Por Ignacio Fidanza |
Las elecciones de Octubre tienen sobre la administración de
Macri un efecto anestésico que contra lo que proclama el kirchnerismo, está
moderando hasta la exasperación -de Macri- las reformas que el presidente
entiende hay que implementar para que la Argentina pase de la fase de promesa a
realidad.
"Macri está fastidioso y protesta en las reuniones: `Yo
quiero gobernar, vamos a meterle'", reconoció a LPO una fuente con acceso
a las infinitas rondas de coordinación que la actual administración instrumentó
para empujar el Gobierno y que también empiezan a estar en revisión. "Son
unas 20 horas semanales, las que se pasa un ministro en reuniones de
coordinación", reconocieron a LPO.
"Macri participa en gran parte de ellas y el cuerpo ya
le está pasando la factura, no podemos seguir con 23 ministerios", agregó
la fuente. Otro funcionario aborda el debate desde otro lugar: "El
problema de gobernar no es tanto la cantidad de ministerios, si no como logras
que la línea política perfore la burocracia, nosotros en muchas áreas todavía no
lo conseguimos".
Esa es la micro gestión que -es verdad- también puede
incidir y mucho en el éxito o fracaso de un gobierno. Pero lo que se macera en
esa molestia contenida del Presidente es otra frustración: La certeza de cierto
agotamiento del gradualismo tal y como se administró hasta aquí.
Macri está fastidioso por la dicotomía de Presidente y
Candidato, que le impide avanzar con las reformas que tiene en mente hasta
después de octubre. Planea un acuerdo con al menos cinco gobernadores, para
concretarlas.
"Después de octubre se vienen las grandes reformas, no
queda margen para seguir demorándolas", reconoció a LPO una fuente al
tanto de las discusiones. ¿Cuáles son esas reformas? Básicamente dos:
Impositiva y Previsional.
En la primera está la clave para devolverle competitividad
al sector privado, entiende el gobierno. Hay que bajar la carga impositiva y
por ahora se apunta fuerte a ingresos brutos. Para ello habrá que compensar a
las provincias, acaso dándoles una participación mayor en el IVA. No es un tema
sencillo, por ejemplo en la Ciudad ese tributo representa más del 70 por ciento
de los ingresos del Gobierno. "Es la Ciudad Autónoma de los Ingresos
Brutos", se burlan los peronistas del interior.
El tema hace varias semanas que se trata cada quince días en
el Congreso, en reuniones con poco rating mediático, pero que concentran la
atención de los gobernadores, como pocas cosas.
La reforma previsional es el famoso ajuste que reclama la
ortodoxia. El grueso del gasto del Estado se ubica en esa franja. Con esas dos reformas
el Gobierno buscará además bajar el costo laboral. Por eso, no hay previsto ni
habrá una gran reforma laboral al estilo Ley Mucci o la reforma de De la Rúa,
que meta al Gobierno en una pelea frontal con los sindicatos, de final
incierto.
El Gobierno sigue en este último punto una estrategia de
aproximación indirecta al estilo de Liddell Hart, uno de los autores favoritos
del Papa Francisco. ¿Quién lo hubiera imaginado?
Cinco gobernadores
Como es obvio, ni estas ni otras reformas de corte
"institucional" como la reforma política, se podrán concretar sin
acuerdos con la oposición. "Son cinco gobernadores", explicó a LPO
una de las fuentes consultadas. Con esa masa crítica, más los votos propios y
de aliados, en la Casa Rosada estiman que después de octubre alcanzaría para
construir mayorías en las cámaras que pasen las leyes necesarias.
El subtexto de este diseño es que Macri ya decidió
prescindir -o acotar al máximo- los acuerdos con Sergio Massa y descuenta la
oposición cerril del kirchnerismo.
Se trata en el fondo de una readaptación del reclamado Pacto
de la Moncloa que saque al país de la pausa actual, pero que el Gobierno
decidió abordar de una manera casi kirchnerista: Primero ganar las elecciones y
después prácticamente imponerlo.
Para avanzar en esa hoja de ruta construyó el artilugio de
la polarización y ahora sólo le queda ganar las elecciones. Nada menos. El
riesgo es altísimo: La polarización es un juego muy volátil que puede volcar
los dados del lado menos esperado. Si Cristina Kirchner llega a ganar la
provincia de Buenos Aires, Macri, Marcos Peña y Durán Barba, no sólo sufrirían
una severa pérdida de autoridad política, sino que habrían sido los autores de
una crisis política que vuele por el aire la posibilidad de la recuperación.
Se podría haber acotado ese riesgo con un pacto previo con
el peronismo más racional -incluido Massa- para se eligió prevalecer para
después acordar desde la fuerza, entendiendo que acaso la Argentina no respeta
otras formas. "No se confundan, nosotros no somos radicales, a nuestra
manera ejercemos el poder", agregó la fuente consultada y se despidió con
una frase con gusto a revancha: "Si llegamos a ganar habría que discutir
alguna vez como es esto que los que no sabemos de política estamos en el
Gobierno y los que saben, en el llano".
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