Por Gabriel Profiti |
Así como el escándalo del Lava Jato volvió a sumir a Brasil
en crisis institucional y sembró dudas sobre la recuperación argentina, también
implica un avance pocas veces visto contra la corrupción estructural, cuya lava
volcánica puede derramarse fronteras al Sur.
La grabación que puso en aprietos al presidente Michel Temer
se dio en momentos en que Brasil amagaba con salir de la peor recesión de su
historia.
Las reformas impulsadas por el sucesor de Dilma Rousseff
ahora quedaron en veremos.
Ese tenue respingo brasileño había generado optimismo en el
gobierno argentino, que atribuía al vecino gran parte de los problemas propios.
El tembladeral volvió a dejar en puntos suspensivos la
reactivación de un lado y otro de las cataratas.
Brasil es el principal socio comercial. El 15% de nuestras
exportaciones van a ese mercado. Distintos sectores industriales se verán
afectados si el golpe político vuelve a sacudir a la economía brasileña,
empezando por el automotriz.
En el plano político, Temer es un aliado de Mauricio Macri,
quien fue el primero en reconocer a su gobierno surgido de la controvertida
destitución de la mandataria del PT.
Cuál será el signo político que gobernará Brasil en la era
post Temer es una incógnita.
El dirigente más valorado hoy es el expresidente Lula Da
Silva, cuyo regreso ilusiona a la debilitada izquierda regional, pero también
parece estar seriamente implicado en el Lava Jato.
La debacle brasileña trajo aparejadas otras cuestiones.
Algunos analistas indicaron que sacudió de un plumazo la bicicleta financiera
argentina propiciada por la quietud del dólar y las altas tasas de interés. El
dólar se despabiló en unas horas y superó los 16 pesos.
Por otro lado, Brasil dejó hace tiempo de ejercer su
liderazgo regional y Macri quiere asumir ese protagonismo en el exterior.
Su figura es aclamada en las principales capitales del
mundo, aunque para consolidarse necesita hacer pie internamente, donde la
economía sigue siendo una incógnita y su fortaleza política será examinada en
las próximas elecciones.
En su gira por China y Japón recibió elogios del presidente
Xi Jinping y del primer ministro Shinzo Abe, quien llegó a decir que la
Argentina es la "locomotora de Sudamérica".
Hacía 20 años que un presidente argentino no visitaba Japón.
De China se trajo nuevamente una promesa varias veces
incumplida de equilibrar la balanza comercial -el año pasado importamos por
10.300 millones de dólares y vendimos por 4.400- pero el gigante no es un socio
fácil y los acuerdos con ese país siempre están teñidos por la opacidad.
Mani pulite a la
brasileña
Más allá de todas estas cuestiones, la condena de la
corrupción nunca puede ser una mala noticia. En Brasil hay implicados de todos
los partidos políticos, sobornados por los principales conglomerados empresariales
del país.
Los ejecutivos brasileños ya declararon que pagaron 35
millones de dólares en sobornos a funcionarios argentinos entre 2007 y 2014.
Por ahora solo un "cuevero" de Odebrecht declaró
que depositó 850 mil dólares en cuentas del ahora jefe de la inteligencia
argentina, Gustavo Arribas.
Esos pagos podrían asociarse al soterramiento de la Línea
Sarmiento adjudicada a Odebrecht junto con Iecsa, la empresa que hasta hace
unos meses perteneció al primo de Macri, Angelo Calcaterra -la vendió al ascendente
Marcelo Mindlin- y que previamente formaba parte del conglomerado familiar.
El caso Odebrecht ya acumula varias causas en la Argentina.
Pero para cooperar con la Justicia nacional, los empresarios quieren un acuerdo
como el que sellaron en Brasil.
Las exigencias de los delatores son "inviables"
para los fiscales argentinos por las limitaciones de la ley nacional, pero las
conversaciones siguen su curso.
Ese virtual entendimiento, clave para saber a dónde fueron
dirigidas las coimas, podría concretarse a partir del 1 de junio cuando vence
un convenio de confidencialidad en el vecino país.
El jefe de la Procuraduría de Investigaciones
Administrativas (PIA), Sergio Rodríguez, es uno de los que está negociando esa
especie de acuerdo de delación premiada.
Otro de los fiscales involucrados en las investigaciones,
Federico Delgado, le pidió a Alejandra Gils Carbó que ordene que las tratativas
sean uniformes pero la procuradora respondió que cada uno negocie por su
cuenta.
No obstante, se conformará un equipo binacional para avanzar
con las investigaciones.
Delgado presentó esta semana ante el juez Sebastián
Casanello un video de un encuentro en 2013 entre la entonces presidenta
Cristina Kirchner y el CEO de la constructora Odebrecht, Marcelo Odebrecht.
Las miradas se ciñen sobre el ex ministro de Planificación,
Julio De Vido.
De una u otra manera habría tenido vinculación con las
principales obras otorgadas a Odebrecht y que abrieron causas en la Argentina:
el soterramiento del Sarmiento; la construcción de una planta potabilizadora en
Tigre y la ampliación de gasoductos que recorren distintas provincias.
El avance de estos expedientes requiere de una Justicia
decidida como en el caso de Italia en los 90 o de Brasil ahora con el juez
Sergio Moro.
En la Argentina siempre parece subyacente la propensión a la
impunidad, sobre todo si el poder de turno también es rozado por su alcance.
Esta es otra oportunidad para demostrar que no es así.
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