Por Emiliano
Rodríguez
"Ellos o nosotros", o mejor dicho, "ellos o
yo" parece ser la consigna.
Una consigna que se extenderá probablemente hasta los
próximos comicios de medio término y que posiblemente se reflejará en cada
comentario que el presidente Mauricio Macri intente resaltar con barniz
electoral.
Como ocurrió hace unos días en el Congreso, cuando el jefe
de Estado inauguró el 135° período de sesiones ordinarias y a lo largo de 61
minutos de alocución brindó pistas bastante concretas sobre la estrategia
oficial con vistas a octubre: escarbar en la grieta.
Éste parece ser el plan: profundizar todo lo que sea
necesario la grieta para evitar que se agrieten, a causa de los reclamos
sociales y las dificultades económicas por las que transita el país, las
aspiraciones de Macri de obtener este año en las urnas un voto de confianza
para su Gobierno.
El Presidente sabe que los comicios del 22 de octubre
próximo pueden llegar a ser determinantes para su continuidad en el Poder y por
ese motivo es que insiste y le pide a la ciudadanía: "No aflojemos".
En su discurso con pretensiones motivacionales ante la
Asamblea Legislativa, Macri no escatimó en pirotecnia verbal cuando cuestionó y
arremetió contra el kirchnerismo, al que acusó de "corrupción" en
reiteradas ocasiones.
El líder del PRO aprovechó virtualmente su presencia en el
Parlamento para lanzar la campaña electoral 2017, un año en el que intentará en
los comicios legislativos robustecer sus anhelos de renovación de mandato en
2019.
En pos de ese objetivo, Macri parece dispuesto a recurrir a
una fórmula conocida: la polarización.
Es decir, la misma estrategia que le permitió, en
definitiva, vencer en 2015 a los candidatos de Cristina Kirchner no solo en la
Nación, sino también en la provincia de Buenos Aires.
El límite es...
¿Cristina?
Así las cosas, un partido prácticamente vecinal como el PRO
gobierna desde hace unos 15 meses la ciudad de Buenos Aires, la principal
provincia del país y la Nación, tras una histórica victoria electoral que
provocó un cisma en el kirchnerismo en particular y en el peronismo en general,
con el PJ obligado ahora a ocupar el papel no deseado -por no decir secundario-
de oposición en el escenario político argentino.
Y si bien el hecho de que el Área Metropolitana de Buenos
Aires se haya pintado íntegramente de amarillo no ha redundado en grandes
beneficios para los vecinos hasta el momento, el resultado de aquellas
elecciones significó para el Partido Justicialista (PJ) un golpe a la mandíbula
del cual, digan lo que digan, no ha logrado recuperarse todavía.
Tanto es así que aún se debate, y probablemente la discusión
continuará en el seno del PJ hasta el crucial momento del cierre de listas, si
Cristina Kirchner tiene que ser candidata o no en los próximos comicios
legislativos, dado que no son pocos los que -fuera de micrófono lógicamente-
todavía la consideran como la "madre de la derrota" electoral hace un
año y medio.
Es más, se comenta que algunos intendentes estarían
decididos incluso a "marcarle la cancha" a la ex Presidenta, con el
afán de recortarle su poder de fuego y evitar que La Cámpora con Eduardo
"Wado" de Pedro a la cabeza vaya ganando terreno hasta conseguir un
rol preponderante en el armado de las listas.
La postura que plantea este grupo de jefes comunales sería
más o menos la siguiente: "Con Cristina Kirchner no tenemos problemas,
pero las listas las armamos nosotros".
En octubre, se celebrarán comicios legislativos nacionales y
también provinciales, y parece claro que los intendentes quieren postular a sus
propios candidatos, especialmente, en las populosas primera y tercera sección
electoral.
Convivencia forzosa o
riña de gallos
"El límite es ella", aseguran en el Conurbano
bonaerense, según pudo averiguar NA,
mientras la quimera de unidad del PJ con la que sueñan por estos días algunos
referentes del peronismo para enfrentar en bloque al oficialismo en las urnas
en octubre, parece destinada a desafiar en vano la esencia misma de un
movimiento que ha demostrado a lo largo de su historia una notable capacidad
para progresar y enriquecerse sobre la base de las divisiones internas.
En definitiva, esa misión en pos de la hermandad dentro del
justicialismo que encabeza, por ejemplo, Daniel Scioli sí genera cierta
expectativa desde lo simbólico, aunque corre serio riesgo de quedar trunca
cuando llegue el momento de armar las listas. Convivencia forzosa o riña de
gallos...
Las deliberaciones intramuros en el PJ suelen transformarse
en una caja de Pandora y es poco probable que este año logre convertirse en una
excepción, si es que pretenden confluir los intereses de personajes como Jorge
Ferraresi, Fernando Espinoza, Luis D´Elía, Martín Sabbatella, Gabriel Mariotto,
el propio Scioli o Florencio Randazzo, Julián Domínguez e incluso Cristina
cuando las autoridades partidarias se sienten a designar candidatos.
El contrincante será el oficialismo, eso está claro.
Un oficialismo que en el corto plazo debe afrontar e
intentar salir airoso de los conflictos gremiales que se avecinan (docentes,
marcha de la CGT, etcétera), pero que elevando la mirada, ya piensa en la
campaña y coquetea con Eduardo Duhalde buscando armar -aparentemente- listas colectoras
que sean capaces de picotearle votos al peronismo opositor.
Trascendió incluso que a esa empresa -que llevaría el sello
de la Unión Celeste y Blanco que enrolaba en otros tiempos a Francisco de
Narváez- se sumarían también Jesús Cariglino, Mario Ishii y Alejandro Granados,
entre otros, comandados por el actual ministro de Gobierno bonaerense, Joaquín
de la Torre.
¿O fue pura casualidad que el "pacificador"
Duhalde se sentara junto al jefe de Gabinete nacional, Marcos Peña (foto), durante la presentación de Macri
en el Congreso el miércoles pasado?
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