domingo, 25 de junio de 2017

MAL ENDÉMICO / La corrupción que merecemos

Por Carlos Gabetta (*)
La corrupción que tenemos es la que merecemos o la que “se nos parece”, parafraseando aquello atribuido a Jovellanos sobre los pueblos y sus gobiernos. 

En el caso de la sociedad argentina y la actitud general respecto de la corrupción, nos la merecemos porque la toleramos y hasta justificamos; a un punto tal, que nos involucra.

La semana pasada hice circular entre mis conocidos una convocatoria a manifestar contra la corrupción ante los juzgados federales de Comodoro Py. No mencionaba a el/los convocantes, sino simplemente el objeto, un asunto que entre nosotros viene de lejos y ha llegado a niveles de extrema gravedad.

Recibí de inmediato dos respuestas idénticas; de una vecina profesora de Letras y de un prominente y honesto jurisconsulto, viejo militante del Partido Comunista y alguna vez candidato a miembro de la Corte Suprema; ambos fervientes kirchneristas. Se trataba de una grabación en la que una señora orientaba a deprimidos, esquizofrénicos, etc., y que al final decía: “Si usted votó a Macri, no tengo nada que recomendarle, porque usted es un boludo, y eso no tiene remedio”. Recibí también –esta vez de un pariente– un listado de funcionarios del gobierno de Cristina Kirchner, de los cuales “ninguno (excepto De Vido) ha sido importunado por la Justicia y llevan un año sin fueros de ninguna clase”. A continuación, una lista de funcionarios del actual gobierno, con un preciso detalle de sus problemas con la Justicia. En la primera lista, el pariente de marras omitía los nombres de José López, Ricardo Jaime, Amado Boudou, Hebe de Bonafini y, por supuesto, Cristina Kirchner.

Muchos liberales, sindicalistas, empresarios, agentes de seguridad e inteligencia, etc., reaccionarían de manera similar en similares circunstancias. Ergo, para una porción mayoritaria de la sociedad argentina, la corrupción es un problema “de camiseta”, que se denuncia o no, según afecte a “la familia” o “al enemigo”. Con una diferencia de estilo: el peronismo la reivindica; los demás la disimulan.

Hace unos años, en su carta póstuma antes del suicidarse a causa de la inminente quiebra de su Fundación, René Favaloro señaló: “Jamás dimos un solo peso de ‘retorno’. Así, obras sociales de envergadura no mandaron ni mandan sus pacientes al Instituto. ¡Lo que tendría que narrar de las innumerables entrevistas con los sindicalistas de turno!” (http://www.infobae.com/2013/10/09/1514794-la-ultima-carta-favaloro-antes-morir/).

Esta semana, la Justicia ordenó por fin el allanamiento de La Salada, el mercado negro más grande del mundo, según la Unión Europea. Abastecida por piratas del asfalto y los miles de talleres clandestinos que explotan mano de obra esclava, no paga impuestos ni cargas de ningún tipo, mueve 72 mil millones de pesos al año y se estima que tiene más de 600 “sucursales” en todo el país. Uno de sus jefes, Jorge Barreiro, que se resistió a los tiros antes de ser detenido, “acompañó a la ex presidenta Cristina Fernández en su gira de negocios por Angola en 2012” (https://www.clarin.com/tema/la_salada.html).

Al escribirse este artículo, estallaba el escándalo de la Administración General de Ingresos Públicos (AFIP): una banda se dedicaba a facilitar la evasión de impuestos a empresas, personas y sindicatos durante el gobierno kirchnerista.

En todos estos casos aparecen implicados políticos, sindicalistas, jueces, policías, etc., y en todos surgen conexiones de variado nivel con el narcotráfico y el crimen organizado.
En fin, que en todas partes se cuecen habas, como se dice, pero puestos a comparar, en las últimas elecciones presidenciales francesas el candidato liberal-republicano François Fillon, gran favorito, acabó tercero cuando se reveló que su esposa cobraba sin trabajar un salario del Estado. Una pavada entre nosotros, pero que allá hizo que la mitad de sus electores lo abandonaran. Para muestra basta un botón, como también se dice.

(*) Periodista y escritor

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