Por Daniel Muchnik
Tanto en Europa como en Estados Unidos, en estos días de
aturdimiento político, se sostiene que populismo es similar al fascismo. Esto
se dio en días de patoterismo, como el de Donald Trump o el surgimiento en
Europa de partidos con propuestas xenófobas, racistas y de negación de todos
los cimientos de las democracias liberales, que participan de elecciones o que
ya están encaramados en el poder. Entre los representantes populistas en
América latina, aunque algunos ya no están, figura sin duda Cristina Fernández
de Kirchner.
No faltan teóricos que afirman que el fenómeno de aparición
del populismo extremo aparece con la crisis económica de 2008 y sus
consecuencias que favorecieron aún más la desigualdad y, en el viejo continente
el fenómeno de la inmigración, el otro, el extraño identificado con el peligro.
Surgieron políticas duras de contención de la ola de africanos y de víctimas de
las guerras de Medio Oriente. Pero no fueron suficientes para calmar a muchos
grupos. No hubo reacciones sólo en el Este de Europa sino en la misma Italia. Y
hay posiciones xenófobas extremas no sólo en Holanda; las hay del mismo modo en
el democrático mundo nórdico Europeo, señalados como los más democráticos y
civilizados.
Ya estaban (los skinheads hace años) pero se incrementaron
los violentos que dieron pruebas de odio extremo. Quemaron viviendas, azotaron
a los extraños. En los ex países que pertenecían a la órbita de la Unión
Soviética surgió un nacionalismo populista intolerante, como en el caso de
Polonia y Hungría, contaron en sus parlamentos con neo-nazis y algunos de sus
dirigentes deslizaron apreciaciones o discursos antisemitas.
En Grecia, un partido abiertamente pro-nazi tiene lugar en
el Parlamento.
En el fenómeno populista un o una líder representa las
necesidades del pueblo, se consagra como la voz del pueblo, la que cuida los
intereses del pueblo y subida a ello dicta, sanciona, excluye , otorga,
margina, como se le antoja, arbitrariamente. Todo ello en nombre del pueblo de
la que ella es guía consagrada. En otros casos adquiere otras formas. Se
conocen la tragedia de las víctimas del militarismo populista, como el de
Venezuela
Según el Diccionario de Política de Norberto Bobbio
fascismo, entre muchas definiciones existentes, es un sistema de dominación
autoritario caracterizado por un monopolio de la representación política por
parte de un partido único y de masas, con una ideología fundamentada en el
culto del jefe, en la exaltación de la colectividad nacional y el desprecio de
los valores del -para el fascismo- individualismo liberal.
En su último trabajo editorial, Rob Riemen (Para combatir
esta era-Consideraciones urgentes sobre el fascismo y el humanismo) respetado
ensayista, fundador y presidente del Nexus Institute, un foro independiente,
señala que el fascismo populista estaba latente en Europa desde fines de la
Segunda Guerra Mundial. Que los millones de víctimas no terminaron de el, como
se creía o se escuchaba. Reconoce, empero, que el término populismo es huidizo.
Concretamente Riemen dice: "El uso de la categoría populista es tan sólo
una forma más de cultivar la negación de que el fantasma del fascismo amenaza
nuevamente a nuestras sociedades". Agrega: "...y de negar el hecho de
que las democracias liberales se han convertido en su contrario: democracias de
masas que están privadas de espíritu democrático."
Riemen juzga que una segunda razón por la cual el regreso
del fascismo y la pérdida del espíritu democrático se acepta es la vergüenza de
ciertos partidos de izquierda que asumen la tradición de la Ilustración de la
segunda mitad del siglo XVIII. Sus artículos de fe como el progreso humano, la
racionalidad, las instituciones, los valores políticos y sociales como pilares
de la sociedad han sido abandonados en los rincones.
En esa dirección el presidente estadounidense Franklin D.
Roosevelt, confrontando con la Gran Depresión y una Europa Fascista declaró, en
marzo de 1933, en su Discurso Inaugural: "De lo único que debemos tener
miedo es del miedo mismo". Roosevelt, político de especial inteligencia y
sagacidad era consciente de que las sociedades dominadas por el miedo son
sensibles a las falsas promesas de la ideología fascista-populista y sus
líderes autocráticos.
En el mismo libro se reproduce una definición del famoso
director de cine Federico Fellini, que admite haber sido miembro del movimiento
de juventudes fascistas. Considera Fellini: "El fascismo siempre surge de
una falta de conocimiento de los problemas reales y el rechazo de la gente -por
pereza, prejuicio, avaricia o arrogancia-a dar un significado más profundo a
sus vidas. El fascismo no puede ser combatido si no reconocemos que no es más
que el lado estúpido, patético y frustrado de nosotros mismos, y del cual
debemos estar avergonzados".
Albert Camus y Thomas Mann no fueron los únicos que, una vez
terminada la guerra, asumieron pronto lo que muchos estaban ansiosos por
olvidar: el bacilo del fascismo permanecerá virulento en el cuerpo de la
democracia de masas. El fascismo nunca es un reto, sino un problema mayor, pues
inevitablemente conduce al despotismo y a la violencia.
Que una cuarta parte de la población argentina siga sin
importarle que un gobierno robe sin pudor con tal de que su líder vuelva al
poder es peligroso. Es generalmente hombre-masa, autoindulgente que se comporta
desaprensivamente y no alcanza o no puede pensar. Lamentablemente muchos de
ellos conocen un solo idioma: el del uso de la violencia.
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