Por Manuel Vicent |
Si en una partida de póquer, a la media hora de juego, no te
has dado cuenta de quién es el tonto que va a perder, es que ese tonto eres tú.
Esta podría ser una versión golfa del famoso test de Alan Turing, el pionero de
la computación y de la inteligencia artificial, quien propuso una fórmula para
descubrir desde el primer momento a los impostores y tramposos que pueden
robarte la cartera.
La prueba consiste en ponerte frente a un ser humano y a un
computador, ambos ocultos a tus ojos, con el reto de averiguar su identidad
según las respuestas que recibas de ellos a una serie de tus preguntas.
Si la máquina consigue durante los primeros cinco minutos
engañarte, la posibilidad de que logres identificarlos en adelante será
prácticamente nula.
El test de Alan Turing se puede aplicar a la vida cotidiana,
a la política, al amor, a los negocios. Si te encuentras ante dos personas
reales que te tientan con una proposición o promesa y la duda no te permite
descubrir en los primeros cinco minutos cuál de ellas te está mintiendo, la
posibilidad de que te siga engañando y quedes atrapado en su impostura es
prácticamente segura. Esos primeros cinco minutos son de oro, pero muy poca
gente los usa para salvarse.
Cinco minutos bastan para desenmascarar, antes de que te
embauque, a ese político corrupto que se disfraza de patriota cuyas promesas
son solo flato, para descubrir al socio o al amigo que te va a traicionar, para
imaginar que esa chica tan dulce acabará siendo tu ruina o que ese enamorado
tan formal y cariñoso es en el fondo un machista, para no sorprenderte de que
ese vecino que te saludaba tan educado en el portal ha resultado ser un
asesino.
Tres preguntas bastan para saber quién es el tonto en cada
partida, siempre que el tonto no lo seas tú por no haber usado solo cinco
minutos en averiguarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario