viernes, 9 de junio de 2017

Ante la insolencia del súbdito y su consabida intolerancia

Por Fernando Laborda

Muchos se preguntan por qué el kirchnerismo se empecina en cerrarle a Florencio Randazzo el camino a una competencia interna con la ex presidenta de la Nación cuando, según todas las encuestas, no hay figura del peronismo bonaerense con mayor intención de voto que Cristina Fernández de Kirchner. 

La respuesta no es que le tengan miedo al ex ministro del Interior y Transporte, sino que Cristina no tolera que la desafíen; mucho menos si quien la insolenta fue durante ocho años uno de sus colaboradores inmediatos, algo que en la lógica de los Kirchner equivale a un súbdito.

Lo dijo con todas las letras el kirchnerista intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi: Cristina no está para "discutir con su empleado". En la cosmovisión de la ex presidenta sólo hay subordinados o enemigos. Y quien intente discutirle una parcela de poder pasa a estar entre estos últimos.

La hipocresía de la ex jefa del Estado se torna evidente. En la entrevista que concedió a C5N, cuestionó duramente al macrismo porteño por haber dejado fuera de las primarias abiertas (PASO) de Cambiemos "al pobre de (Martín) Lousteau". Ahora pretende hacer lo mismo con Randazzo, con el agravante de que éste pertenece a su mismo partido.

En el fondo, la intención del cristinismo de impedir la competencia en las PASO es una reminiscencia del "vamos por todo".

Claro que difícilmente Cristina pueda ir por todo o por mucho a estas alturas. El aval que tiene hoy de la mayoría de los intendentes peronistas de la provincia de Buenos Aires no se explica tanto por el amor como por la conveniencia. Siendo la ex presidenta la figura política que mejor mide en el territorio provincial dentro del peronismo, es fácil entender que no pocos jefes comunales busquen colgar a sus concejales de su pollera, independientemente de las ideas.

Pero en el orden nacional la declinación de Cristina es marcada. Sólo dos gobernadores proclaman el liderazgo de la multiprocesada ex presidenta. Una es Alicia Kirchner, en Santa Cruz. El otro es Alberto Rodríguez Saá, en San Luis, aun cuando no hace mucho no dudaba en calificarla de "tilinga" y "sembradora de pobres". Y pese a que Cristina ostenta una intención de voto superior al 30% en el Gran Buenos Aires, su imagen negativa, que ronda el 60%, pone un límite a mayores aspiraciones.

Hoy, el sector de Randazzo ratificará su vocación por competir contra Cristina Kirchner. "Y si no nos dejan, iremos en otro frente o con los bomberos voluntarios de Burzaco", según dijo el randazzista Fernando "Chino" Navarro.

¿Le convendrá a Cristina dejar fuera de las PASO a Randazzo y arriesgarse a que éste forme otro frente y atomice más la oposición en las elecciones generales de octubre? A quien seguramente beneficiará es al macrismo, que siempre apostó a la profundización de la división peronista.

© La Nación

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