Por Pablo Mendelevich |
Pese al destrato de Néstor Kirchner hacia George W. Bush,
doce años atrás, en la famosa IV cumbre de las Américas de Mar del Plata,
contracumbre incluida, como opositores los kirchneristas parecen inspirarse
ahora en la peor doctrina de aquel presidente republicano. La llamada Doctrina
de agresión positiva consistió en la instrumentación impúdica de guerras
preventivas basadas en suposiciones de enunciado escandaloso y consistencia
frágil.
Así fue con las armas químicas de Iraq, una aseveración temeraria convertida
en orden de invadir. Bush primero colocó a Irak en "el Eje del Mal",
extraño alineamiento con Irán, Cuba y Corea del Norte, este último país
retirado de la lista apenas alguien recordó su desarrollo nuclear.
Si bien muy lejos de las tragedias que significan las
guerras reales, en la Argentina hay una hostilidad preventiva que se basa en
supuestos rara vez verificados. A partir de la cultura política que legitimó
desde los tiempos de Rosas, del primer Perón y de los dos Kirchner la idea de
que el oponente no es un adversario sino un enemigo, el bombardeo argumental
preventivo tiene por objeto justificar una reacción extrema ajustada a la
magnitud del peligro que se denuncia. Si es verdad que Mauricio Macri aplica un
plan sistemático para "hambrear al pueblo", como dijeron el último 24
de marzo los organismos de derechos humanos copados por el kirchnerismo, ¿qué
importancia puede tener la legislación que garantiza el derecho a la libre
circulación cuando "el pueblo" se vuelca a cortar calles con el fin
de sobrevivir?
Cualquier reacción, por más destemplada que sea, queda
legitimada en la lucha por la supervivencia. Abuchear al presidente en los
actos oficiales sería lo de menos. Deberían tomarse como naturales maniobras de
"resistencia" mucho más agresivas. ¿Y la democracia? ¿Y la soberanía
popular, que instaló a los actuales gobernantes? Comprendemos las molestias
ocasionadas, parecen decir los devotos de la prevención profiláctica
institucional, pero el tamaño del peligro en ciernes exige comportarse igual
que si se estuviera enfrentando la opresión de una dictadura. Nos gobierna el
Eje del Mal.
La matriz del diseño preventivo de Bush que acá se replica
políticamente apunta, desde luego, a enmascarar odios que en estado crudo
serían impresentables. Por eso es constante la atribución a Macri de
intenciones destructivas siempre a punto de consumarse. Es curioso, los mayores
ataques al gobierno no son en tiempo pasado ni presente. Se refieren al futuro.
El presente, que por cierto no es agraciado en términos sociales y económicos,
sirve para apoyar las lanzaderas apocalípticas. Lo que se prepara, avisan, es
un desastre irreversible. O muchos desastres irreversibles, con carácter
rotativo.
Primero el gobierno de Cambiemos iba a terminar con los
juicios a los militares, después iba a reponer las AFJP, más tarde los despidos
en el Estado inaugurarían una ola de desocupación despiadada, el gas y la luz
se volverían impagables para todos los trabajadores y se acabaría con la
ciencia y con los científicos nativos. Sobre la base de reclamos salariales
genuinos se montó la consigna política de la destrucción de la escuela pública.
Entonces, al deshilacharse la huelga docente por falta de apoyo se ancló la
carpa "itinerante" frente al Congreso, remake de un ícono con mejor
prensa que resultados cuando se trataba de resistir al neoliberalismo de los
noventa. Era la partitura peronista de entonces, hoy endilgada diabólicamente a
Macri por muchos de quienes sostuvieron al duradero Menem.
Hasta hace poco era el kirchnerismo más fanatizado el que
practicaba esta oposición furibunda, de alguna manera inspirada en la Doctrina
de agresión positiva. Pero ahora, lanzada la precampaña electoral, sectores
peronistas más moderados también formulan advertencias tenebrosas sobre alguna
cosa que estaría por destruir Macri, ya sean el cine nacional, los derechos
sindicales o los centros de estudiantes de los secundarios. El último fin de
semana Daniel Scioli, cuya derrota en el ballottage de 2015 arruinó los planes
del kirchnerismo de seguir en el poder, advirtió en tono dramático, en
declaraciones al diario El Tribuno, de Salta, que Macri tiene pensada una
próxima etapa de privatizaciones, "además de seguir teniendo al salario
como variable de ajuste".
El ex candidato presidencial del Frente para la Victoria no
reveló qué áreas del Estado va a privatizar Macri ni cómo conseguirá los votos
necesarios en un Congreso que no controla, pero dejó claro que en su opinión
privatizar y tener al salario como variable de ajuste es más o menos igual de
horrible. Lo que prueba que este Daniel Scioli sí tiene coraje para denunciar
injusticias, no como el que apoyaba las privatizaciones de los noventa de su
mentor y padrino político. Scioli, de cuya importancia simbólica no se puede
dudar, no por lo que fue sino por lo que no fue, comprende mejor el futuro que
el pasado. El periodista de El Tribuno le preguntó si era verdad o no que
Buenos Aires, como dijo María Eugenia Vidal, estaba quebrada. El ex gobernador
respondió: "Yo no voy a ponerme a discutir eso".
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