Por Fernando Laborda
Muchos se preguntan por qué el kirchnerismo se empecina en
cerrarle a Florencio Randazzo el camino a una competencia interna con la ex
presidenta de la Nación cuando, según todas las encuestas, no hay figura del
peronismo bonaerense con mayor intención de voto que Cristina Fernández de
Kirchner.
La respuesta no es que le tengan miedo al ex ministro del Interior y
Transporte, sino que Cristina no tolera que la desafíen; mucho menos si quien
la insolenta fue durante ocho años uno de sus colaboradores inmediatos, algo
que en la lógica de los Kirchner equivale a un súbdito.
Lo dijo con todas las letras el kirchnerista intendente de
Avellaneda, Jorge Ferraresi: Cristina no está para "discutir con su
empleado". En la cosmovisión de la ex presidenta sólo hay subordinados o
enemigos. Y quien intente discutirle una parcela de poder pasa a estar entre
estos últimos.
La hipocresía de la ex jefa del Estado se torna evidente. En
la entrevista que concedió a C5N,
cuestionó duramente al macrismo porteño por haber dejado fuera de las primarias
abiertas (PASO) de Cambiemos "al pobre de (Martín) Lousteau". Ahora
pretende hacer lo mismo con Randazzo, con el agravante de que éste pertenece a
su mismo partido.
En el fondo, la intención del cristinismo de impedir la
competencia en las PASO es una reminiscencia del "vamos por todo".
Claro que difícilmente Cristina pueda ir por todo o por
mucho a estas alturas. El aval que tiene hoy de la mayoría de los intendentes
peronistas de la provincia de Buenos Aires no se explica tanto por el amor como
por la conveniencia. Siendo la ex presidenta la figura política que mejor mide
en el territorio provincial dentro del peronismo, es fácil entender que no
pocos jefes comunales busquen colgar a sus concejales de su pollera,
independientemente de las ideas.
Pero en el orden nacional la declinación de Cristina es
marcada. Sólo dos gobernadores proclaman el liderazgo de la multiprocesada ex
presidenta. Una es Alicia Kirchner, en Santa Cruz. El otro es Alberto Rodríguez
Saá, en San Luis, aun cuando no hace mucho no dudaba en calificarla de
"tilinga" y "sembradora de pobres". Y pese a que Cristina
ostenta una intención de voto superior al 30% en el Gran Buenos Aires, su
imagen negativa, que ronda el 60%, pone un límite a mayores aspiraciones.
Hoy, el sector de Randazzo ratificará su vocación por
competir contra Cristina Kirchner. "Y si no nos dejan, iremos en otro
frente o con los bomberos voluntarios de Burzaco", según dijo el
randazzista Fernando "Chino" Navarro.
¿Le convendrá a Cristina dejar fuera de las PASO a Randazzo
y arriesgarse a que éste forme otro frente y atomice más la oposición en las
elecciones generales de octubre? A quien seguramente beneficiará es al
macrismo, que siempre apostó a la profundización de la división peronista.
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