Por Carlos Gabetta (*) |
El video del joven fusilado a quemarropa por un gendarme en Caracas
resume la crisis de un gobierno populista que, al cabo de 18 años al frente de
un país petrolero, lo deja –el tiempo dirá a qué precio– en recesión, sin
reservas y endeudado (95 mil millones de dólares), con la inflación más alta
del mundo (180%) y carente de todo tipo de insumos. Entre 1999 y 2014,
Venezuela ingresó 960.589 millones de dólares por exportaciones petroleras.
Pero el país no se industrializó y sigue importando lo esencial del consumo.
A diferencia del peronismo, que se viene resignando a perder elecciones, la
“revolución bolivariana”, que también perdió a su líder y también lo reemplazó
por un sujeto esperpéntico (en Argentina se sucedieron varios y varias), el
chavismo parece decidido a llegar a las últimas consecuencias, violando su
propia Constitución y reprimiendo a mansalva. Al escribirse esta nota,
comenzaba una huelga general. En perspectiva pues, un derrumbe del “socialismo
bolivariano”, o la continuidad y creciente violencia del conflicto; incluso una
guerra civil. El “chavismo” se descompone, pero las Fuerzas Armadas,
entrampadas en negocios mil millonarios con el gobierno, hasta ahora le
responden, aunque hay ya síntomas de fractura.
Si se descartan la crisis permanente y la guerra civil, el panorama venezolano
es el de un nuevo gobierno, opositor o de coalición, pero que en
cualquier caso se verá obligado a recurrir al “ajuste” liberal. No aparece,
igual que en el resto del mundo, una propuesta superadora. El bolchevismo ha
muerto de muerte natural; la desorientada socialdemocracia pierde influencia en
casi todo el planeta (http://www.perfil.com/columnistas/cronica-de-una-muerte-anunciada.phtml).
O sea, la alternancia populista-liberal del mundo de hoy, con las variantes de
cada caso. Esta columna ya se ocupó del tema: “El trasfondo cambiante de este
fenómeno a la vez trágico y farsesco es en un caso alta inflación, moneda
depreciada, grave déficit fiscal, agotamiento de las reservas y aislamiento del
país. Ineficacia, clientelismo, derroche y corrupción; la politiquería populista.
En el otro, escandalosos beneficios a empresarios y multinacionales y alto
endeudamiento; el paquete vendido como ‘inversiones y apertura al mundo’. El
clasismo y la corrupción neoliberal; de otro estilo, pero corrupción al fin. En
uno y otro caso el país no encuentra el rumbo económico, mientras las clases
media y baja acaban viendo esfumarse el último espejismo. Los casos de Brasil,
Argentina, Venezuela y México son ejemplares. En todos, la corrupción política,
institucional y privada ha alcanzado cotas farsescas; la delincuencia común y
el narcotráfico, trágicas. Con diferencias, pero el mismo trasfondo: ceguera e
ineptitud ante los nuevos desafíos de la crisis mundial (...) En Venezuela,
democristianos y socialdemócratas se alternaron legalmente durante décadas en
el gobierno disfrutando de altísimos ingresos petroleros, pero todo acabó en el
‘caracazo’ de 1989. El país seguía importando el 60% del consumo interno y
desde la crisis del petróleo de los 70, se había endeudado. ‘Las masas’, que no
habían salido de pobres, se encontraron aún más empobrecidas y acabaron
salvajemente reprimidas cuando salieron a protestar. Resultado: la populista
revolución bolivariana” (http://www.perfil.com/columnistas/de-populistas-y-liberales.phtml).
Esta alternancia impotente es planetaria. Los populismos de extrema derecha
proliferan ahora en los países desarrollados, también virando al esperpento:
comparado con Donald Trump, Ronald Reagan aparece como un político sobrio y
moderado. En los “sub”, como Argentina, un nuevo fracaso liberal podría
precipitar el retorno populista; esta vez con “mano fuerte”. El fascismo está
en sus genes, y mientras no aparezca una síntesis superadora de la crisis
capitalista, el mundo seguirá en alarma de incendio.
(*) Periodista y escritor
© Perfil.com
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