Por Manuel Vicent |
Hablemos una vez más de política nacional. Las ostras son
moluscos bivalvos que filtran más de mil litros de agua al día. Otro tanto
sucede con los mejillones cultivados en las bateas. Estos moluscos encerrados
cada uno en su propio caparazón están unidos por la misma corriente marina que
atraviesa sus cuerpos y deja en ellos el plancton microscópico con que se
alimentan.
A menudo sucede que por sus entrañas discurre agua
contaminada, y en este caso, si no es correctamente filtrada, quien consuma
estas ostras y mejillones se expone a una grave intoxicación. Filtrar o no
filtrar, he aquí una propiedad de los moluscos y de algunos políticos
nacionales.
Cabe preguntarse si el Gobierno del PP no será como un
conjunto de ostras que sobrevive en medio de una gran cantidad de agua
contaminada y es incapaz de expulsar las toxinas. Pasa lo mismo con los
ciudadanos.
Ya se sabe que este país, que se mueve entre el pesimismo
histórico y el triunfalismo desaforado, está lleno de magníficas
individualidades en el campo de la ciencia, de la medicina, del arte
internacional, del deporte de élite, de las empresas constructoras y, por otra
parte, la mayoría de sus ciudadanos corrientes constituyen un ejemplo de
solidaridad, de alegría de vivir y de resistencia ante la adversidad.
Pero sucede que tan nobles ciudadanos se ven obligados a
tragarse una enorme cantidad de toxinas, que a cada hora generan los medios de
comunicación.
Si los casos de corrupción atraviesan día y noche sin parar,
como una corriente fétida, el cuerpo social, ¿no seremos los ciudadanos
anónimos como los mejillones colgados de las bateas, incapaces de filtrar tanta
basura política, y nos hemos quedado sin capacidad de respuesta, humildes
mejillones intoxicados siempre dispuestos a consumir, pese a todo, una y otra
vez las mismas ostras podridas?
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