El presidente Nicolás Maduro durante la grabación de su programa "Los domingos con Maduro", en Caracas, el 21 de mayo de 2007. (Foto: European Pressphoto Agency) |
Por Alicia
Hernández
En la sala de una casa caraqueña hace unas semanas,
el ambiente se llenó con la pegajosa melodía de la serie Encantada que
transmiten por Tves, el segundo canal del Estado venezolano. Era otro episodio
más en el que, entre muchos enredos y hechizos, Samantha trataba de ocultarle
la realidad a sus vecinos: que es una bruja que puede cambiarlo todo a voluntad
con solo mover la nariz.
En el canal Televen pasan Se ha dicho,
un programa de resolución de conflictos. Y Venevisión transmitía El
Chavo del 8, quien se debatía entre si quería o no una torta de
jamón. Poco antes, todos los canales emitían lo mismo: al presidente
Nicolás Maduro en cadena nacional, obligatoria para radio y televisión, desde
la tarima de una marcha oficialista.
Era el 19 de abril, un día festivo de la gesta
independentista de Venezuela, pero las calles no estaban llenas de música
y papelillos. La oposición había convocado la “Madre de todas las marchas” y en
24 estados hubo manifestaciones. El día terminó con disturbios en muchas
partes del país, más de 500 detenidos y tres personas asesinadas.
Han transcurrido más de 50 días de protestas,
disturbios, saqueos y represión en las calles de Venezuela. Al momento de
escribir este artículo han fallecido 48 personas, según los datos del Ministerio Público.
Hay centenares de heridos, muchos civiles han sido detenidos y presentados ante
los tribunales militares y existen múltiples denuncias de abusos policiales,
ataques contra los manifestantes y acciones violentas de la Guardia
Nacional Bolivariana contra los periodistas. Y la agenda de manifestaciones de
la oposición no para. Se prevén más para esta semana. Mientras tanto, no parece
que las partes en conflicto cedan con el fin de sentarse a negociar.
En Caracas, principal centro de la convocatoria, de
las 34 emisoras de radio que hay, solo una informó abiertamente de los sucesos
de ese día y otras tres lo hicieron bajo el esquema del Estado, según el monitoreo del Instituto Prensa y
Sociedad (Ipys) de Venezuela.
Julián trabaja como guardia de seguridad en un
edificio de Chacao. En el habitáculo de 2 x 3 metros donde vigila quién entra y
sale, tiene una televisión en la que solo se ven canales nacionales. Su
teléfono solo sirve para llamadas y mensajes de texto y el periódico que compra
es Últimas Noticias. “Me dicen que el día de la marcha hubo un gentío, pero ni
idea. ¿Estuvo grande? ¿Tú que viste?”, preguntó.
“La televisión no cumplió. La radio tampoco. Había
necesidad informativa ese día. Se han metido mucho en el esquema de
entretenimiento, pero tienen responsabilidad social”, explica Mariengracia
Chirinos, directora de Libertad de Prensa de Ipys. Cuenta que esa práctica “es
una constante y solo hemos monitoreado Caracas, pero debe estar pasando lo
mismo en las regiones”.
Desde 2010 una espada de Damocles pende sobre los
medios: la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión (también
conocida como la ley resorte) y el ente que vigila por su cumplimiento,
Conatel. “Se puede quitar la señal si se emiten hechos que
provoquen zozobra o alteren el orden público, así que los medios
optaron por mantener la concesión, pero han dejado al ciudadano
desamparado”, dice Chirinos.
A juicio de Carlos Correa, director de la ONG
Espacio Público, por esta ley “hay coberturas muy timoratas, que
muestran un país normal”.
Las declaraciones de la fiscala general de la
República, Luisa Ortega Díaz, el pasado 31 de marzo, en las que señalaba que
las sentencias emitidas por el Tribunal Supremo de Justicia violaban el orden
constitucional, sorprendieron a muchos venezolanos. Y que lo dijera en vivo por
Venezolana de Televisión (VTV), el canal estatal, fue todo un escándalo. Pero
no volvió a suceder y la siguiente rueda de prensa no se emitió en vivo.
En 2007 el gobierno cerró Radio Caracas
Televisión (RCTV) alegando el fin de la concesión estatal. Fue visto como una
retaliación ya que se acusó al canal de participar en el golpe de
Estado de 2002 contra Hugo Chávez. En 2009 se cerraron 32 emisoras de radio.
En otros medios los cambios fueron más
sutiles. Xabier Coscojuela, jefe de redacción del diario Tal Cual, cuenta que
antes de que Teodoro Petkoff fundara el periódico estuvo al frente de El Mundo
Economía y Negocios. “Teodoro era muy crítico y lo mandaron sacar. Fue, quizás,
el primer acto de censura contra los medios que tuvo Hugo Chávez, en 1999”. Tal
Cual se convirtió en un semanario debido a la falta de papel en
el país.
La nueva
censura
Desde la llegada de Maduro al poder, en 2014, el
cambio no se evidenció tanto en las redacciones sino en los propietarios de los
medios. Así lo vivió César Bátiz, quien era miembro de la Unidad de
Investigación del diario Últimas Noticias.
“Fui de los primeros en salir pero ya se veía el
camino que venía: la autocensura. Identificamos que el medio había pasado a
manos de factores allegados al chavismo y sabíamos cuál iba a ser la ruta. No
podríamos hacer nuestro trabajo, periodismo de investigación, que iba a ser muy
sensible. Tuvimos que pensar en otros escenarios y medios para poder hacer
trabajo de contrapoder”, explica el periodista.
A eso se suma la grave escasez del papel para la
prensa, lo que ha ocasionado que de ciento tres diarios que había hace tres
años, cerraran catorce. Las páginas de los que quedan disminuyeron a un tercio
su volumen por lo que cualquier periódico del domingo cabe por debajo de la
puerta sin problemas.
Según el mapa de medios nacionales elaborado
por Ipys, de los 747 medios que hay en el país, 22 son estatales, 306 privados
y 419 comunitarios. El gobierno suele apelar al número de medios privados que
hay para señalar que existe una apertura informativa.
“Soy la persona más censurada del mundo y del
país”, dijo el presidente Maduro el pasado 2
de abril. Pero si se acude al mismo mapa de medios en función de la influencia
que tienen, el escenario cambia. Se clasifican como críticos a 57 medios, 76
como equilibrados, 196 de los que no se tiene información y 418 oficialistas.
Además, están las cadenas nacionales cuya duración
y frecuencia son decididas por el presidente. Según el “cadenómetro”,
un conteo hecho por Monitoreo Ciudadano, Maduro ha aparecido en este formato
por más de 733 horas desde que ganó la presidencia en 2013. Solo en el mes de
abril lo hizo por 120 horas.
Esto explica por qué los venezolanos han empezado a
sintonizar más canales internacionales. Pero como se ven a través de los
sistemas nacionales de cable, también se les ha puesto un freno. En 2014 se
cortó la señal de NTN24, y hace unas semanas la de CNN en Español.
En este contexto han comenzado a proliferar nuevos
medios digitales. Así nacieron Poderopedia y El Pitazo,
ambos bajo la batuta de César Bátiz; también es el caso de Efecto Cocuyo,
dirigido por Luz Mely Reyes y Laura Weffer, o el canal de televisión por
internet llamado VivoPlay. Este último ofrece la cobertura al minuto de lo que
pasa en las marchas, así como las declaraciones oficialistas. El 7 de abril,
Conatel le ordenó a las operadoras de internet que bloquearan su señal. La
respuesta de los medios fue incluir su señal en los principales portales del
país.
“Se está aplicando bloquear los sitios web. En su
momento se hizo una petición a Conatel y reconocieron que hay más de mil sitios
web bloqueados. Infobae o NTN24, por ejemplo. Y, en estos días, Capitolio TV,
VPI o VivoPlay”, cuenta Correa. También dice que, de todos modos, la gente que
quiere informarse, busca y acude a las redes. “Donde haya una rendija la gente irá
a a esa rendija”.
Aun así, la penetración de internet en el país es
del 64 por ciento, según datos de Conatel. En cambio, un estudio de Tendencias Digitales la sitúa en 53
por ciento. “Hay una parte de la población que no conoce o no tiene posibilidad
de saber qué ocurre en las calles porque el acceso, sobre todo en zonas no
urbanas, es a través de tele y radio, y son las ventanas que se han cerrado”,
explica Correa, de Espacio Público.
Muchos venezolanos sienten ese vacío informativo.
Damaris Bastidas, quien trabaja en Los Palos Grandes (una zona de clase media
alta de Caracas), pero vive en el sector 5 de Julio de Petare, el barrio más
grande de Venezuela, dice que antes se informaba viendo la televisión. “Veía
CNN, pero como lo quitaron, a veces veo Caracol, que pasan alguito, pero no es
igual. Y donde más me informo es por Twitter. Armando (su esposo) lo va mirando
y me comenta”.
Uno de los días en que más confusión se generó
recientemente fue cuando el periodista Leopoldo Castillo difundió en su cuenta
de Twitter una
información sobre la salud de Leopoldo López en la que decía que lo habían
trasladado sin signos vitales al Hospital Militar. Ni los familiares ni los
abogados del dirigente político podían confirmar o desmentir porque tenían
semanas sin verlo y sin comunicación. Lilian Tintori, la esposa de López, fue
al Hospital Militar y a la cárcel de Ramo Verde pidiendo una fe de vida de
López. No se la dieron allí ni tampoco la dejaron entrar ese día para verlo.
Pero sí hubo una fe de vida, aunque no le fue
entregada a los familiares, ni la emitió un juez o alguna autoridad competente.
La pudo ver toda Venezuela a la vez. Fue un video en el que López hablaba desde su
celda, decía la fecha y la hora y que no sabía por qué le estaban pidiendo
grabar eso. Se hizo a las 9:00 p. m., una hora después del tuit con información
falsa de Castillo. Y se emitió casi a las 23:00 en el programa de Diosdado
Cabello, dirigente del PSUV que modera un espacio de televisión en el canal del
Estado.
La radicalización política es otro de los
obstáculos muy presentes en el ecosistema informativo venezolano.
“Se está informando para beneficiar a un bando
político. Algún medio logra alguna visión más o menos equilibrada, pero casi
todos están en la confrontación y en la creencia de que esto es la batalla
final. La ciudadanía está desinformada, aunque cree que está informada. La
ética periodística fue pasada por las armas”, dice la socióloga Maryclen
Stelling.
Así se origina, según Stelling, el importante papel
de las redes. “Cada actuante recibe y produce contenido, desde la
individualidad, la subjetividad, desde la rapidez de la misma acción. Estás
metido en una batalla y lo ves desde tu ángulo y se lo envías a tus redes”.
Y, tras la censura, la brecha digital y la
radicalización, el último de los obstáculos son los rumores.
Desde Ipys señalan que esto es una tendencia
mundial, pero en Venezuela está íntimamente ligado al conflicto sociopolítico.
“Existe la intención de generar incertidumbre y cosas que son contrarias a la
realidad para generar silencio o la inacción en muchos casos”, denuncia
Chirinos.
La noche del 20 de abril, Damaris recibió al menos
diez cadenas por WhatsApp. “Me volvieron loca. Que si mataron a 30 colectivos,
que si Maduro estaba saliendo de Miraflores. Chica… eso me consumió todos los
datos de lo loco que se volvió ese teléfono. Y, al final, nada. Una ya no sabe
de quién fiarse”.
© The New
York Times / Agensur.info
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