Por Daniel Muchnik
De un lado algunas luces y otros focos que iluminan al
mínimo en el presente. Del otro lado la oscuridad. Esa es la imagen que se
presenta para dibujar la Argentina de estos días, que carga con una baja del
consumo que ha pegado por debajo del vientre a la clase media y a las de los
buenos ingresos (la base electoral del oficialismo) que hay que lidiar con una
inflación en altibajos pero promete ser del 22 o 23% anual, con un crecimiento
preocupante de la deuda externa y consecuentemente con un déficit fiscal que no
puede ser dominado.
Con pronósticos que esto se estira hacia el 2018. Y con
ocurrencias sueltas de los que ocupan los principales asientos en el poder de
la República, sin ruta cierta.
Apenas accedieron al gobierno aumentaron increíblemente la estructura
del Estado, crearon nuevos ministerios y otras tantas secretarías y
subsecretarías. Ahora piensan que semejante estructura es costosa e inadecuada,
que hay que volver a quitar ministerios. Marcha y contramarcha a un costo (en
dinero y la disponibilidad de personal) muy importante. Y ahora imponen
criterios severos para el cumplimiento de los horarios que corresponde al
personal, no cuestionable, pero ¿recién ahora surge la necesidad?
No están preocupados -dicen- por las elecciones legislativas
cercanas, pero por otro costado, en la corrida por los nombres postulados, no
están respetando los códigos de una alianza como lo es Cambiemos: sólo gobierna
el macrismo en estado puro, el radicalismo fue tratado como socio de segunda
línea, como un telón de decoración. Lilita Carrió debió imponerse desde su
lugar de segundona en base a sus denuncias lapidarias que electrizaron la Casa
Rosada. Es la fiscal de la República en estos momentos. Y sus señalamientos
duelen. Algunos de sus pedidos no han tenido eco pero su descripción de la
corrupción política, judicial y económica que protege a Julio de Vido fue una
bomba de profundidad.
A este dedo acusador se agrega la lentitud de todo el
aparato de Justicia para acorralar a los funcionarios del gobierno anterior que
han delinquido o bien han sido más que cómplices del saqueo de las arcas
públicas. A comienzos de año parecía que la velocidad era la adecuada.
Luego el motor comenzó a detenerse. Más: Justicia Legítima
se da el lujo de proteger al juez Freisler y paralizar su dimisión en el
Consejo de la Magistratura. O le abre la puerta para que un fiscal cordobés
pida la renuncia conjunta de los presidentes Macri y Temer. Asi nomás.
Por otro lado Twitter sigue copado por representantes de la
militancia cristinista que no cesan de crear alarma y discordia, las bases
históricas del miedo colectivo. Otra muestra de disgregación es igualar a Macri
con la Dictadura, caballito de batalla donde se pliegan dirigentes de todo tipo
y color.
O el abuso parlamentario bonaerense de imponer por ley que los desaparecidos son 30.000
y no los que figuran en el Nunca Más, tirando
por la borda el enorme esfuerzo de esclarecimiento democrático que hizo el gobierno de Alfonsín. ¿Los parlamentarios son dueños
de la verdad absoluta y sacrosanta? ¿Qué hizo el resto de los legisladores? La
gobernadora Vidal refrendó esa ley.
La industria funciona a media máquina o a un cuarto, según
como se la mire . Algunas pocas industrias (construcción entre ellas) han
comenzado una nueva dinámica después del letargo pero el resto deja bastante
que desear. Parte importante del sector fabril está parado, impactado por la
caída del consumo (la política financiera del Banco Central incide
negativamente) y por algunas denuncias de ingreso de mercaderías a precio de
dumping. El gobierno no traza una política definida para el presente y el
futuro inmediato.
Son ingredientes que alimentan la ferocidad verbal y la
violencia de distintos modos del kirchnerismo, que no se da por derrotado. Las
encuestas reflejan que la mayoría de los que quieren a Cristina como
legisladora o líder sabe de sus entretelones judiciales, de las acusaciones de
exacción que caen sobre ella pero igual la siguen y la seguirían y la votarían
y les gustaría que vuelva al poder. El kirchnerismo se parece a una especie de
devoción religiosa. Ergo, no es racional, no admite explicación posible. Si ha
perdurado después de los bolsos con millones de dólares tirados tras los muros
del convento es que tiene traje de amianto. O bien que algo pasa en materia de
psicología social permisiva y ciega en la Argentina. Detonante de una crisis
mucho más seria y profunda que puede perdurar por mucho tiempo.
Es el mismo kirchnerismo que de pronto paraliza a otros
sectores del peronismo que no la quieren ver a Cristina Fernández ni pintada.
Pero su postulación podía hacer caer otras o borrar pretensiones de arreglos
políticos y de acceso a la cumbre partidaria. Hay kirchnerismo porque el resto
del peronismo sigue atónito, en su mayoría sin saber qué rumbo tomar. En tanto
ese peronismo heterogéneo no concrete los pasos que dará, el cristinismo ganará
instancia. Es lo que están demostrando los hechos. La única coherencia
democrática y dialoguista con el oficialismo está en unos pocos, especialmente
en los gobernadores peronistas y en miembros del Parlamento.
El populismo que tira abajo las banderas de la democracia
liberal se siente rejuvenecido. Precisamente en un momento histórico mundial
que da pruebas que surgen brotes populistas de alto voltaje en el hemisferio
norte. En ellos la causa fue el desastre financiero económico de 2008. En la
Argentina las fisuras, la grieta donde gana el que es más fuerte, decidido e
inteligente.
© El Cronista
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