Por Carlos Ares |
¿No tienen, por momentos, la sensación de estar caminando
sobre las calles de una realidad asfaltada con chicle? Cientos, miles, millones
de palabras chicles mordidas una y otra vez cada día, y vueltas a masticar al
siguiente, con los mismos nombres, las mismas caras, o sus versiones
actualizadas, cometiendo los mismos delitos, las mismas estafas, los mismos
crímenes. Lenguas y lenguas de chicles pálidos, duros, ya sin jugo, sin sabor,
aplanados por rodillos mecánicos que se tienden desde el pasado hacia más allá
de un horizonte posible.
¿No les pasa que les cuesta deshacerse de esas bolas de
información de goma, húmedas, salivadas por voces monótonas que rumian y mascan
como vacas? ¿No sienten que las noticias se adhieren a los dientes, los oídos,
los dedos, las ideas, como delgadas, finas tiras de monstruosos aliens que se
recrearán en nuestros intestinos a pesar de que constantemente las escupimos,
las arrojamos en ceniceros, en vasos, en bares, en tazas de café, las
desechamos al paso, junto con otros cientos, miles, millones de personas que
han sido y son, y pasaron, y pasarán, alfombrando las calles, todos, en
conjunto, de un asfalto chicle?
Recordemos una que sepamos todos. Carlos Menem. Presidente
entre 1989 y 1999, diez años. Liquidación de los bienes del Estado a cargo de
su ministro de Obras Públicas, Roberto Dromi –uno de los principales
responsables del comienzo de la megacorrupción del Estado–, contrabando de
armas, Kohan, Bauzá, Gostanian, los hermanos Spadone, indultos, pizza y
champán. En junio de 2001, Menem fue detenido, acusado de ser el jefe de una
asociación ilícita, y se lo mantuvo en prisión domiciliaria en una quinta hasta
noviembre de ese año.
Pasaron 18 años desde que terminó su mandato y tiene,
todavía, varios procesos judiciales pendientes. Por el contrabando de armas a
Ecuador y Croacia y la explosión de la fábrica militar de Río Tercero (la
fiscalía pide ocho años de prisión). Por el pago de coimas cuando se privatizó
el control del espacio radioeléctrico. Por el intento de encubrir el atentado a
la sede de la AMIA en 1994. Por el delito de peculado, pago de sobresueldos a
los ministros que integraron su gabinete. Por el contrato con Siemens para la
confección de nuevos DNI. Por la venta de terrenos a la Sociedad Rural. Si
alguno de esos procesos al fin terminara, es probable que sería absuelto en
algunos y que por otros debería cumplir una condena. Al menos en arresto
domiciliario, debido a su edad. Pero sus fueros de senador lo protegen.
El ex gobernador y actual presidente del Partido
Justicialista de La Rioja, Luis Beder Herrera, lo propone ahora, nuevamente,
como candidato a senador. No se preocupa en disimular los motivos. Dijo: “A
nuestro patriota, nuestro héroe, algunos lo persiguen judicialmente, pero
nosotros no lo abandonaremos, sabemos que necesita los fueros para seguir
tranquilo y vamos a trabajar arduamente para que no los pierda. Nosotros no nos
olvidamos de Menem, lo vamos a proteger”. Como se sabe, Carlos Menem mintió
durante mucho tiempo, entre otras cosas, sobre la fecha y su lugar de
nacimiento. Al fin se comprobó que no había nacido en 1935, como decía, sino en
1930. Así es que cumpliría ahora 87 años.
Menem es sólo un ejemplo. Estamos hablando de un presidente
del siglo pasado del que, probablemente, no va a quedar nada en la memoria de
nadie, sólo unas líneas en Wikipedia si alguien, alguna vez, necesita copiar y
pegar para una clase de historia. Quizá, dentro de 18 años, las noticias
volverán sobre un tal Julio De Vido, un Aníbal Fernández, un Scioli, todos bajo
proceso todavía. Tal vez, dentro de 15 años, veamos también a Cristina
Kirchner, inflada de bótox, en Intratables. Todos libres, claro, explicando por
qué el gobierno de turno fracasa y “qué habría que hacer en este país”.
¿No les pasa a veces, cuando intentan avanzar, caminar hacia
algún proyecto, algún futuro, alguna vida, que acá cuesta el doble alzar las
piernas? Como si las calles de la realidad fueran de un bleque blando, de un
chicle gris, pálido, duro, sin sabor, que engoma las suelas, las enlaza y
retiene los pies siempre en el mismo sitio.
(*) Periodista
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