Por Guillermo Piro |
Hay cosas a las que el cine recurre a menudo, porque son
útiles para crear atmósfera, símbolos y metáforas con rapidez. Mostrar una
partida entera de ajedrez podría resultar aburrido, pero una escena en la que
dos jugadores se enfrentan nunca está de más, y es por eso que en el cine
abundan. Desde 2001: odisea del espacio, de Stanley Kubrick, hasta Revólver, de
Guy Ritchie, pasando por infinidad de películas (El séptimo sello, de Bergman;
Blade Runner, de Ridley Scott; Desde Rusia con amor, de Terence Young; Sueño de
libertad, de Frank Darabont), el ajedrez aparece, y aparece mal.
Cara Giaimo
escribió en el sitio Atlas Obscura un interesante artículo sobre por qué los
adeptos al ajedrez odian las películas. Y es que cuando el ajedrez invade la
pantalla todo empieza a funcionar mal, es decir se disipa el rigor, se cometen
errores, se toma todo demasiado a la ligera. En El séptimo sello, sin ir más
lejos, en la famosa escena en que el cruzado Antonius Block juega al ajedrez
con la muerte, se desliza un error que sigue haciendo que los amantes del
ajedrez ante esa escena cierren los ojos: el tablero está mal puesto; los
jugadores de ajedrez saben que al disponer el tablero sobre la mesa el
casillero que queda a la derecha de cada uno de ellos debe ser blanco. Aquí el
casillero es negro.
Otro de los problemas de los que da cuenta Cara Giaimo es el
del “¡jaque mate!”, que indefectiblemente viene pronunciado en el cine en el
momento en que uno de los jugadores se impone al otro. Dice Giaimo: “Se lo
puede entender desde el punto de vista de la dramatización o de la construcción
del personaje, pero no es para nada realista”. Es como si un partido de fútbol
fuera 0 a 0, uno de los equipos hiciera un gol y el equipo contrario recién se
diera cuenta después de haber visto que en el marcador dice 1-0.
Si mucho de lo que saben del ajedrez lo saben gracias a las
películas, otra cosa que podría desubicarlos es lo que un jugador hace para
rendirse, después de haberse percatado de que no hay modo de ganar y que lo que
queda por delante es una larga e inevitable agonía: tirar el rey. El
ajedrecista Peter Doggers dice al respecto algo divertido: “Ya se volvió una
convención cinematográfica, pero cada vez que un verdadero ajedrecista ve eso
piensa: ‘Oh, no, otra vez’”.
Hace casi cincuenta años que los especialistas discuten la
escena de 2001: odisea del espacio en que la computadora HAL 9000 juega una
partida con el astronauta Frank Poole. Las hipótesis son dos: en la partida hay
un error, o bien en la partida no hay ningún error, y lo que se piensa que es
una equivocación por parte de la computadora es nada más que una prueba de su
extraordinaria inteligencia. Esta segunda hipótesis se ve reforzada por el
hecho de que sabemos que Kubrick fue jugador de ajedrez en su juventud y por un
breve parlamento que en determinado instante aparece en boca de HAL 9000: “Yo
nunca me equivoco”.
Hay algunos –pocos– casos en que el ajedrez está tratado
respetuosa y verosímilmente, incluso a los ojos de quienes de eso saben mucho:
en un episodio de Los Simpson en que aparece el campeón del mundo Magnus
Carlsen, o en la partida de ajedrez de Harry Potter y la piedra filosofal. Pero
en muchas escenas de películas los errores abundan tanto que, como dice Giaimo,
“mientras mucha gente al verlas piensa que se trata de un film inteligente, hay
un pequeño grupo de personas que las ve conociendo la incómoda verdad”.
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