La interna y las
supuestas advertencias en la Corte.
El oficialismo en plan despegue. Ganar y
perder la calle.
Por Roberto García |
Para algunos, por culpa del fallo de una mayoría de la Corte sobre el 2x1 y
el escándalo consecuente, el Gobierno desperdició el poder de la calle que
había logrado en la espontánea manifestación cosechada el 1º de abril,
esa bocanada de oxígeno que alimentó una euforia optimista e inesperada en
Mauricio Macri.
Fue borrado aquel fenómeno por el acto del último miércoles en
la Plaza de Mayo, justo cuando las encuestas le asignaban largas preferencias
al Presidente. Para otros, más corporativos, la decisión judicial significó en
cambio el fin de la breve mayoría automática que parecía imponerse en el cuerpo
para canibalizar a su titular, Lorenzetti: duró apenas un fallo la hegemonía de
Rosenkrantz, Rosatti y Highton de Nolasco. Al menos por ahora.
Esos dos impactos revelan otra característica: el macrismo suele
crear problemas donde no existen, dominado en ocasiones por el encono o la
soberbia, ignorando el entorno real que en la tribuna califican como falta de
asfalto y sus socios radicales describen como ausencia de política. Sin
presentar pruebas, los opositores de Macri le atribuyen haber inspirado
el cuestionado fallo. A partir de una página no escrita: la culpa no es del
perro que muerde, sino del dueño. Intereses partidarios, claro.
En su réplica progresiva, el oficialismo intentó despegarse del fallo y
de esa versión a cuentagotas, primero vía el jefe de Gabinete Peña, luego la gobernadora Vidal y, por
ultimo, el mismo Macri (olvidando quizás
que, en el inicio del episodio, se había pronunciado en forma ambigua el portavoz del tema derechos humanos, Avruj).
Polémica difusa, pocas evidencias.
No obstante, existen señales cercanas al coleto de la Corte, insinuantes
cambios de procedimiento, que indican un curso diferente a lo que manifiesta el
oficialismo. Y esa modificación de formalidades del Poder Judicial a veces
implica cuestiones de fondo, contenidos, y sobre todo de poder.
Era habitual en tiempos de siete, cinco, cuatro y hasta tres miembros,
en el frenesí de las disputas para satisfacer o no los deseos de los Kirchner o cuando Fayt se mataba con Petracchi, o
más tarde con Lorenzetti, que circularan entre los miembros los proyectos a
tratar. Esas iniciativas se propiciaban en forma individual, se analizaban del
mismo modo, finalmente se concluía en un consenso o en disidencias.
En el caso del 2x1 que atenúa las penas –fundamentalmente de los
militares–, hubo una alteración: aterrizó el fallo sin preaviso con la firma de
tres miembros (Rosenkrantz, Rosatti y Highton de Nolasco), lo que significaba
la aprobación automática, reservándoles quince días a los otros dos dormidos
(Lorenzetti y Maqueda) para despertarse, acomodándose o no a esa determinación
(malas y buenas lenguas afirman que los dos excluidos les advirtieron a sus
compañeros de tribunal, una vez conocida la decisión, sobre las consecuencias
en la población, aunque ni ellos pudieron prever la magnitud de la repulsa que
hasta forjó una ley en contra, unánime, inmediata, en un Congreso que casi no
funciona). Fue un trámite singular, novedoso, la aprobación del fallo: se
instaló antes de la deliberación la mayoría del trío –tal vez más autoritaria
que la “automática” de los tiempos de Menem, según los memoriosos–, antes
incluso de que los otros participantes conocieran el texto de la decisión.
Nuevos tiempos. Ese mecanismo implica también operar sobre otros
proyectos en ciernes, conocidos y hasta aprobados antes de que los trate la
Corte en pleno. Por ejemplo, un expediente sobre el aborto que generara
jurisprudencia y que, trascendió, ya ha sido revisado por varios, menos los dos
ministros minoritarios que deben tratarlo. Además, este nuevo sistema de
sanción obedece a un golpe o transición en el fuero interno de la Corte: desde
el 2x1 se recorta y disminuye el dominio que ejerció por años Lorenzetti, lo
ubica en un plano secundario, de inutilidad práctica quizás, justo a quien está
acechado por un juicio político, objetado en su honestidad por Carrió y otros
cercanos al Presidente, y que registra también imputaciones y agravios de los opositores
que hace tres días organizaron la concentración. Y que en esa fecha se dieron
vuelta, cambiaron de opinión, hasta lo convirtieron en adalid de su causa.
París bien vale una misa, curiosidades de la vida.
En el terreno de las versiones, se le atribuye a Rosencrantz el
protagonismo del fallo en el triunvirato, en combinación menor con Rosatti y la
venia implícita de Highton de Nolasco, desgastada por una presunta sumisión a
la Casa Rosada luego de que ésta habilitó su permanencia en la Corte a pesar de
haber vulnerado la frontera constitucional de los 75 años (como forma de
impedir que un designado por el peronismo la suplantara en el cargo). En estas
manualidades de la política, a Rosencrantz –jurista con alto pedigrí técnico–
se le reconoce una sintonía con Fabián “Pepín” Rodríguez Simón, quien lo
garantizó para ser ministro de la Corte ante Macri. Así lo reconoce este
abogado preferido del mandatario, mentor de sus decisiones más prácticas y
también extravagantes en el derecho, cultor de Carrió y encolumnado en la
batalla final contra Lorenzetti (recordar la vulgaridad de un festivo video que
se burlaba del titular de la Corte bajo el eslogan “Para Lorenzetti que lo mira
por tv”).
Macri supone que este letrado de Clarín no sólo es una mente brillante,
sino que evitó que fuéramos hacia la chavización cuando el kirchnerismo quería
intervenir lo poco que quedaba de los medios independientes (confesiones a
Laura Di Marco en su libro Macri). Por supuesto, como máximo consultor jurídico
no está alejado de Marcos Peña y es sujeto de admiración por parte del ministro
Garavano.
Con esos elementos, y otros de la cotidianidad de las relaciones y
vínculos, más de uno puede inferir que el Gobierno no fue ajeno al conocimiento
del fallo, a su hechura y, por supuesto, a la forma de aprobarlo en la Corte.
Niega esta especie Macri, también su Corte, lo que si fuera cierto implicaría
una grave desatención para un tema tan delicado como el de los derechos
humanos, casi una irresponsabilidad que le ha costado extraviar su efímero
logro de ganar la calle, cuando una mayoría superior a la de los tres votantes
de la Corte lo ubicó en la picota. Aunque todo es volátil y, para el Gobierno,
en su eterna fe, el acontecimiento del 2x1 no le ha hecho perder ni un solo
voto.
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