senadora, si el oficialismo cuenta entonces con los votos necesarios.
Es de esperar que el Gobierno no vuelva a caer en esa tentación.
Desde dónde se dice. Si alguno llegó hasta esta línea superando la
cerrazón que a veces provocan las pasiones, es tiempo de aclarar algo que no
debería ser necesario para que un argumento sea válido: desde 2003, como
director de la revista Noticias y a cargo de un equipo que enfrentó a la
corriente dominante de la época, investigamos la corrupción K. La primera tapa
de De Vido se publicó en octubre de aquel año y se tituló “El Cajero”. Fue hace
catorce años y se hablaba de lo mismo que esta semana se habló en el Congreso.
Le siguieron hasta hoy decenas de tapas y notas sobre él y otros funcionarios y
amigos de los Kirchner. Lo mismo hizo este diario desde que apareció en 2005.
Hagan memoria: ¿había muchos otros medios, políticos, jueces, empresarios,
intelectuales, reclamando lo mismo? ¿Recuerdan muchas manifestaciones en las
calles protestando por la corrupción?
Los periodistas también podemos estar convencidos y pretender tener
pruebas suficientes para demostrar que un funcionario robó, pero el veredicto
lo debe dar la Justicia.
¿Que hubo jueces y fiscales cómplices de esos delitos al no
investigarlos a tiempo y como correspondía? No les quepa duda, al igual que
hubo complicidad por acción o inacción en muchos sectores sociales. Pero en
este sistema de convivencia, la única forma de condenar o absolver a alguien es
a través del Poder Judicial.
Esta vez el Gobierno estuvo a apenas veinte votos de ir por encima de
ese poder. Tuvo suerte de no lograrlo.
Si lo que se pretende es mostrar ante los argentinos y el mundo que
ahora gobiernan personas respetuosas de leyes e instituciones, que no aprietan
a los jueces ni se dejan apretar por ellos, que no cambian su verdad según la
conveniencia, pasó lo mejor que pudo pasar. Imagínense lo feo que sería para
quien piense invertir aquí descubrir que este gobierno, en el fondo, no es muy
distinto que el anterior y el anterior y el anterior. Y que, en definitiva, el
problema no es quién gobierna, sino el gen argentino.
Imagínense lo triste que sería para todos descubrir eso.
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