Por Cynthia Ramírez
En julio de 2014, coincidiendo con la conmemoración del 203
aniversario de la Independencia de Venezuela, Leopoldo López, quien cumplía sus
primeros cuatro meses en prisión, escribió una carta abierta dirigida a la
Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), pidiéndole no dejarse
"arrastrar por la ideologización extrema promovida por el partido de
Gobierno, convirtiendo automáticamente en enemigos a los compatriotas que
tienen opiniones distintas a ellos".
Los convocaba a una “reflexión
interna, sincera y patriota” señalando que las fuerzas armadas habían “dejado
de enfrentar a los verdaderos enemigos de Venezuela, a los grupos irregulares
que azotan a nuestros compatriotas en la frontera para enfrentar a enemigos
ficticios y entes impalpables tales como ‘el imperio’, ‘la burguesía’ y ‘el
capitalismo’" y hacía un llamado para que “la familia militar” cumpliera
“con honor y compromiso patriota la Constitución Nacional, siendo guardianes de
nuestra independencia, de nuestra soberanía y del respeto y promoción de los
derechos de todos los venezolanos”.
Pero eran los años de los ascensos (más políticos que
meritorios) y las jugosas inversiones en gasto militar, así que la reflexión a
la que invitaba López no encontró mayor eco.
El pasado once de junio, tres años después de esa carta,
desde una nueva celda en la misma prisión militar de Ramo Verde, Leopoldo López
volvió a dirigirse a la FANB: "Ustedes también tienen el derecho y el
deber de rebelarse ante órdenes que buscan reprimir al pueblo venezolano, de
rebelarse para hacer cumplir la Constitución"
Este nuevo mensaje llega en circunstancias radicalmente
distintas a las de 2014 y una creciente incomodidad por parte de la FANB. Por
mencionar solo cuatro casos:
Hay por los menos 14 militares detenidos, a raíz de las
protestas que comenzaron en abril, sospechosos de "rebelión" y
"traición".
El 13 junio, Alexis López Ramírez, Secretario del Consejo de
Defensa de la Nación (Codena) renunció a su cargo, aparentemente por un
desacuerdo con la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente.
El 20 de junio, por cuestiones solo atribuibles a la
desconfianza, Maduro le quitó al ministro de Defensa, Vladimir Padrino López
sus funciones como comandante del Comando Estratégico Operacional de la FANB.
El 27 de junio, Óscar Pérez investigador del Cuerpo de
Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas de Venezuela, sobrevoló
en un helicóptero la sede del Tribunal Supremo de Justicia en Caracas
disparando y arrojando cuatro granadas que no detonaron. Del helicóptero
colgaba una pancarta que aludía al artículo 350 de la Constitución venezolana
que faculta a los ciudadanos a “desconocer cualquier régimen, legislación o
autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o
menoscabe los derechos humanos”. (Pérez estuvo desaparecido hasta ayer, cuando
publicó un nuevo video en su canal de YouTube.)
El llamado de López a la FANB para rebelarse se suma al que
hiciera en mayo el presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges, pidiendo a
los militares que “rompan el silencio” frente a la ruptura constitucional por
parte del gobierno de Nicolás Maduro.
El ejército lleva meses siendo el factor decisivo en la
permanencia de Maduro en el poder. Diversos analistas, no latinoamericanos, han
destacado que la supervivencia del régimen de Maduro depende, casi
exclusivamente, de si las fuerzas armadas están dispuestas a reprimir al pueblo
venezolano o rebelarse a las órdenes de Maduro. Pero la rebelión del Ejército
está tan cerca del golpe de Estado que en América Latina toca heridas profundas
y memoriosas: en la década de 1960 hubo en la región 19 golpes de Estado
exitosos; 18 en la década de 1970; siete en la década de 1980 y dos en la
década de 1990; los dos golpes hasta el momento en el nuevo siglo duraron solo
unas horas.
La democracia debe funcionar a través de mecanismos menos
traumáticos, para eso están la Constitución y las instituciones democráticas,
dicen. Y es cierto, pero ¿qué papel debe entonces jugar el ejército –que en una
democracia debe su lealtad a la gente de su país y sigue las órdenes de un
gobierno elegido por ella para representarla– cuando las instituciones han sido
secuestradas (o disueltas) y está por escribirse una nueva Constitución que
amenaza con liquidar a la oposición y terminar de desmontar la democracia
venezolana?
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