Por José Ángel Di
Mauro
Una semana después de haber convocado a los periodistas de
espectáculos a la residencia presidencial -encuentro que desató una insólita
polémica-, Mauricio Macri almorzó en Olivos con Jorge Sampaoli. Un técnico que
es del gusto del Presidente, que dio un guiño para su contratación para dirigir
el Seleccionado, como en su momento había visto con buenos ojos que su amigo
Daniel Angelici lo tentara para dirigir a Boca.
Tal sintonía no es
correspondida por el técnico de Argentina, que es hincha de River y
kirchnerista. Por fin una posibilidad para Macri de mostrar su disposición a
saltar la grieta.
Hablaron mucho de fútbol, tema que apasiona a ambos, y tal
cual hizo hace un mes con Xi Jinping en China, Macri le mostró a Sampaoli un
gol de tiro libre que anotó en su quinta Los Abrojos. Hay otro gol que vio todo
el mundo esta última semana, pero en contra. Lo hizo su gobierno, y fue de la
misma factura que la aplicación de los aumentos de tarifas de gas sin medir
consecuencias ni estacionalidad, que generó un zafarrancho en medio país, y muy
parecido a la modificación de la fórmula de aumento a los jubilados, en febrero
pasado. En este caso fue la anulación de pensiones a discapacitados: costaría
mucho encontrar una medida más antipática en vísperas de una campaña electoral.
Es verdad que el número de pensiones se incrementó de manera
exponencial de 2003 a la fecha, y que existen obscenos excesos como el de Guanaco
Muerto, el pueblo cordobés donde el 70% de la población tiene una pensión por
discapacidad, pero en lugar de exhibir el tema primero para poner de su lado a
la opinión pública y después proceder, hizo lo contrario.
El gobierno hace esfuerzos carísimos para refutar el mote de
“insensible” que suele endilgarle la oposición más dura, pero los dilapida con
medidas como esta que terminó teniendo que retrotraer, con un costo político
que seguirá pagando a lo largo de la campaña, cuando desde cada tribuna se le
recuerde este tiro en el pie que acaba de darse.
Primera en la fila y con bonete estará la expresidenta
Cristina Kirchner, que este martes se meterá de lleno en la campaña con un acto
en Avellaneda, en el que no confirmará su candidatura -prolongará el misterio
hasta el sábado-, pero empleará todo su arsenal dialéctico contra el gobierno
nacional; no nombrará a Florencio Randazzo, pero seguramente hará referencias a
una unidad que no se concretará. Será exactamente una semana después de haber
generado una conmoción interna en el PJ al abandonar junto a sus seguidores la
estructura oficial partidaria para armar el frente ciudadano que esbozó el año
pasado frente a los tribunales de Comodoro Py, que como se ve termina siendo un
arca de Noé para salirse del Partido Justicialista.
Las resistencias de Cristina Fernández hacia el
justicialismo no son nuevas y remiten en principio a numerosas muestras dadas
durante su paso por el poder, pero pueden encontrarse antecedentes bien lejos
en el tiempo, como cuando se creó la fuerza con la que los Kirchner hicieron su
carrera política, el Frente para la Victoria Santacruceña, que en principio
habían querido denominar Frente para la Victoria Justicialista, pero Cristina
se opuso argumentando que daba una sensación demasiado acotada que no se
correspondía con el espíritu de abarcar a todos los santacruceños.
La unidad que declamará Cristina es una rendición sin
condiciones, por eso no será correspondida. Pero faltando aún unos días para el
cierre de listas nada puede descartarse. En el randazzismo, el más convencido
de qué hacer es el propio exministro, que aclara a quien le pregunte que su
decisión no tiene vuelta atrás, y que ya ha demostrado en 2015 su rigidez en
eso de mantener la palabra. Buena parte de la dirigencia que lo acompaña tiene
la misma disposición, pues del otro lado no hay nada hoy por hoy para ellos.
Pero para los pocos intendentes que acompañan al hombre de Chivilcoy,
mantenerse firmes está resultándoles demasiado desgastante. Las presiones a las
que están siendo sometidos son intensas y el riesgo de hacer una mala elección
es alto. A la postre, a los intendentes casi no les interesa más que sacar el
número de concejales suficiente para estar tranquilos en sus municipios, pues
lo contrario los deja a tiro de la destitución, un déficit en materia de
institucionalidad que deja bastante que desear.
De los intendentes que acompañan a Randazzo este fin de
semana muchos daban al de Hurlingham, Juan Zabaleta, con un pie afuera, a punto
de incorporarse a Unidad Ciudadana, el frente de la expresidenta.
Pero los intendentes que siguen a Cristina no están en el
mejor de los mundos. Sienten haber hecho lo más conveniente para sí mismos,
pero en gran número descreen de la estrategia delineada por la exmandataria y
su entorno. No asimilan aún ir a la elección despojados del emblema partidario,
y tampoco haberle dejado el partido y los beneficios a Randazzo. Con todo, no
se la hacen fácil al exministro, al que hábilmente le plantaron ya al menos un
candidato para disputar la interna, con lo que en lugar de confrontar con
Cristina, tendrá que vérselas con Mario Ishii y tal vez algún otro contendor.
De imaginarse jugando en la Superliga, de pronto se encontró en el Nacional B…
Deberá repartir fondos y minutos de publicidad con el
intendente de José C. Paz y algún otro rival, si es que se suma, aunque en el
randazzismo recuerdan que eso correrá para las primarias, mas no regirá en
octubre, cuando ya no tendrá un competidor interno. Pero habrá que ver en qué
condiciones llega a esa elección, pues ya se ha comprobado que las PASO tienen
un “efecto filtro” capaz de potenciar o, lo que es más probable, desinflar
contendores. El domingo 13 de agosto habrá que ver cómo se las arregla Randazzo
para cuidar sus boletas… El exministro que impulsó en 2009 la ley electoral
vigente debe estar lamentando que no prosperara la Boleta Unica Electrónica que
promovía el gobierno de Cambiemos.
Tendrá que valerse de los numerosos gremios que lo apoyan
para contar con el número suficiente de fiscales para cuidar sus votos. Julián
Domínguez, que lo acompaña en este camino y que supo de la aspereza de una
interna peronista adversa, podría contarle su experiencia en la materia.
Ante este panorama agitado, en el gobierno contienen la
respiración hasta asegurarse el sábado 24 que las cosas se le dieron como
imaginaban en sus mejores sueños: con el peronismo dividido en tres fracciones,
lo que acrecienta sus posibilidades de éxito. Celebra también haber impuesto en
23 de los 24 distritos del país la marca Cambiemos, que hoy por hoy tiene un
peso específico envidiable para las otras fuerzas. Si bien la economía sigue
sin mostrar un repunte aunque sea discreto, reina el optimismo en materia
electoral, con expectativas muy positivas en los principales distritos, y la
citada ventaja de una oposición fraccionada en provincia de Buenos Aires. Tan
es así que un hombre del equipo de un encumbrado dirigente oficialista, hoy
marginado de la organización de la campaña, advertía en la semana a este medio
que lo más conveniente para Cambiemos sería “no ganar por mucho margen en la
Provincia”, porque eso podría ensoberbecer y equivocar el rumbo, ampliando
“desmesuradamente” las facultades del jefe de Gabinete. Tal es la confianza de
un triunfo seguro. Veremos.
Tienen con qué, remarcan en el oficialismo, citando a la
gobernadora María Eugenia Vidal, la figura política de mejor imagen del país.
Cuando algunos todavía lamentan haber prescindido de Elisa Carrió para
enfrentar eventualmente a Cristina Kirchner en la Provincia, se reitera que de
eso se encargará Vidal, quien ya dio una muestra módica en la semana cuando
salió a retrucarle sus dichos sobre el supuesto cierre de comedores escolares:
“Estamos habituados a que el kirchnerismo haga campaña mintiendo”, expresó. La
confrontación con Cristina es ideal para Cambiemos, más si del otro lado está
la gobernadora.
Y peor le irá al kirchnerismo si la campaña se tiñe de la
manera como pintó el viernes, con sendos escraches protagonizados por gremios
vinculados al kirchnerismo contra el presidente Macri, la gobernadora Vidal y
el ministro Garavano. Una imagen piantavotos, si las hay.
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