Por Fernando Laborda
Los relatos suelen sucumbir ante los límites que impone la
cruda realidad, que obliga a los protagonistas centrales del próximo acto
electoral a hablar de lo que no quisieran.
A Cristina Kirchner y sus acólitos
no les gustaría referirse a otra cosa que no sea la presente situación
socioeconómica, pero sus desavenencias en la Justicia y el pedido de desafuero
a Julio De Vido se colaron en plena campaña proselitista. Y a los referentes
del macrismo les encantaría ocuparse casi exclusivamente de su lucha contra las
mafias y la corrupción pasada, aunque últimamente debieron resignarse a que la
escalada del dólar y sus potenciales efectos en la inflación desviaran la
atención de la opinión pública.
El problema del kirchnerismo está a la vista. El supuesto
desvío de millonarios fondos en Río Turbio, que puso a De Vido al borde de una
detención de la que fue salvado por el juez federal Luis Rodríguez, es apenas
una síntesis de la irresponsabilidad en la gestión y la corrupción de la era K.
No será el único caso que provocará complicaciones a la ex presidenta en su
marcha hacia el Senado. Amado Boudou se verá forzado a gastar los pasillos de
los tribunales y toda novedad que se produzca en las seis causas judiciales en
las cuales Cristina Kirchner está imputada incomodarán a su frente Unidad
Ciudadana.
Otro golpe no menor sufrió la ex mandataria con el fallo
judicial que dejó al senador kirchnerista Ruperto Godoy cerca de abandonar el
Consejo de la Magistratura por no ser abogado. La inminente recomposición de
este cuerpo podría reactivar el juicio político contra el cuestionado camarista
federal Eduardo Freiler, afín al kirchnerismo e integrante de la Cámara que
tratará la causa Hotesur.
La introducción del debate sobre los fueros parlamentarios a
partir de la situación de De Vido y de la movida de Sergio Massa y Margarita
Stolbizer -competidores directos de Cristina por la banca de senador- no sólo
ayudó a instalar el tema más molesto para el kirchnerismo en la campaña. En la
óptica del massismo, permitiría persuadir al electorado de que cada voto que
acerque a la ex jefa del Estado al Senado será una presión sobre los jueces
para consagrar su impunidad. Esta lógica narrativa induce a pensar que sólo se
podrá evitar esto relegando a Cristina al tercer puesto en los comicios.
Hay en Cambiemos un inconfesable deseo de que el eje de la
corrupción tenga más peso en el debate público que las penurias económicas que
afrontan muchos argentinos. La propia Elisa Carrió procura potenciar esa idea
cuando se pregunta públicamente: "¿Este hombre (por De Vido) irá a
declarar o lo matarán antes?" El mensaje con el cual el oficialismo
intenta contrarrestar las "pálidas" de una economía que nunca termina
de arrancar señala que no habrá crecimiento sustentable con los elevados
niveles de corrupción de los últimos años y si no se desarman las mafias
enquistadas en el poder político. La opción que plantea el gobierno de Mauricio
Macri es la dura salida hacia adelante o la vuelta al pasado.
Aun así, la abrupta alza del dólar de las últimas semanas y
los temores de que se trasladara a los precios dominaron el escenario. El
Gobierno intentó reaccionar con naturalidad. Desde Hamburgo, Macri enfatizó que
no hay que preocuparse por el dólar, sino por bajar la inflación. Voceros del
Banco Central aludieron a una suerte de "gataflorismo cambiario":
cuando el dólar baja, llueven críticas por el atraso cambiario y la pérdida de
competitividad; cuando sube, arrecian los cuestionamientos porque se alentarían
expectativas inflacionarias y subas de precios, y cuando permanece estable,
también se critica a las autoridades porque se incentivaría la bicicleta
financiera con las letras del Banco Central (Lebac) en pesos, que ha permitido
jugosas ganancias en dólares.
Altos funcionarios del Gobierno vendieron otra imagen:
"Estamos disfrutando con esta suba del dólar", precisaron en forma
confidencial. Su explicación reside en que la flotación y los vaivenes de la
moneda norteamericana desalientan la creencia en que existe un seguro de cambio
para beneficiarse con la bicicleta financiera.
La otra cara de la moneda es el efecto que, sumado al
aumento de los combustibles, los cigarrillos y la medicina prepaga, pueda tener
la escalada del dólar en el índice de precios al consumidor de julio. Analistas
privados proyectan para este mes un piso del 1,8%.
En el Gobierno se busca morigerar ese dato con noticias
positivas, como el crecimiento de la recaudación tributaria y del IVA por
encima de la inflación entre junio de este año y junio de 2016, y los fuertes
incrementos en las ventas de autos e inmuebles.
El número que más entusiasma al Gobierno es el pico de
créditos hipotecarios otorgados en junio, por unos 3700 millones de pesos, que
las autoridades esperan que aumente hasta 6000 millones hacia fin de año. La
novedad es que se proyecta habilitar dentro de pocos meses licencias
automáticas de importación para insumos necesarios en la industria de la
construcción (acero y aluminio, entre otros), a fin de garantizar, a través de
la competencia, mejores precios en momentos en que la demanda esté en franco
aumento y la capacidad instalada acercándose a niveles máximos. Esta idea
también apunta a dejar atrás la imagen de la Argentina como una de las
economías más cerradas del planeta, aun cuando alimente objeciones de sectores
proteccionistas y de la oposición peronista.
Todo seguirá siendo gradual. Nadie en el Gobierno piensa en
un shock para después de las elecciones. En un despacho de Balcarce 50, se
exhibe como ejemplo una frase pronunciada por el socialista Alfredo Palacios en
1905: "El ideal sería la liberación de los derechos aduaneros, pero como
soy enemigo de una transición violenta, brusca, pido que paulatinamente se vaya
produciendo la rebaja, aunque al principio no beneficie al consumidor, para
llegar a esa liberación que, indudablemente, va a beneficiarlo". El
funcionario da su explicación: "Aplicaremos un aperturismo gradualista,
inspirados en Palacios".
En la Jefatura de Gabinete se insiste en que no hay que
esperar ajustes después de las elecciones. Junto con la citada señal
aperturista, se trabaja en una reforma tributaria, tendiente a reducir la
presión impositiva, que obviamente será de aplicación gradual, aunque
acompañada por pactos fiscales con las provincias y medidas para disminuir el
gasto público.
Desde distintos sectores del oficialismo se atribuyen la
incertidumbre cambiaria y la demora en la llegada de más inversiones al
fantasma de Cristina. Pero no faltan economistas que advierten sobre otros
motivos. Agustín Monteverde precisó que, sumando Lebac y pases, la deuda del
Banco Central rondaba la última semana los 965.000 millones de pesos, una cifra
mayor a las reservas en dólares y superior en más de 100.000 millones a la base
monetaria. "Nadie imagina que todos los tenedores de Lebac se presenten a
pedir que les devuelvan el dinero la semana que viene, pero no deja de ser una
posible bomba de tiempo", advirtió el analista. "Sería una bomba de
tiempo con inflación creciente, pero no con una inflación que en 2017 será la
mitad que el año anterior", le replicaron en la Casa Rosada.
Detrás de la discusión sobre la cuestión cambiaria, el
endeudamiento y las altas tasas que hoy acosan al gobierno de Macri está el
fuerte déficit fiscal. Junto al espectro de Cristina, potenciales inversores
que se hacen esperar dejan trascender otro temor: que Cambiemos gane las
elecciones y alguien en el Gobierno se pregunte para qué hacer rectificaciones
si el electorado los acompaña.
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