Por Guillermo Piro |
Nunca tuve inconvenientes en reconocer mis defectos, que son
abundantes y variados. Uno de ellos es no poder diferenciar a Natalie Portman
de Keira Knightley. Estimo que sus respectivos fans encontrarán miles de
diferencias, pero para mí son dos mujeres idénticas (y bastante famélicas para
mi gusto). Un problema de identificación similar tengo con el Corto Maltés y
Maqroll el Gaviero.
Se me dirá que estos últimos son personajes de ficción, en
cuyo caso diré que a mi juicio tuvieron más incidencia en la formación de mis
fantasías y tienen mucho más volumen que esas dos actrices raquíticas.
El Corto Maltés es una creación de Hugo Pratt. Su primera
aparición data de 1967 en la revista italiana Sgt Kirk, protagonizando La balada
del mar salado, esa en donde el marinero inefable es rescatado y traba amistad
con Rasputín. Maqroll, en cambio, es un personaje del colombiano Alvaro Mutis,
y su aparición es un poco anterior a la del Corto Maltés: 1953, en un poema
titulado Oración de Maqroll, incluido en Los elementos del desastre. (Recuerdo
a la perfección, como sólo se recuerdan las cosas traumáticas o muy
placenteras, el momento en que leí ese poema por primera vez, una noche, en un
bar de Córdoba y Pueyrredón bastante decadente, y los versos finales, que
incluso con grandes esfuerzos nunca conseguí olvidar: “Recuerda Señor que tu
siervo ha observado/ pacientemente las leyes de la manada. No olvides su/
rostro./ Amén.”)
Luego de su incursión a la vida en un poema, Maqroll fue
reapareciendo con más y menos protagonismo a lo largo y a lo ancho de toda la
obra de Mutis, aunque suele entenderse que son siete las novelas en las que
Maqroll reina con toda su radiante insolencia, entre ellas La nieve del
Almirante (1986), Un bel morir (1989), La última escala de Tramp Steamer
(1989), Amirbar (1990) y Tríptico de mar y tierra (1993). Pero el problema (si
es que podemos hablar de un problema) es que en todas sus apariciones, las más
efímeras y las más duraderas, el que siempre se aparece es Maqroll, sí, pero in
veste di Corto Maltés, disfrazado, convertido, travestido en el Corto Maltés.
Tal como me ocurre con Keira Knightley y Natalie Portman, no consigo
diferenciarlos, son la misma persona.
Pero la confusión alcanza rasgos demenciales, que sólo se me
ocurre representar como distintas locuras metidas en cajas chinas. El amigo de
Rasputín es el Corto, eso lo sabemos con certeza, ¿pero Pandora Groovesnore era
el amor platónico de quién? ¿Del Corto o de Maqroll? ¿Y Abdul Bashur? ¿Era el
amigo y cómplice de quién? ¿Del Corto o de Maqroll? ¿Ilona Grabowska era la
amante compartida por Maqroll y Bashur o por el Corto y Jack London? ¿Quién se
encontraba en la Argentina con Eugene O’Neill, el Corto o Maqroll? Dios mío,
qué novela más confusa.
No encuentro más analogías. Ni siquiera con los detectives
más clásicos de la novela negra existe semejante parecido, aunque todos
terminen teniendo la cara de Humphrey Bogart. La melancolía que atraviesa los
pensamientos del Corto y de Maqroll, creo es lo que los hace tan
intercambiables y parecidos. Nunca emprendo un viaje sin llevar conmigo un
viejo ejemplar de la vida de San Francisco de Asís del dinamarqués Johannes
Joergensen. Es un libro maravilloso (Francisco de Asís también lo fue: una vez
leí un ensayo donde se demostraba que los primeros ready-mades no fueron de
Marcel Duchamp sino de Francisco de Asís). La pregunta es: ¿quién, dónde,
cuándo leyó ese libro? ¿Maqroll el Gaviero o el Corto Maltés? Si alguien lo
descubre, por favor, hágamelo saber.
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