Las candidaturas
dejaron una ampliada secuela de
divisiones e incógnitas en oficialistas y
opositores.
Por Roberto García |
Hay rajaduras que no se explican solo por la humedad. Abundan manchas,
aureolas, revestimiento despegado, pintura desteñida, esas heridas múltiples que
no derrumban un edificio pero lo identifican en su decadencia. Un país, no sólo
una grieta.
Hasta aparecen insólitas controversias que más de un pícaro pretende
derivar a quienes monopolizan la división política como método de rédito
electoral, léase Macri o Cristina.
Por ejemplo, los análisis diferentes de
Roque Fernández, ex ministro de Economía, y Carlos Rodríguez, su
alter ego en la cartera, amigo y socio en una reconocida entidad (CEMA).
Fernández redactó un artículo que lo reducen a un consejo para economistas de
profesión: se le debe hacer caso a los políticos. Finalmente son
sus empleadores. Esa consigna interesó en el Gabinete macrista, hasta la
hicieron circular como prospecto, se desplegó ante empresarios demandantes, y
recomienda una saludable sumisión ante quienes consiguen los votos y que, por
variadas razones, ahora rehúsan aplicar medidas de estabilidad
consideradas de “ajuste”. Una forma de justificar la continuidad en el
cargo, la vigencia de un macrismo algo irresoluto.
Al revés, claro, de un Rodríguez que se queja del gradualismo
oficialista y, específicamente, ha cuestionado el lanzamiento del bono a 100
años. Fue un golpe, entre otros, a Luis Caputo –el encargado de pedir
plata en el exterior, para lo cual el Gobierno insólitamente le creó un
ministerio– quien no podrá argumentar falta de idoneidad técnica a la crítica
del profesor, como había hecho antes con Kicillof para descalificarlo y evitar
una discusión política. Curioso: si los cristinistas leyeran al liberal
Rodríguez podrían haber agregado a su efectivo eslogan publicitario –“este es
un gobierno para ricos”– un adicional que dijera: “Este es el gobierno
de los bancos”.
Real politik. La deriva de las grietas puede constituir un jeroglífico en la pared,
como el caso Florencio Randazzo, dispuesto a pelear
con Massa, Cristina y también con Macri. Si constituía un enigma la candidatura
de quien no recorría la provincia para conseguir voluntades ni pronunciaba
palabra alguna para seducir adherentes, más misterio produjo cuando repentinamente
fue a visitar a la ex mandataria en secreto (al parecer, junto a Alberto Fernández) para formalizar un
pacto electoral muerto antes de nacer (por las condicionalidades anticipadas de
la emperatriz: no Julián Domínguez, no Pérsico ni Navarro, estos
últimos sensibles a la generosidad de Carolina
Stanley o de su esposo Federico Salvai, jefe de gabinete de María Eugenia Vidal, a
quien Randazzo le debe más de un consejo). Al mismo tiempo, claro, que también
negociaba acuerdos imposibles con Massa. Si esa conducta imprecisa en el cierre
generaba dudas, otra intriga despierta la escasa disposición del candidato para
utilizar los emblemas del Partido Justicialista que ahora representa. Si bien dirime
con los aliados de Cristina por los espacios publicitarios que concede el
Gobierno y los fondos yacentes de la última elección, parece que no utilizará
el folklore tradicional del peronismo para la campaña que antes se consideraba
ineludible para triunfar en un comicio en la provincia. Veleidades de la
modernidad (con relación al dinero, por otra parte, se afirma que CFK
ya alertó que no está en condiciones para realizar aportes personales y,
en consecuencia, le transfirió la responsabilidad del fondeo a los jefes
comunales de Avellaneda, La Matanza y Lomas de Zamora).
Por estos episodios quizás le cueste a Randazzo descolgarse de una
imputación obvia: su propuesta electoral responde a los intereses del macrismo
para dividir el campo opositor, restarle votos a la viuda de Kirchner y
eventualmente a Massa (sobre quien pesa un cargo semejante pero en Capital,
donde su lista le poda algunos brotes a Lousteau).
Al margen de intereses y conveniencias, la leyenda bonaerense señala que
el candidato proviene de Chivilcoy, terruño que también albergó a la familia de Héctor
Magnetto, máximo jerarca del emporio mediático. Si bien no coinciden las
edades ni se reconoce amistad entre los dos, algunos allegados han construido
una novela debido a la vecindad pueblerina: indican que al padre de Magnetto,
un humilde trabajador, en más de una ocasión fue acompañado en sus dificultades
laborales por el padre de Randazzo, un ingeniero de fuerte vocación peronista,
que también observó solidaridad por el vástago de su vecino que cosechaba notas
brillantes en el colegio pero no era premiado en consecuencia. Incierta esta
narracion oral de aldea, que por medio de un presunto agradecimiento, pretende
despejar un mito de otros intereses pedestres.
Crujidos. Rajaduras varias también se advirtieron en la formación massista,
en la que fue notorio el intento por desalojar a Ignacio De Mendiguren de la
primera fila de candidatos. Es público el barullo desatado y nadie confirma si
fue la esposa del propio Massa quien retrasaba al ex hombre de la UIA, aunque
más de uno sostiene que este episodio –luego reparado con el ascenso– se
inscribe en una desavenencia en el mismo matrimonio.
Grietas momentáneas que exhibió el mismo frente de Cambiemos. Algunos
disgustados por la reentrè de Guillermo Montenegro en la provincia luego de
su estacionamiento en el Uruguay, al que algunos consideran más amigo de Massa
que de Macri. Y por haberse permitido la borratina final del neurólogo Facundo Manes, quien
con un simple mail convoca a mas de 5.000 personas en cualquier sitio. Al
menos, en comparación con Graciela Ocaña, a la cual todavía no se
sabe si Macri-Vidal-Rodríguez Larreta la convocaron por su lucha contra la
corrupción desde cualquier partido o porque convenía arrebatarla de la cercanía
de Lousteau en Capital.
Sí se acepta que el posicionamiento de Ocaña en la hilera de candidatos,
en detrimento de Manes, ha sido una cotización excesiva para el mercado
de pases políticos. “Se pagó por un 4 de Villa Dálmine lo que vale
un 9 goleador de Racing”, manifiesta un objetor con espíritu futbolístico,
al tiempo que se desvela por la intervención de Rodríguez Larreta por
recomendar a Gladys González a un lugar prioritario. “Nadie
garantiza que repita la proeza de María Eugenia, quien de la nada aterrizó en
la gobernación”. Admiten que en la intervención del SOMU, adonde llegó también
a través de la desazón, González se desempeñó con eficiencia. Tanta que habrá
más limpieza en otros gremios en el futuro.
© Perfil
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