Por Giselle Rumeau |
La crítica es unánime entre las personas cercanas al Papa
Francisco, aquellas que tienen el privilegio de conocer sus sentimientos más
íntimos y sus cavilaciones sin sosiego. La prensa -dicen los bergoglianos-
suele sobreinterpretar las acciones del Sumo Pontífice con especulaciones que
nada tienen que ver con la realidad. Es probable que tengan razón.
La decisión
de Francisco de no visitar la Argentina en sus cinco años de Papado viene
generando un sinfín de análisis y suspicacias políticas en los medios, que van
desde su antipatía ideológica con el gobierno de Mauricio Macri a sus
diferencias con miembros del Episcopado argentino. Hasta podría tratarse de una
deformación profesional de la prensa, dado que la política doméstica suele
servirse de señales, gestos y fotos para enviar mensajes ocultos. Pero no menos
cierto es que hasta el momento no hubo explicaciones oficiales desde El
Vaticano sobre las razones que sopesa el Papa para no venir a su tierra, pese a
que el año próximo volverá a visitar Sudamérica por tercera vez. Su decisión es
un misterio divino. Y su silencio, el alimento de las intrigas.
Hace unos días, la oficina de prensa de Santa Marta confirmó
que Jorge Bergoglio visitará Chile y Perú en enero de 2018. Nada dijo sobre la
Argentina. Lo mismo pasó en 2015, cuando aún gobernaba Cristina Kirchner y el
Pontífice visitó Ecuador, Bolivia y Paraguay. El argumento de sus exégetas fue
que, por tratarse de un año electoral, Francisco no quería inmiscuirse en los
entuertos domésticos. Ahora, dicen, eligió los países del Pacífico, Chile y
Perú. Pero antes, en septiembre próximo, tiene planeado viajar a Colombia para
involucrarse en el proceso de paz entre el Gobierno y las FARC.
En 2013, con el cargo recién estrenado, también había estado
en Río de Janeiro, para participar de la Jornada Mundial de la Juventud. Pero
ese viaje lo heredó de su antecesor, Benedicto XVI, y así se justificó su
ausencia en el país. Con todo, Cristina Kirchner y Martín Insaurralde
-candidato K para las legislativas de ese año- viajaron hasta Brasil para
encontrase con Francisco y sacarse una foto con él, que les sirvió para la
campaña.
La realidad es que no sólo la prensa especula ante la falta
de respuestas de El Vaticano. Las redes sociales suelen reflejar el grado de
indignación que causan algunos movimientos de Bergoglio entre los seguidores
del macrismo. Desde el rosario bendecido que le envió a la piquetera K Milagro Sala
-con prisión preventiva y acusada por asociación ilícita, fraude y extorsión-
pasando por la audiencia concedida a Hebe de Bonafini o las fotos con Guillermo
Moreno o el juez Sebastián Casanello, a cargo de la causa de la ruta del dinero
K que involucra a CFK.
A esto se sumaron el mes pasado dos cartas enviadas desde El
Vaticano a Sala y Bonafini. A la dirigente de la Tupac Amaru, el Papa le dijo
que comprende su dolor y le desea "que todo se resuelva bien y
pronto". También respondió una misiva de la titular de Madres de Plaza de
Mayo, donde le pedía que venga al país porque "se cae a pedazos".
Francisco sólo le dijo que no tiene nada decidido sobre el viaje a la
Argentina. Pero a Bonafini le bastó para exhibir la respuesta al otro día de ser
procesada por el juez Marcelo Martínez de Giorgi por supuesto desvío de fondos
públicos del programa estatal de construcción de viviendas sociales Sueños
Compartidos.
El kirchnerismo festeja estos gestos papales tanto como
algunos desaires al macrismo. La demora en venir al país, el ceño fruncido con
el que el Sumo Pontífice recibió por primera vez a Macri en febrero del año
pasado, o el encuentro negado a Margarita Barrientos, la dirigente social más
cercana al PRO, son sólo algunos ejemplos.
En rigor, Cristina Kirchner tampoco consiguió que el Papa
visitara el país durante su gobierno. Y no volvió a mantener una audiencia a
solas con él tras su decisión de desplazar a Julián Domínguez -el candidato
bendecido por Francisco para la elección a gobernador bonaerense de 2015- y
entronar a Aníbal Fernández.
Con todo, gran parte de los argentinos siguen considerando
que Bergoglio tiene una orientación más cercana al kirchnerismo. Esa grieta en
torno a la figura del Papa Francisco, que se profundiza en tiempos de
elecciones, se ve claramente en las encuestas. Según un sondeo de Observatorio
Electoral, realizado en mayo pasado sobre 1236 casos, el 77,8% de los que
votaron a Daniel Scioli en el ballotage mantienen una imagen positiva del Sumo
Pontífice, mientras que sólo el 50,9% de quienes eligieron a Macri tienen esa
valoración. Es decir, que la mitad de los macristas perciben una imagen regular
o negativa del Papa. Estos votantes son los responsables de la caída de imagen
papal a un 63,6% desde el 80,3% que registraba en 2015.
"El descenso se registró a partir de la medición de
2016 y entre los votantes de Macri en el ballotage. Pero entre quienes dicen
haber votado a Scioli, está constante desde la primera medición. Aún así, la
buena imagen de Francisco sigue siendo altísima en el país", explica Julio
Burdman, director de la consultora.
Sumar y no restar
Quienes lo conocen bien descartan que el Sumo Pontífice
retrase una visita al país por diferencias ideológicas con el gobierno de
Macri.
Gustavo Vera, legislador porteño, opositor furioso y hombre
de confianza de Bergoglio, suele repetir que éste vendrá al país recién cuando
sienta que puede ser un factor de unidad entre los argentinos y pueda ayudar a
sumar en lugar de restar.
Incluso, otro dirigente social del entorno papal, Juan
Grabois -titular de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular
(CTEP) y uno de los abogados de Milagro Sala- argumentó hace poco en radio La
Red que la demora "puede llegar a tener más que ver con algunas
situaciones de la Iglesia argentina que por la relación con el Gobierno".
El dirigente peronista Julio Bárbaro también cree que la
fractura política en la sociedad es uno de los motivos por los que el Papa
posterga el regreso a su tierra. "Estuve dos veces con Su Santidad, con un
año de distancia entre ambas. He hablado mucho sobre este tema y lo sintetizo
en un concepto: él intenta que maduren las relaciones para venir como prenda de
unidad. Le dije: “Si usted hubiera nacido en Brasil
al que hablaba mal de usted lo despreciaban”. Y
con gesto adusto me agregó: “No
solo en Brasil. Somos una sociedad donde la agresión
al otro es un ejercicio cotidiano, siempre exagerado. Es difícil visitar un país donde
nadie quiere a nadie y todos se imaginan los dueños
de la verdad", explica a 3Días.
Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios Unión para la
Nueva Mayoría, lo relaciona con cuestiones políticas y con la incapacidad de
Francisco para cerrar la grieta. "No se puede desconocer que Jorge
Bergoglio siempre mostró inclinaciones por seguir con atención la política argentina.
Quizás por esta razón no visite la Argentina. Si lo hace en el gobierno de
Macri, ello implicará que está más cerca de él, al no haberlo hecho con
Cristina. Pero más allá de este tipo de argumentación,-que el Papa podría
neutralizar recibiendo también a la ex Presidenta al estar en el país- es claro
que pese a su inmenso prestigio y popularidad en la Argentina, no está en
condiciones de influir para moderar el conflicto político interno que hoy vive
el país y que probablemente se agudizará al acercarse la elección de
octubre", afirma el analista.
En la misma línea se expresa Burdman. "Es evidente que
la figura del Papa genera sobreinterpretación de parte de la política. Su
ausencia ya es algo explícito, pasó mucho tiempo, y la mejor explicación que
tenemos es esa".
Especulaciones
Enrique Zuleta Puceiro también considera que Francisco no
tiene ningún interés en que se interprete políticamente su presencia en el
país. "No quiere ser utilizado por la grieta", afirma el analista,
quien acaba de participar en El Vaticano, junto a casi medio centenar de
rectores de universidades del país, de un encuentro convocado por la
Conferencia Episcopal Argentina para pensar a "la educación superior como
central para el resto de las políticas sociales".
Con todo, reconoce que es innegable la distancia ideológica
que el Papa siente con el PRO. "La mayoría de los funcionarios del
Gobierno son budistas, están separados varias veces y son menos sensibles a la
cuestión social. Todas cosas que la Iglesia no comparte", remarca.
Quizá por su cercanía, Alicia Barrios, periodista y amiga
del Papa Francisco, es más vehemente a la hora de las explicaciones.
"Francisco nunca dijo que no vendrá a la Argentina. No hay motivaciones
políticas. Son tiempos difíciles. Hay 11 guerras en el mundo, los problemas en
Medio Oriente, la frontera con Siria o la crisis en Venezuela. ¿En qué momento
de la agenda va a pensar en la Argentina?", se pregunta. Barrios también
niega que el envío de un rosario bendecido a Milagro Sala sea un gesto político
y culpa a la prensa por las especulaciones. "El Papa le regala rosarios a
los presos siempre. El reparte fe. Evangeliza. Yo lo vi lavar los pies de
asesinos seriales en Roma", resalta.
La bergogliana, como se llama su programa de radio, recuerda
que Francisco ya recibió dos veces al presidente Macri y hasta explica el gesto
adusto de su amigo en la primera foto. "Macri dijo al asumir que la
relación con el Papa la iba a manejar Cancillería. Querían una reunión
institucional y la tuvieron", señala. Con Susana Malcorra fuera del
Gobierno, Barrios cree que esa relación protocolar podría cambiar. "El
nuevo ministro de Relaciones Exteriores, Jorge Faurie, fue alumno de Francisco
en el Colegio de la Inmaculada Concepción. Lo quería como a un hijo. Igual que
Rogelio Pfirter, actual embajador argentino ante El Vaticano. Francisco no se
olvidó de ellos", dice. Habrá que ver para creer.
© 3Días
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