El desconcierto no
es sólo patrimonio del peronismo.
Danza de nombres de Macri-Vidal.
Danza de nombres de Macri-Vidal.
Qué pasó con
Ricardo Alfonsín.
Por Roberto García |
La imagen remite a ciertas aves carroñeras que hurgan en restos
animales, a letrados que se infiltran en hospitales para obtener un juicio de
un desconocido a punto de partir o a familiares que se reparten enojosamente
prendas y vajillas incompletas de un muerto que, en vida, ya había liquidado
las joyas de la abuela.
Es lo que uno ve en el peronismo bonaerense, alma
y corazón de la herencia del General, con atrevidos de la política que se
quedan con el escudo unos, otros con la divisa, negocian para compartir
fotografías de los finados y nadie sabe, hasta ahora, a quién le corresponde
cantar la marcha que inmortalizó Hugo del Carril para emoción de multitudes. Un
bochorno a cargo, entre otros, de una señora que habla mucho, Cristina, y de un
señor que todavía no se sabe si habla, Randazzo.
Dudas para todos. El mismo desconcierto del otro lado, del oficialismo macrista, sector que aún no descubrió con quién asistir a la boda electoral de octubre; les da lo mismo como consorte Sampaoli o Bilardo, Primo Carnera o Napoleón, según retrata el Cambalache de Discépolo. Desconcierto en Cambiemos con las candidaturas, al menos para el primer lugar del Senado o Diputados en la Provincia. Como faltan varios días, aun cualquier ómnibus puede llevar a destino. Reina el azar, son mochileros de Ruta 66. Ya que, en el inicio, parecía imponerse un consejo de Duran Barba: replicar la experiencia Vidal, una bisoña desconocida que en la Provincia derrotó a duchos y veteranos escasamente recomendables.
Posibilidad: Gladys González, casi ignota titular del
Acumar. Se apartó a la insistente Elisa Carrió y la jugada suponía,
además, purificar la coalición con el Pro como vértice. Como segundas partes
nunca fueron buenas y los números no garantizaban la remake del asesor
ecuatoriano, empezó a dominar el miedo ante el enemigo (quedó en suspenso hasta
la alternativa de Esteban Bullrich). Se buscó entonces, en el breve elenco
bonaerense de los conocidos, impolutos y accesibles, una figura a la que la
gobernadora podía derretir con una propuesta: Ricardo Alfonsín. Un
golpe de efecto para la campaña: apellido, partido y conducta. Pero en la
seducción algo faltó para incorporar al presunto postulante. Hubo diálogo
amoroso, oferta y rechazo imaginable. No puedo aceptar, dijo. Y se excusó
Alfonsin bajo el argumento de que se había opuesto al pago contante y sonante del
dólar futuro que en muchos casos benefició a devotos del macrismo –sugirió en
su momento oblar con un bono–, y también estaba molesto con la repetición del
Gobierno al insistir con los acuerdos chinos de Cristina, cuando entiende que
la tecnología a aplicarse es obsoleta y que las obras aprobadas no son
prioritarias. Vidal estaba preparada para convocar al radical para un acuerdo
nacional más amplio luego de las elecciones, no para discutir medidas
coyunturales, señalan en la Rosada, aunque admiten que tampoco concluyó de un
modo feliz la conversación: inducida por Macri y su craneoteca, la gobernadora
ofreció una variante para alistarlo en el dream team. No fuera a pensarse que
sólo lo llamaban para ganar la elección por su prestigio. Y entonces, como sustituto
de la candidatura rechazada, le dijo que en París había una embajada vacante
para él. Epílogo cordial, caballeresco, aunque más de uno sospecha que si no
hubiera sido una dama afectuosa la interlocutora, ese descendiente de gallegos,
en ocasiones obtuso, con cartilla moral del Medioevo, podía no haber entendido
en su arrebato la naturaleza del generoso gesto que a través de ella le
transmitía el Presidente. Fin de un capítulo.
Lo que quedó del General. Otros vaivenes, primarios también pero más
picarescos, amenizan al peronismo que compite con varios nombres distintos.
Cristina, ansiosa por ubicar la mayor cantidad de diputados propios
–intencionalidad obvia que, al desconocerse el sentido, muchos confunden con la
búsqueda de fueros–, se negó a una interna y hasta se proscribió del PJ
para entregarle sigla, rótulo y pompa a Randazzo, un mudito hasta ahora en la
campaña. Alegría en el macrismo, también en ciertas corporaciones, por esta
división electoral del peronismo que los beneficia. A pesar de que faltaba
desenredar el ovillo. Y en esa tarea apareció un imprevisto negro y ponchudo,
Mario Ishii, intendente de José C. Paz, que desafía a Randazzo para realizar
internas en el partido, al menos para forzarlo a contar los votos antes de los
comicios del 22 de octubre, lo que podría ser negativo para sus aspiraciones
(por los montos de votos a registrar). Nada es gratis, y el remedio que el ex
ministro de Transporte le exigía a su ex referente presidencial ahora se lo
derivan a él. Parece un incordio, sobre todo porque al no existir PASO en la provincia,
donde todos se ponen curiosamente de acuerdo, el personaje Ishii, de relevancia
sólo distrital, complica a un Randazzo que, armado únicamente en la cúpula de
su frente, poco y nada comparte en las intendencias. Lo afecta no sólo porque
se descubre anticipadamente su posible actuación posterior, sino que le demanda
mostrar y consumir fondos en una batalla que no es la final. Además, como se
sabe, cualquier bonaerense puede votar en esa interna, razón por la cual Ishii
(ganador en 33 elecciones) hasta puede recoger voluntades que ni siquiera lo
quieren (kirchneristas) pero se complacerían en ir a las urnas para
apabullar a Randazzo (ya se sabe que algún ladero de la dama lo llamó
para decirle “te apoyamos siempre y cuando no lastimes a Cristina”). Gracioso
dilema, al margen de otros conflictos judiciales o postulantes que habrán de
sumarse, movimientos obvios para apartar a Ishii, quien reclama un lugar (o
varios) y pertenencias menores del tándem Perón-Evita. El barullo, de repente,
comenzó a envolver a Randazzo, se encendió la emergencia y hasta Eduardo
Duhalde –considerado por el Gobierno como el más claro dirigente de la
provincia–, quien iba a tomar distancia del cabaret viajando al exterior pasado
mañana, ahora medita si vale la pena partir o contribuir, vaya a saber con
quién, a través de una improvisada candidatura personal o de su esposa para
recuperar las sepias litografías del peronismo y los compases de una marcha sin
dueño y dudoso autor que no ha podido repartirse la ambición de los participantes.
Como si hubiera sido sólo testigo del derrumbe.
© Perfil
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