Por Manuel Vicent |
Como su nombre no indica, la Guardia Civil es un cuerpo
militar, creado por el duque de Ahumada en 1844 para preservar la seguridad de
los caminos y combatir el bandolerismo, que en mitad del siglo XIX infestaba el
territorio nacional. Desde su fundación hasta hoy, la Guardia Civil se ha
adaptado con proverbial lealtad a todos los regímenes establecidos, incluida la
II República durante la guerra, y esta fidelidad ha hecho que fuera utilizada
en muchas ocasiones para aplastar con extremada dureza cualquier brote de
rebeldía frente al poder constituido.
El miedo a la Guardia Civil está inscrito como un sello
indeleble en el inconsciente de los españoles. Estuvieras dentro o fuera de la
ley, vislumbrar de lejos en los caminos rurales de España las siluetas de una
pareja con tricornio, capote y naranjero fue durante mucho tiempo siempre un
mal trago.
Puede que la derecha, gente de orden, la amara, pero muchos
españoles de izquierdas la odiaban por llevarla asociada a episodios de nuestra
historia más negra, hasta el día en que este odio o temor comenzó a ser
atemperado por el respeto que inspiraban sus motoristas en la carretera o su
ejemplo en operaciones de salvamento en las que arriesgaban sus vidas. Ante
cualquier desorden siempre hay alguien que exclama: ¡Esto solo lo arregla la
Guardia Civil!
En eso estamos. La corrupción es hoy tan asfixiante como lo
fue la plaga del viejo bandolerismo del siglo XIX. Los políticos corruptos
asaltan las instituciones como antiguamente los bandidos asaltaban las
diligencias en los caminos, y parece que de ellos ya solo puede librarnos de
nuevo esta Guardia Civil del UCO, altamente tecnificada.
Ahí la tienes sacando mierda a destajo todos los días para
llevarla a los jueces en una operación de salvamento nacional. Si la derecha
también ha comenzado a temer a la Guardia Civil, se acabó la fiesta.
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