Por Fernando Savater |
En el País Vasco
seguimos escuchando la monserga de los presos “políticos”, que por serlo tienen
derecho a un trato preferente e incluso a una dignidad semiheroica. Les
consideran así porque sus delitos —asesinatos, secuestros, etcétera— tuvieron
una motivación “política”, que es como si a los terroristas del ISIS les
llamásemos presos “religiosos” o “de conciencia” porque justifican sus
atentados con citas del Corán.
Los verdaderos
presos “políticos” han cometido actos políticos prohibidos, no actos prohibidos
con motivación política. Fue preso político Liu Xiaobo, premio Nobel de la Paz,
que pasó cerca de una década encarcelado por haber escrito un manifiesto
pidiendo libertades democráticas en China. Y lo fue el joven americano
condenado en Corea del Norte por haber arrancado un cartel de propaganda del
régimen. Ambos solo fueron excarcelados para morir. Pero evidentemente no es un
preso político en ninguna acepción del término quien secuestró y asesinó a
Miguel Ángel Blanco.
Para encubrir que
Leopoldo López y otros 400 venezolanos son presos políticos, Garzón le llama
“golpista” y el repelente Monedero dice que ha violado las leyes del país y
ahora sigue “echando gasolina al fuego”. Calla que esas leyes coartan la
actividad política constitucionalmente reconocida y la “gasolina” es rechazar
una invalidación arbitraria de la Asamblea electa y pedir comicios con
garantías.
En España hace
cuatro décadas algunos fuimos delincuentes como él y creamos discordia hasta
que conseguimos una democracia constitucional digna de ser políticamente
defendida. Nunca quisimos un franquismo de izquierdas, como hoy reclaman
demasiados en nombre de un maniqueísmo radical que manipula la memoria y de un
“derecho a decidir” reservado a los territorios contra los ciudadanos.
© El País (España)
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