Por Gabriel Profiti |
El menú de candidatos quedó desplegado este sábado con todas
las figuras de primer nivel, a la altura de una elección en la que estarán en
juego la segunda etapa del mandato de Mauricio Macri y el liderazgo opositor.
En medio de una gran tensión política y con las miradas
centradas en la provincia de Buenos Aires, Cristina Kirchner y Sergio Massa
jugaron hasta el final con la indefinición, pero ratificaron que le pondrán el
cuerpo a la campaña como candidatos a senadores nacionales por ese distrito
clave.
Cambiemos ya había oficializado para esa elección los
nombres de Esteban Bullrich y Graciela Ocaña como cabezas de las listas de
candidatos a senadores y diputados nacionales.
La tensión bordeó toda la tarde el comando de Florencio
Randazzo, quien ratificó primero ante Cristina y luego frente a su tropa la
intención de ser candidato hasta que firmó esa postulación por una lista propia
y lacró su suerte.
Antes de difundir la foto con su firma, intendentes aliados
encabezados por el de Hurlingham, Juan Zabaleta, le pidieron que vuelva a
negociar una lista conjunta con Cristina Kirchner, dentro del Frente de Unidad
Ciudadana.
Los alcaldes temen que una muy mala elección mine su poder
en los distritos.
Pero el exministro mantuvo su postura y ahora se expone a un
desafío mayúsculo: arrancar cuarto una campaña en la que los analistas creen
que habrá una polarización entre el oficialismo y el cristinismo o que -a lo
sumo- incorporará como tercer opción competitiva al frente 1País de Massa y
Margarita Stolbizer.
Randazzo debería mostrarse como una revelación en su primera
incursión como candidato en las grandes ligas, si quiere revertir esta largada
con poca estructura y malos pronósticos.
El preámbulo de los comicios también vuelve a mostrar a
Cristina Kirchner como centro.
El peronismo prácticamente en pleno aceptó despojarse de las
etiquetas partidarias para seguirla; Massa la esperaba para definir su
candidatura y Cambiemos también moldeó a sus postulantes para enfrentarla.
Como ya se dijo varias veces, la batuta de la campaña del
oficialismo bonaerense la llevará María Eugenia Vidal, a quien los directores
de imagen del PRO buscan pintar como una leona contra las mafias, pero
candidatos "naif" no eran recomendables para el nivel de la paleta que
presentará la oposición.
Esteban Bullrich, acostumbrado al espadeo, y Ocaña con su
prédica contra la corrupción, son figuras a la carta para enfrentar a rivales
que nadie subestima.
La exjefa de Estado demostró en la cancha de Arsenal que
está dispuesta a la cruzada de reinvertarse sin dejar de ser la misma, sabiendo
que esta elección seguramente romperá el aura de invencibilidad que le dio el
54% presidencial de 2011.
Su piso electoral es muy alto, pero con esta nueva estética
intentará quebrar el techo -relativamente bajo para lograr un triunfo- que le
fijan todos los encuestadores.
Para eso armó una lista con varias caras nuevas y otras
conocidas. Su compañero para el Senado será Jorge Taiana, a quien había echado
de la Cancillería y ahora recupera como una tajada del Movimiento Evita que
respalda a Randazzo.
La lista de Diputados la encabezará Fernanda Vallejos, una
economista K de solvencia en los medios para hablar pestes del plan M y Roberto
Salvarezza quien fue presidente del Conicet. También aparecen Fernando
Espinoza, procedente de la "quinta provincia" de La Matanza y Daniel
Scioli, relegado al quinto lugar luego de haber sido casi presidente hace menos
de dos años.
Massa, por su lado, tratará de blindarse con Stolbizer para
dar el debate de la transparencia y sondeará el humor de la calle para
mantenerse como tercero en discordia. Felipe Solá aparece como un lugarteniente
fiel para la lista de Diputados.
El tigrense ya anticipó que hará campaña para que bajen los
precios y lanzó hace pocos días un sistema de Alerta Buenos Aires, con el que
se mostrará como un hacedor contra la inseguridad.
Optimismo oficialista
Pero las lecturas pueden ser miopes si se reducen a Buenos
Aires.
La expresidenta forzó un desprendimiento peronista al
rechazar ir a una primaria con Randazzo y ahora quiere reposicionarse para
2019, pero así como el Conurbano la sostiene en el interior perdió
predicamento.
Por eso en el oficialismo sobraba el optimismo en este
cierre.
El escenario era el preferido para el principal distrito
electoral del país, es decir que el peronismo vaya dividido y con Cristina como
candidata y son prácticamente la única fuerza que cuenta votos en todas las
provincias para una lectura nacional.
Es al revés de lo que pasaba cuando reinaba el Frente para
la Victoria y no es un dato menor teniendo en cuenta que las elecciones de
medio término suelen trazar un recorrido para las presidenciales que se desarrollen
dos años después.
Desde el retorno de la democracia varias elecciones
intermedias configuraron anuncios de lo que vendría después.
Las sufrieron el radicalismo en 1987 y 2001 y el PJ en 1997,
en tanto que a los que les fue bien, lograron sostenerse un período más.
Más allá de la resonancia de los resultados distritales esa
lectura debe realizarse en función del fortalecimiento o debilitamiento de los
distintos sectores en el Congreso nacional.
Para el oficialismo sería importante tonificarse para
enfrentar una etapa en la que intentará instrumentar cambios macroeconómicos
estructurales frente a una oposición, cuyo perfil también saldrá de las
elecciones: más dura si avanza el cristinismo o más dialoguista si prevalece el
PJ tradicional.
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