Las elecciones presidenciales
francesas son el tercer
'round' en el gran pulso electoral global
tras el
Brexit y Trump
Jean-Luc Mélenchon, Emmanuel Macron, Marine Le Pen y Francois Fillon, los cuatro candidatos favoritos para las presidenciales francesas. (Foto: Agencias) |
Mundo - La
tercera ronda en la batalla mundial entre el populismo y el statu quo, entre
los soberanistas y los internacionalistas, entre las fuerzas del repliegue y
las de la apertura, se libra en Francia. Después del referéndum británico sobre
la Unión Europea y de la elección de Donald Trump en Estados Unidos, las presidenciales
francesas exponen de nuevo las fracturas del mundo desarrollado.
Millones de
ciudadanos están convocados este domingo en la primera vuelta de las elecciones
para elegir al sucesor de François Hollande. Las elecciones —en la práctica, un
referéndum sobre el futuro de Europa y sobre el orden occidental en el que
Francia es pieza esencial— repercutirán más allá de las fronteras de este país.
Las elecciones francesas pueden verse como un nuevo capítulo
en la secuencia de la megaelección global que empezó en junio de 2016 con el
Brexit —el voto favorable a la salida de Reino Unido de la UE—, continuó con la
victoria de Trump en noviembre del mismo año y prosigue en Francia.
Once candidatos concurren este 23 de abril en la primera
vuelta. De estos, y a menos que alguno supere el 50% de votos, cosa muy
improbable, los dos más votados pasarán a la segunda vuelta, el 7 de mayo. De
ahí saldrá el hombre o mujer que dirija Francia en los próximos cinco años.
El paso a la segunda vuelta se disputa entre cuatro
candidatos, según los sondeos. Dos de ellos proponen reformas más o menos
intensas en el llamado modelo francés, pero no cuestionan ni el sistema
económico vigente ni la posición internacional de Francia ni su pertenencia a
la Unión Europea. Se trata del centrista Emmanuel Macron —exbanquero y
exministro de Economía, y candidato de En Marcha!, un partido nuevo creado a su
medida— y de François Fillon, exprimer ministro y candidato de Los
Republicanos, el gran partido de la derecha tradicional.
Los otros dos candidatos en liza quieren preservar el modelo
social francés y recuperar la soberanía perdida, pero sus programas, desde una
ideología diametralmente opuesta, precipitarían en grado diverso una ruptura
sistémica. Marine Le Pen, heredera de la ultraderecha del Frente Nacional,
amaga con sacar a Francia del euro y de la Unión Europea. Jean-Luc Mélenchon,
tribuno de la nueva izquierda de La Francia Insumisa, aliada con Podemos, entre
otros movimientos, incluye en su programa la amenaza de sacar a Francia de la
UE si esta no se transforma a su gusto. Promete asimismo salir de la OTAN.
Cuatro son los candidatos que llegan con posibilidades de
clasificarse para la segunda vuelta, o balotaje: la derecha extrema de Marine
Le Pen, el centrista Emmanuel Macron, el conservador François Fillon y el
izquierdista Jean-Luc Mélenchon. Seis son las combinaciones posibles en la
segunda vuelta: desde un enfrentamiento entre el candidato más europeísta,
Macron, y la más antieuropeísta, Le Pen, hasta una elección entre las dos
propuestas alternativas más a la derecha y más a la izquierda, Le Pen y
Mélenchon. Los sondeos coinciden, en todo caso, en que en una segunda vuelta Le
Pen perdería ante cualquier rival.
Todo ha sido atípico en esta campaña electoral: la decisión
del presidente, François Hollande, de no presentarse a la reelección; las
dificultades judiciales de quien era el favorito, Fillon; o la irrupción de
Macron, que a los 39 años sería el presidente más joven de la V República. Un
25% de votantes llegaron indecisos a la jornada de reflexión del sábado, según
sondeos citados por la agencia France Presse.
Las votaciones, que se iniciaron el sábado en la Francia de
ultramar, arrancarán en la metrópolis a las 8.00 hora local, y los últimos
colegios cerrarán a las 20.00. Se han movilizado 50.000 policías y gendarmes,
además de 7.000 militares. Es la primera vez que unas elecciones presidenciales
se celebran bajo el estado de excepción, decretado tras los atentados del 13 de
noviembre de 2015.
“Nos encontramos en una especie de tensión muy fuerte entre
los que están a favor de una sociedad abierta y los que prefieren una que no lo
sea”, dice en una entrevista telefónica François Heisbourg, presidente del
laboratorio de ideas Instituto Internacional de Estudios Estratégicos. “Esta es
principal línea divisoria. La línea divisoria clásica entre la derecha y la
izquierda se ha vuelto secundaria en esta elección”.
Por los temas de debate —la eterna obsesión con la identidad
francesa, las reformas siempre aplazadas, la amenaza del terrorismo autóctono,
el miedo a la inmigración— la elección es tan franco-francesa como las
anteriores. También es la más internacional de las décadas recientes. La
decisión afectará no sólo a los franceses sino a los europeos y quizá al resto
del mundo.
“Hace 52 años que celebramos elecciones presidenciales por
sufragio universal directo”, dice Heisbourg. “Soy suficientemente mayor para
haberlas conocido todas. Nunca se ha visto algo con tantas consecuencias. No
solamente para nosotros, sino también para todos nuestros socios”.
Desde Washington, Strobe Talbott, presidente del laboratorio
de ideas Brookings Institution y veterano de la Administración Clinton en los
noventa, expresa una mezcla de ansiedad y esperanza.
“Hay muchos nervios, plegarias y algún grado de optimismo
por parte de los americanos que creen que no sólo el proyecto europeo es muy
importante para Europa sino para Estados Unidos. Porque, si el proyecto europeo
se derrumba, la comunidad transatlántica podría estar en peligro real”, dice
Talbott.
De los cuatro candidatos con posibilidades para pasar a la
segunda vuelta, Le Pen es abiertamente prorrusa. Una victoria suya podría
llevar a un giro de Francia —país tradicionalmente celoso de su independencia
pero alineado con el occidente transatlántico y anclado en el eje con Alemania—
hacia la Rusia de Vladímir Putin. Mélenchon ha expresado el deseo de recobrar
una independencia francesa, con ecos del general De Gaulle, tradición de la que
se reclama el propio Fillon, heredero de la familia gaullista y favorable a una
mayor cooperación con Putin, sin romper el vínculo transatlántico.
Una victoria de una de las dos opciones soberanistas —la de
la derecha extrema, Le Pen, y la de la izquierda de Mélenchon— reordenaría el
mapa occidental. No es lo mismo que salga de la UE Reino Unido, que siempre
estuvo con un pie dentro y otro fuera, que Francia, fundador e inspirador del
proyecto junto con Alemania. No es lo mismo que salgan los británicos, que
seguirán en la OTAN y disponen aún de la muleta de la relación especial con
Washington, que Francia, que podría encontrarse aislada, enfrentada en duras
negociaciones con la Alemania de Angela Merkel o su sucesor, o en los brazos de
Rusia.
El centro de gravedad de Europa podría desplazarse hacia
Rusia. “En el plano estratégico, es el principio del fin del mundo occidental”,
dice Heisbourg.
Lo que acaba de complicar el rompecabezas es que, tras las
elecciones presidenciales de noviembre, EE UU también tiene un presidente que
ha expresado sus reticencias a este mundo occidental tal como se ha entendido
desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Los bandazos recientes de Trump han atemperado su inicial
cercanía a Rusia, pero en Francia algunos antiamericanos de ayer son los
proamericanos de hoy. Le Pen ve en Trump —y en Putin— un modelo, y espera
repetir la conmoción que supuso su inesperada victoria. Lo impensable es
posible: tanto el triunfo de Trump como el del Brexit envían un mensaje al
mundo y al votante francés.
“La elección de Trump desinhibe una buena parte del voto
populista en Europa y especialmente en Francia”, dice por teléfono Nicole
Gnesotto, presidenta del consejo de administración del Instituto de Altos
Estudios de la Defensa Nacional y catedrática de la UE en el Conservatorio
Nacional de Artes y Oficios.
Gnesotto cree que estas elecciones plantean un problema de
soberanía. No para Francia, sino para sus vecinos. “Es más que una elección
nacional. Es una elección de injerencia en la vida política de los socios
europeos”, dice. “Si Marine Le Pen sale elegida presidenta de la República,
aunque Italia, España o Alemania quieran seguir en la zona euro, o en la Unión
Europea, no podrán. El voto francés es casi un abuso de poder respecto a la
soberanía de los otros estados”.
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