Oesterheld y sus más emblemáticos personajes |
Por Cristian
Vázquez
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El 27 de abril de 1977, Héctor Germán Oesterheld, uno de los más
importantes creadores y guionistas de historietas de todos los tiempos, fue
secuestrado por un grupo de tareas de la última dictadura argentina. Lo que
ocurrió con él después solo se ha podido reconstruir de manera parcial, a
partir de testimonios de otros detenidos que llegaron a verlo con vida. Se sabe
que pasó por varios centros clandestinos de detención y que, pese a la tortura,
nunca dijo nada.
Alguien contó que le pidieron que escribiera el guion de una
historieta a favor del régimen, y que se negó. Se supone que sobrevivió hasta
el año siguiente porque uno de sus captores era admirador de sus creaciones. Su
rastro se diluye después de un traslado masivo de detenidos a la ciudad de
Mercedes, provincia de Buenos Aires, en febrero de 1978.
La de la familia Oesterheld es una de las mayores masacres perpetradas
por la dictadura argentina: no solo Hector fue asesinado, sino también sus
cuatro hijas (que tenían entre 19 y 25 años) y dos yernos. Dos de ellas,
además, estaban embarazadas. Esos niños son parte de los cuatrocientos que las
Abuelas de Plaza de Mayo siguen buscando. Elsa Sánchez de Oesterheld, la esposa
de Héctor, fue una de esas abuelas. Tal militancia fue la manera en la que,
hacia el final de su vida, pudo canalizar el espantoso, inimaginable
sufrimiento de ser la única superviviente de una historia así. Murió el 22 de
junio de 2015. Tenía 90 años.
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La historieta argentina, considerada la más importante de América
Latina, tuvo su momento de esplendor entre las décadas de 1940 y 1960 (es
decir, un poco después de la llamada “edad de oro” de los comic-books estadounidenses,
entre los decenios de 1930 y 1950). Tan otros eran los tiempos que en el año 48
la porteña editorial Abril ofreció muy buenos sueldos a los mejores dibujantes
y guionistas italianos para que se radicaran en Argentina. El más famoso de los
que llegaron fue Hugo Pratt, creador de Corto Maltés, que vivió una
década allí.
Oesterheld se había graduado como geólogo en la Universidad de Buenos
Aires, pero tenía múltiples intereses. En la época en que Abril importaba
historietistas italianos, él escribía artículos de divulgación científica y cuentos
infantiles para esa editorial. “Un día me preguntaron si me animaba a escribir
guiones para historietas, cosa que yo ni sabía lo que era —contó alguna vez—.
Creo haber leído todos los libros de aventuras del mundo, pero siempre sentí
aversión por las ilustraciones. Simplemente me puse a probar…”
Su primer guion se materializó en el papel en 1950. Seis años después,
Héctor y su hermano Jorge fundaban su propia editorial de revistas de
historietas. Una de esas revistas fue Hora Cero Semanal, cuyo primer
número, que vio la luz el 4 de septiembre de 1957, incluía las primeras páginas
de la obra cumbre de Oesterheld y de la historieta argentina: El
Eternauta.
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El Eternauta cuenta la historia de una invasión extraterrestre, enfocada en
Buenos Aires. Sus batallas se desarrollaban en sitios tan emblemáticos de la
ciudad como el estadio de River Plate, las Barrancas de Belgrano o la Plaza de
los Dos Congresos. “Con Oesterheld, el peligro empezó a estar a la vuelta de
casa, en cualquier esquina”, escribieron Judith Gociol y Diego Rosemberg en su
libro La historieta argentina. Una historia, editado en 2000. A eso
mismo se refirió Juan Sasturain, uno de los mayores especialistas en historieta
argentina de la actualidad, al titular uno de sus libros El domicilio
de la aventura.
Pero el éxito de la obra no radica solo en su ambientación local. “Lo
realmente logrado de El Eternauta es una combinación en una
historia tan profunda y conmovedora como atrapante y entretenida”, apuntan
Gociol y Rosemberg. En el prólogo de la obra, escrito por Oesterheld para la
primera edición en libro, el autor escribió:
“Siempre me fascinó la idea del Robinson Crusoe. Me lo
regalaron siendo muy chico, debo haberlo leído más de veinte veces. El
Eternauta, inicialmente, fue mi versión del Robinson. La
soledad del hombre, rodeado, preso, no ya por el mar sino por la muerte.
Tampoco el hombre solo de Robinson, sino el hombre con familia, con amigos. […]
Ahora que lo pienso, se me ocurre que quizás por esta falta de héroe central, El
Eternauta es una de mis historias que recuerdo con más placer. El
héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un
grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el
único héroe válido es el héroe ‘en grupo’, nunca el héroe individual, el héroe
solo”.
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Con los años y, sobre todo, con la militancia política de sus hijas,
Oesterheld se involucró en Montoneros, uno de los dos grupos guerrilleros más
importantes en la Argentina en los años 70. Es decir, le puso el cuerpo, a su
manera, a la lucha contra “Ellos”, tal como se llamaban los malos en El
Eternauta.
Hugo Montero, autor de Viñetas y revolución, una biografía
del historietista publicada en 2013, explicó en una entrevista que
tanto él como sus hijas fueron “militantes de base”, que desarrollaron su
trabajo político sobre todo en los barrios pobres y con la prensa, y cuyo
“vínculo militante pasó muchas veces menos por lo estratégico y programático
que por lo afectivo”. Intenta responder así al interrogante que plantea el
escritor Guillermo Saccomano, otro gran conocedor del mundo de la historieta:
“¿Cómo fue que Oesterheld, un lector sagaz, agudísimo, no leyó el aventurerismo
político de la militarista cúpula montonera?”.
El final de la historia ya lo sabemos. No hay muchos casos en los que la
vida de un creador termina por parecerse tanto a la de su obra. Como él mismo
imaginó en su obra más famosa, el hombre con familia y con amigos que el propio
Oesterheld era acabó sus días en la peor soledad, rodeado y preso por la
muerte. Una fusión entre vida y obra que había empezado quizá cuando Francisco
Solano López, el dibujante de El Eternauta, tomó como modelo el
chalet en la que el guionista vivía junto a su familia en la localidad de
Beccar, unos 24 kilómetros al norte de la ciudad de Buenos Aires. La casa donde
la saga comienza era la casa de los Oesterheld.
El año pasado, el colectivo Barrios x Memoria y Justicia Zona Norte colocó
en la vereda de la casa —ubicada en la calle Rivadavia 1985, frente a la
estación Beccar del ferrocarril— una baldosa que lo recuerda: “Aquí vivió y
creó sus personajes Héctor Germán Oesterheld, militante popular, escritor,
creador de El Eternauta. Detenido-desaparecido el 27-04-1977 por el
terrorismo de Estado”.
La memoria y la justicia son responsabilidad de todos. Del grupo humano,
ese héroe colectivo del que hablaba Oesterheld.
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